38 cuerpos. Una zanja con 38 cuerpos. 37 de los cuales (todos, a excepción de un niño pequeño) estaban decapitados. Esa fue la sorpresa que descubrieron en 2022 un grupo de arqueólogos que trabajaban en el yacimiento de Vráble-Ve`lke Lehemby, en la actual Eslovaquia: una matanza neolítica perfectamente conservada. Es el último hallazgo de un terrible conflicto que se desencadenó en la Centroeuropa de hace 7.000 años y que durante cuatro décadas nos ha enfrentado de una forma brutal a la verdadera esencial del ser humano.
Como explicaba hace unos días Alfredo González-Ruibal, uno de los mayores expertos en arqueología del conflicto del país, "la primera fosa [de este tipo] descubierta fue la de Talheim (Alemania) en 1983. Y fue un shock. Porque acababa con la idea del Neolítico como un período pacífico". No es que en el neolítico no hubiera violencia, claro. Pero el consenso tradicional conceptualizaba el neolítico como una especie de arcadia feliz donde reinaban el trabajo cooperativo, el apoyo mutuo y las relaciones horizontales. No era así.
Arcadia no existe
Siempre según ese consenso tradicional, sería con el salto de las comunidades neolíticas a las sociedades de los metales cuando nacieron "la familia patriarcal, el estado y la propiedad privada" tal y como los entendemos ahora. Es decir, sería cuando aparecerían unas estructuras de poder y unos niveles de organización social que permitirían el desarrollo de conflictos cuasi-bélicos a gran escala. Hay propuestas políticas (minoritarias, pero reales) que se reivindican como 'primitivistas' en el sentido claro de plantearse la idea de volver a modelos sociales previos al calcolítico (o, incluso, al pensamiento simbólico).
El problema es que es mentira. "Durante mucho tiempo la imagen de las sociedades prehistóricas ha estado muy mediatizada por prejuicios brutales (la guerra del todos contra todos) o edénicos (el buen salvaje) y hay pruebas para todo los gustos, pero en mi opinión el error es pensar en la Prehistoria o sus períodos como bloques uniformes en cuanto a economía, organización social, violencia, etc", explicaba a Xataka Rodrigo Villalobos, arqueólogo y autor del ensayo más completo sobre la arqueología social del Neolítico, Calolítico y Bronce Antiguo.
La fosa de Talheim es un ejemplo inmejorable para tumbar esos "prejuicios edénicos". Se encontraron 34 individuos (7 eran mujeres, 16 niños) decapitados a hachazos. Era un tipo de violencia sistemática y ritual que no estábamos acostumbrados a ver en yacimientos de esa época. Con el paso de los años, descubrimos que no era un hecho aislado, que había muchas más fosas y que el 'modus operandi' (aunque cambiaba) era muy similar. Sobre todo, era similar esa sistematicidad: no se trataban aparentemente de estallidos de histeria colectiva; parecían acciones perfectamente pensadas y protocolizadas. Prácticas que incluían la mutilación, el canibalismo y la exposición de cuerpos de formas muy concretas.
¿Qué pasó en Centroeuropa?
Sin embargo, todo se volvió mucho más confuso cuando, con el paso de las décadas, nos dimos cuenta de que las fosas solo aparecían en sitios muy concretos: los sitios donde se dio la primera gran cultura neolítica europea, la Linienbandkeramik (LBK). Como explicaba Gonzalez-Ruibal, se la conoce así "por la decoración de las cerámicas con líneas" y se extendió fundamentalmente entre el Danubio, el Elba y el Rin: en Centroeuropa.
"¿Qué había pasado allí —— se preguntaron los arqueólogos —— para llegar a estos niveles de conflicto y agresividad?" Y es que la pregunta tenía miga: si eso fuera algo típico de las culturas neolíticas, deberíamos de haber encontrado fosas de ese tipo por medio mundo; pero eso no ha ocurrido. Lo que le pasó a la cultura de la cerámica de bandas fue algo específico, algo terrible.
Además, solo pasó durante un periodo muy concreto de tiempo. Entre el 5100 y el 4900 a. C. En apenas 200 años, ese lugar de Europa se volvió un infierno. Y, por si fuera poco, la cuestión se vuelve todavía más enigmática a poco que caemos en la cuenta de que esa es una zona especialmente rica, una región extremadamente fértil. Al fin y al cabo, uno podía esperarse este tipo de brotes violentos en contextos de escasez, pero ¿cómo explicarlos en un contexo en el que la fertilidad del suelo permitía una prosperidad tan elevada?
El fin de la fiesta
La última pregunta del bloque anterior tenía trampa, claro. para los arqueólogos precisamente esa prosperidad (y el aumento de población que trajo) fue la clave que explicaría la guerra total de hace 7.000 años. Y es que hay que tener en cuenta que, en aquella época, las economías agrícolas eran muy poco resilentes. Todo se sostenía sobre un puñado de cereales y legumbres. Eso exponía muchísimo a estas sociedades ante cualquier epidemia, cambio meteorológico o problema agrícola. Sobre todo, en ecosistemas como los "centroeuropeos [que] ofrecían recursos limitados con los que complementar la agricultura"
Según los arqueólogos, justo fue eso lo que pasó. Cuando empezaron los problemas (una mezcla de malas cosechas y epidemias) en la región rica e hiperpoblada donde se asentaba LBK, la competencia por los escasos recursos fue terrible, los poblados se fortificaron y los procesos psicosociales hicieron el resto: la violencia sin límites tomó todo.
Las lecciones de la historia
"Ni lo que sucedió antes ni lo que sucedió después se acerca a las atrocidades del fin de LBK", decía González-Ruibal. Y es cierto. Eso no quiere decir que no podamos encontrar más matanzas neolíticas, sino que (como dice Villalobos) la historia es mucho más compleja de lo que parece. En España, por ejemplo, coexisten "la fosa común de San Juan Ante Porta Latinam en Álava, con decenas de individuos asaeteados" con "los enterramientos de los dólmenes de la comarca burgalesa de La Lora, cuyos centenares de difuntos han sido estudiados recientemente por la antropóloga física Angélica Santa Cruz y entre los que apenas se han encontrado lesiones violentas". Todo en la misma época y a muy pocos kilómetros.
Es decir, que la principal lección de todo esto, como explicaba González Ruibal, es que "las sociedades tribales no están más inclinadas que las estatales a practicar la violencia extrema". Pero que en ambas se pueden dar "circunstancias que exacerban los conflictos y legitiman las atrocidades". "Es necesario conocer esas circunstancias para entender la lógica social de la violencia en el pasado. Pero también para evitar los conflictos en el presente"
Imagen | Prof. Dr. Martin Furholt, Institut für Ur- und Frühgeschichte/Uni Kiel
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