Cuando los investigadores del Museo del Norte de la Universidad de Alaska encontraron aquellas cuentas de cristal en Punyik Point, un sitio arqueológico a orillas del lago Etivlik (Alaska), no se sorprendieron demasiado. Sí, parecía cristal de Murano; es decir, veneciano. Pero en las últimas décadas del siglo XX se habían encontrado piezas similares en muchos sitios (el Caribe, el Misisipi, el altiplano andino...) fruto del comercio intercontinental que arrancó con la llegada de los españoles a América.
Lo sorprendente (lo que nadie se esperaba de ninguna de las maneras) ocurrió cuando intentaron datar el yacimiento.
¿Se pueden datar unas cuentas de cristal?. Al fin y al cabo, la técnica estrella de datación, el carbono 14, se basa en eso, en un isótopo del carbono que se encuentra de forma natural en el mundo, pero que es inestable; es decir, un isótopo que se va desintegrando poco a poco y que, si no se fuera reponiendo constantemente (por fenómenos naturales y humanos), habría desaparecido hace mucho tiempo.
Es una técnica que se usa con seres vivos porque, a través de la fotosíntesis, el carbono 14 se integra en la cadena trófica. Eso quiere decir que, en principio, no se pueda datar con este método las cuentas de cristal, pero sí se puede datar el cordel que usaron para unirlas y formar una pulsera. O, mejor dicho, podemos datar la fecha aproximada de la muerte de la planta que se usó para hacer ese cordel.
Ahí es cuando los científicos se quedaron boquiabiertos. Porque, como decía, no era especialmente raro encontrar productos extraños allí: Punyik Point era un antiguo asentamiento comercial de Alaska en ruta desde el Océano Ártico hasta el Mar de Bering. No es que fuera algo habitual, pero nada impedía que una vez que las cuentas de cristal (y otros productos europeos) entraran por los puertos de la costa americana oriental, estos acabaran llegando a Alaska.
El problema es que, cuando dataron el hilo que unía a tres de las cuentas, las pruebas dijeron se había creado entre 1397 y 1488. Y eso, claro, no cuadraba. Las cuentas más antiguas que se habían encontrado (en las inmediaciones del Caribe) databan de la década de 1550, pero la mayoría eran de finales de 1600 y principios de 1700. ¿Qué hacía unas cuentas como esas en América décadas antes de la llegada de Colón?
Un viaje fascinante. Tras darle muchas vueltas (y buscar indicios en los yacimientos cercanos que señalaran comercio temprano con las zonas de América que tenían contacto directo con Europa), los investigadores se dieron cuenta de que solo había una explicación razonable. Las cuentas debían haber salido de Venecia hacia el este, debían haber recorrido la Ruta de la Seda y debían haber llegado al extremo oriental de Eurasia para luego haber atravesado (posiblemente en kayak) los más de 80 kilómetros de mar abierto se separan este continente de América. Más tarde, siguiendo las rutas comerciales del norte, habrían llegado a Punyik Point.
Las conexiones de Asia y América a través del estrecho de Bering siempre han sido una posibilidad. Por allí, en principio, llegaron los primeros seres humanos a América y por allí, en principio, se daban las mejores condiciones geográficas para construir redes comerciales que permitieran un intercambio estable. Lo que ocurre es que las civilizaciones que habitaban esas latitudes tenían un nivel de desarrollo tecnológico no muy avanzado y eso nos ha impedido encontrar pruebas claras de esto.
La aparición de estas cuentas cambia el asunto. No reescribe nada, claro:pero sí da buena cuenta de que la historia del mundo es mucho más compleja de lo que parece. Y también, mucho más fascinante.
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