Una nueva investigación apunta a que las influencias culturales han afectado drásticamente a las diferencias de altura entre hombres y mujeres en Europa desde hace siglos
Tradicionalmente, los científicos han atribuido las diferencias de la altura de los humanos a la genética. Incluso hoy en día el ADN es visto cómo el principal impulsor de que una persona de una región sea más alta que otra. Sabemos que 697 variantes genéticas están relacionadas con la altura, pero por otro lado este determinismo genético ha subestimado durante años el papel de la cultura y el medio ambiente en el desarrollo físico. Hasta ahora. Una nueva investigación apunta a que las influencias culturales han afectado drásticamente a las diferencias de altura entre hombres y mujeres en Europa desde hace siglos.
El estudio. Ha sido publicado en la revista Nature Human Behavior y llega de la mano de un equipo de científicos de la Universidad de Pensilvania y varias instituciones alemanas, quienes realizaron un análisis exhaustivo de los restos óseos de 1.535 hombres y mujeres que vivieron en Europa en el Neolítico temprano, entre los años 6.000 y 4.000 a.C.
¿El objetivo? Comparar las alturas de las personas que vivían en las regiones Centro Norte, Centro Sur, los Balcanes y el Mediterráneo del continente durante esos tiempos. Para ello, utilizaron ADN antiguo, análisis de isótopos estables (para indicar la dieta), paleopatología (para indicar el estado de salud) y mediciones esqueléticas. Con ello, los autores pudieron calcular el impacto relativo de los factores genéticos, pero también los ambientales, culturales y dietéticos en el desarrollo de la altura en cada individuo.
Los resultados. A grandes rasgos, la investigación indica que ya entonces los que vivían en el norte de Europa (como Alemania) eran más altos que los mediterráneos, como ocurre en la actualidad. Sin embargo, el estudio revela algo más intrigante: la diferencia de altura entre hombres y mujeres era mucho mayor en el norte que en el sur. De media, el fémur de los hombres del norte era un 14% más largo que el de ellas, mientras que entre los mediterráneos la diferencia era de apenas un 5%.
¿Por qué? Hay que tener en cuenta que a pesar de las diferencias geográficas, todos los habitantes de Europa Central vivían de manera muy similar, compartiendo la misma tecnología y métodos de supervivencia. Sin embargo, en las diferentes regiones hubo inevitablemente variaciones culturales, suficientes para influir en el estatus de hombres y mujeres. Los investigadores descubrieron que ambos sexos experimentaban un alto estrés ambiental relacionado con el estilo de vida, pero que las mujeres no alcanzaban la misma altura que los hombres a pesar de su genética.
Y sugieren que esto indica algún tipo de preferencia cultural en la que a los hombres se les daba más tiempo para recuperarse del estrés que a las mujeres, de quienes se esperaba que trabajaran más horas. De hecho, hacen hincapié en la existencia de un sesgo cultural que favorecía el bienestar masculino, priorizando potencialmente su acceso a los recursos Aunque no está probado, todo indica que a los niños los alimentaban mejor que a las niñas.
Las pistas. Las buscaron en el entorno, en el ambiente y en la dieta. De esta manera, los científicos trataron de averiguar si la alimentación de las personas era diferente según el género. Algo que quedaría reflejado en los huesos. Al estudiar el esmalte de los dientes, comprobaron que la mitad de los norteños presentaban hipoplasia, una debilidad dental provocada por una deficiente mineralización cuando eran niños. En el sur también había hipoplasia, pero no supera el 20%.
Otro indicador que estudiaron es una patología llamada hiperostosis porótica, una lesión craneal síntoma de anemia (deficiencia de glóbulos rojos sanos) que también se produce durante el crecimiento. Ambos procesos apunta a que sus huesos y dientes mostraban que se alimentaban peor que en el sur.
Conclusiones. “Como hay más estrés dietético en el norte, esto haría que las mujeres norteñas fueran aún más bajas porque los recursos no se distribuían de manera uniforme”, comenta Samantha Cox, una de las autoras del estudio e investigadora de la Escuela Perelman de Medicina de la Universidad de Pensilvania. “No podemos estar completamente seguros, pero como solo los hombres del norte eran altos, suponemos que se debe a que pudieron obtener más recursos que las mujeres o que los varones del sur”, añade.
Aunque el estudio sólo comprenda los cuerpos de unas cuantas de miles de personas y las pruebas aún sean ligeramente débiles, estos hallazgos iluminan la compleja interacción entre cultura y salud en la evolución humana. Y cómo factores culturales de hace miles de años pudieron influir significativamente en atributos físicos como la altura.
Imágenes: Wikimedia Commons | Oficina de gestión de patrimonio y arqueología de Sajonia-Anhalt
En Xataka | La evolución humana no ha parado: es más, hay razones para pensar que está más acelerada que nunca
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 13 Comentarios