El desprecio a la filosofía es uno de los deportes favoritos entre muchos de los grandes divulgadores científicos contemporáneos. Neil DeGrasse Tyson dijo que la filosofía no “contribuye productivamente a nuestra comprensión del mundo natural”, Bill Nye tiene un vídeo lleno de frases sonrojantes que concluye diciendo que “la filosofía está bien por un tiempo”, pero no deja de ser un montón de gente discutiendo en círculo y Stephen Hawking llegó a afirmar que “la filosofía está muerta”.
¿Qué conclusión podemos sacar de esto? Que se puede ser un tipo brillante (un ingeniero virtuoso, un comunicador genial) y, a la vez, estar profundamente equivocado. Hay una frase de Shakespeare que resume muy bien mi punto: “podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito”. Ni DeGrasse, ni Nye parecen haberlo advertido, pero viven en una cáscara de nuez y cuando salen de ella, no conocen el terreno que pisan. Y para orientarse en ese terreno, el mejor mapa se llama filosofía.
Tareas arriesgadas
La relación del mundo de la tecnología con la filosofía ha sido algo mejor. Sobre todo, en los últimos años. Bajo ese discurso algo ingenuo de 'cambiar el mundo a base de picar código y quemar capital riesgo', facultades y tecnológicasl se han dado cuenta de que el mundo es algo mucho más complejo de lo que parecía.
Y es que se puede hacer ciencia sin filosofía del mismo modo que se puede desarrollar tecnología sin ella, pero las dos cosas son tareas arriesgadas. Sobre todo, cuando sales del laboratorio o cuando se acaba el periodo de testeo. Como decía, Subrena E. Smith, profesora ayudante de filosofía en la Universidad de New Hampshire, tanto ciencia como tecnología están “repletas de importantes cuestiones conceptuales, interpretativas, metodológicas y éticas” que son terreno propio de la filosofía porque, “lejos de ser irrelevantes para la ciencia [o la tecnología], los asuntos filosóficos se encuentran en su núcleo” más profundo.
Ese es el argumento central de este texto: una defensa general de la necesidad de la filosofía en la ciencia y la tecnología. Por ello, mi primer objetivo es hablar de qué es la filosofía y de qué formas puede ayudar al científico y al tecnólogo. A eso dedico la primera parte del artículo.
La segunda parte es un pequeño mapa a adentrarse en la filosofía. Podremos discutir sobre si la filosofía es crucial o no, pero sobre lo que no hay discusión es sobre su dificultad. La filosofía es difícil. La mitad del tiempo parece el pasatiempo ideal para gente con mucho tiempo libre y la otra mitad, un montón de jerga oscura que no entiende nadie.
De ahí que la idea de escribir un artículo con toda "la filosofía que debería conocer cada científico y tecnólogo" sea algo más ambicioso de lo que podría parecer. Por eso, la segunda parte no es ni un manual, ni un resumen: es una guía de lecturas sobre la filosofía relevante para científicos y tecnólogos hoy en día.
Primera parte: Esa cosa inútil llamada filosofía
¿Qué es la filosofía?
En un texto que he enlazado un poco más arriba, Subrena E. Smithes decía que la filosofía se encarga de "cuestiones que no pueden resolverse solo con los hechos". Es una definición sencilla, pero nos puede servir para entender qué es eso de la filosofía. Imaginemos por un momento que la realidad fuera un enorme puzle que tenemos (que queremos) completar.
La ciencia y la tecnología son actividades dedicadas a encontrar piezas individuales y a unirlas formando pequeños grupos. La filosofía, en cambio, se encargada de buscar métodos sistemáticos para entender el dibujo general y así ayudar a unificar el trabajo de las ciencias, primero, y ayudarlas a ir más allá de sus pequeños ámbitos después. En ese sentido, va más allá de los hechos (más allá de las piezas que tenemos identificadas).
A lo largo de la Historia de la humanidad no sólo ha descubierto muchas piezas sobre el mundo y sobre nosotros, sino que ha desarrollado formas muy potentes de ir más allá. Es importante incidir en esto: La ciencia es el estándar más alto de conocimiento del que disponemos, pero, desgraciadamente, se limita a determinados contextos (más concretos de los que solemos creer). Es decir, tenemos conocimiento científico fiable de una parte muy pequeña de la realidad que nos rodea. Esos "hechos" siempre cambiantes de los que hablaba Smithes.
El problema es que la existencia humana rebasa (y mucho) esos ámbitos que ya hemos conseguido estudiar científicamente. La filosofía se enfrenta a esos problemas que no pueden resolverse (solo) recurriendo a la ciencia y lo hace desde un punto de vista sistemático, técnico y sorprendentemente preciso. Zamora Bonilla dice que "aquella actividad que consiste en razonar con el objetivo primario de comprobar si nuestras redes de conceptos son lo bastante fiables es a lo que llamamos filosofía".
La filosofía desarrolla herramientas analíticas para poner a prueba la concepción que tenemos del mundo. Es un enorme "test de estrés", un riguroso "control de calidad" que nace del convencimiento de que podemos alzarnos sobre el conocimiento científico del que disponemos y alumbrar esos problemas complejos y entenderlos de la mejor forma posible. No es casual que, en el primer texto filosófico que tenemos (el 'Poema' de Parménides), el término para referirse a la verdad sea 'aletheia'; es decir, “sacar a la luz lo que está oculto” o “desvelar”: tratar de descubrir que forma tiene el puzle de la realidad.
Ni la ciencia, ni la tecnología viven en el vacío
Con esta es una definición de mínimos (a la que podríamos hacerle muchísimas matizaciones e incluso alguna enmienda a la totalidad) nos damos cuenta de que la filosofía ni es una cuestión del pasado, ni un sistema fijo. Es un proyecto intelectual al que el desarrollo científico y tecnológico tiene en permanente actualización y cuyo único objetivo es cuestionar ese desarrollo para asegurarse de su solidez.
Desde esta perspectiva, es fácil darse cuenta de que, aunque la filosofía puede tener poco que decir en el día a día de científicos y tecnólogos, el mundo que envuelve a esos profesionales está lleno de cuestiones filosóficas que inciden directamente en lo que hacen. Ni la ciencia ni la tecnología viven en el vacío.
En el fondo, necesitamos la filosofía porque, como dice Angela Saini, “creemos ingenuamente en la ciencia”, pensamos que las tecnologías que usamos son neutrales y tendemos a creer que nuestra visión ideológica del mundo es una representación realista de lo que hay ahí fuera. Pero, en palabras de Javier Salas, aunque "no es opinable el dato científico, como no es opinable el número de escaños que ha sacado cada partido o el porcentaje de voto que ha obtenido; sí es opinable la transcendencia que tiene esos escaños o ese porcentaje".
Los hechos científicos no serán opinables, pero su transcendencia cae ya en el terreno de la filosofía. En este sentido, el cambio climático no es una cuestión científica: sus consecuencias y, sobre todo, nuestra respuesta a ellas nos hace preguntarnos una y otra vez sobre qué somos, sobre nuestra relación con el entorno; sobre el poder, la libertad y la justicia; sobre el mundo en que queremos vivir. Del mismo modo, las diferencias entre hombres y mujeres, la "sentiencia" de los animales o el advenimiento de una 'inteligencia artificial efectiva' no son solo cuestiones científicas.
Segunda parte: La filosofía que necesitamos
Una lista de lecturas imprescindibles
La tentación a la hora de hacer una 'lista de lecturas imprescindibles' es irse a los clásicos y cubrir las áreas fundamentales de la filosofía. No vamos a hacer nada de eso. Mis recomendaciones se van a centrar en textos contemporáneos, relevantes y, en la medida de lo posible, accesibles. Además, vamos a ver sólo un pequeño conjunto de temas: los más importantes para científicos y tecnólogos.
Filosofía de la ciencia
Podríamos hablar de 'epistemología' o de 'gnoseología'; es decir, del área de la filosofía que se dedica a estudiar la posibilidad del conocimiento. Pero en las últimas décadas, el área ha sufrido problemas. La psicología le ha robado casi todos los temas relacionados con la percepción, la memoria y el aprendizaje. De esta manera, la epistemología contemporánea ha acabado centrada en la idea de conocimiento y justificación. Cosas interesantes y relevantes, pero a los que nos podemos acercar con textos como 'Introducción a la epistemología contemporánea' de Jonathan Dancy.
Lo que más nos interesa de toda esta rama clásica es la filosofía de la ciencia, un campo que nació a mediados de 1929 con este manifiesto, 'La concepción científica del mundo'. Con él, el Círculo de Viena inauguraba una pregunta que nos ha perseguido durante este (casi) siglo: ¿qué diferencia a la ciencia de otras cosas como la pseudociencia, la no-ciencia y la mala ciencia?
Tras los empiristas lógicos de Viena hubo cuatro pensadores clave que (con sus más y sus menos) recogen las distintas posibilidades: Popper ('La Lógica de la Investigación Científica'), Kuhn ('La estructura de las revoluciones científicas'), Lakatos ('La metodología de los Programas de investigación científica') y Feyerabend ('Tratado contra el Método'). Si tenéis que escoger, yo me quedaría estos dos últimos que recogen lo fundamental del debate entre defensores y críticos de la ciencia contemporánea.
Lo de después fue, por decirlo de alguna manera, un despropósito. Algunas ideas buenas como los estudios de 'Ciencia, Tecnología y Sociedad' acabaron en sinsentidos teóricos como el "programa fuerte de sociología de la ciencia" y planteamientos necesarios como el posmodernismo de Lyotard (que con sus innumerables defectos buscaba una despolitización de la ciencia en plena Guerra Fría) acabaron protagonizando una saga de 'Imposturas intelectuales'
Hay dos libros relativamente actuales muy interesantes: 'Representar e Intervenir' de Ian Hacking (para una visión filosófica de la práctica real de los científicos) y 'Philosophy of pseudoscience' de Pigliucci y Boudry (para leer sobre el estado actual de debate sobre el criterio de demarcación).
Filosofía de la tecnología
La filosofía de la tecnología es un área extraña. Durante el siglo XX, la mayor parte de los filósofos que se han acercado a la tecnología han sido críticos con ella (Gehlen, Ellul, Arendt o Heidegger). Por otro lado, en las últimas décadas otra oleada de filósofos que podríamos meter en el cajón del 'transhumanismo' (o 'aceleracionismo') han caído en el error contrario: convertirse en fanboys de la tecnología.
Durante estos años se ha debatido mucho sobre si ciencia y tecnología eran la misma cosa (Skolimowski vs Bunge), sobre el papel del diseño en la tecnología o la naturaleza (el estatus) de los artefactos. Pero lo más interesante para nosotros son seguramente los aspectos éticos y sociales de nuestra relación con la tecnología.
Temas como la neutralidad de la tecnología, la responsabilidad del diseñador o los riesgos del desarrollo tecnológico son temas recurrentes en la filosofía de la tecnología. Temas que no pueden ser más actuales en un mundo que amenaza con llenarse de inteligencias artificiales, técnicas de ingeniería genética y coches autónomos. 'New Waves in Philosophy of Technology' de Berg Olsen, Selinger y Riis recoge las últimas tendencias y 'Philosophy of Technology: an Introduction' de Val Dusek es una introducción aceptable al campo (aunque no tanto como me gustaría).
Ética, política y justicia
Aquí no hay duda, el libro central de la reflexión ética y política del siglo XX se titulaba 'Un teoría de la Justicia' y lo escribió un señor llamado John Ralws. Casi todo lo importante que se ha escrito sobre este campo en las últimas décadas se ha escrito a favor, en contra o teniendo en mente la obra de Ralws. 'Una teoría de la justicia' quizás no sea el libro más agradable de leer, pero es la mejor forma de hacerse un esquema fundamental de los debates sobre la justicia que dan forma a nuestra sociedad actual.
Frente a él, se han escrito libros a derecha ('Anarquia, estado y utopía' de Nozick) e izquierda ('Rescuing Justice and Equality' de G. A. Cohen), revindicando éticas clásicas ('Tras la virtud' de Alasdair MacIntyre) y buscan superar la modernidad ('Justice and the Politics of Difference' de Iris Young). No obstante, mi consejo es empezar por 'Justicia, ¿Hacemos lo que debemos?' de Michael J. Sander (o alguno de sus cursos en Youtube). Sander es un profesor excelente y su trabajo es una gran puerta de entrada las cuestiones fundamentales de la ética y la justicia contemporáneas.
Un buen libro a mitad de camino entre la introducción y el manual es el 'A Companion to Ethics' que editó Peter Singer. Sin embargo, la ética es un campo muy amplio y muy especializado que va desde las cuestiones de la privacidad en internet hasta los límites éticos de la experimentación científica. Para leer sobre ética de la tecnología puede servir 'Ethics and Technology' de Herman Tavani y sobre ética de la ciencia 'The ethics of Science: An introduction' de David B.Resnik.
Mente, biología y mucho más
No quiero alargarme más, pero hay muchas otras áreas fundamentales que no podemos olvidar. El boom de la inteligencia artificial nos exige acercarnos a la filosofía de la mente y, sobre todo, a la filosofía de la inteligencia artificial (Aquí en Xataka, tenemos un gran guía en este terreno); el descubrimiento de CRISPR y las técnicas de mejora genética nos obligan a reflexionar sobre bioética, antropología y filosofía social; y la misma preeminencia de la programación en la vida pública nos invita a estudiar lógica en su sentido más amplio.
Lamentablemente, abordar una mera exposición de todos los problemas filosóficos que son relevantes para la tecnología convertiría este texto en algo más parecido a un libro que a un artículo introductorio. No es nuestra intención, con ser una invitación a la filosofía y las humanidades ya es más que suficientes.
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