La paradoja tecnológica de la igualdad de género: cuanto más igualitario es un país, menos mujeres estudian ciencias y tecnología

La paradoja tecnológica de la igualdad de género: cuanto más igualitario es un país, menos mujeres estudian ciencias y tecnología
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Nos dijeron que, en ciencia, las mujeres son iguales o mejores que los hombres y llevaban razón. Nos dijeron que las enormes diferencias de género en el mundo tecnológico no estaban justificadas por capacidad y llevaban razón. También nos dijeron que, si avanzábamos en igualdad entre hombres y mujeres, esas diferencias desaparecerían, pero en esto no llevaban razón.

Con los mejores datos disponibles en la mano, no parece que haya lugar a dudas: en los países con mayor igualdad de género (países con más oportunidades educativas y que promueven más el papel de las niñas en la ciencia y la tecnología) el número de mujeres que realizan estudios científicos es menor. Esto es un problema y no tenemos ni idea de cómo solucionarlo**.

¿Un problema?

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Si entendemos las políticas de igualdad como un tipo de políticas industriales, es un problema que les afecta directamente. Si analizamos la base de datos internacional más actualizada sobre desempeño académico de los adolescentes, podemos comprobar que el número de mujeres que cursan estudios científicos o tecnológicos es muy inferior a las que, sobre el papel, podrían hacerlo. Esto ocurre en más de 60 países del mundo y significa que, en algún momento del desarrollo escolar, muchas mujeres se descuelgan de las carreras científicas.

En principio, a nivel social y económico, esto supone un problema en tanto que tenemos recursos humanos "desaprovechados". Es decir, podríamos tener mejores científicos y tecnólogos y nos los tenemos porque (por alguna razón) las mujeres deciden no dedicarse a ello.

¿Por qué ocurre esto?

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Ese es corazón del asunto. Si dar más oportunidades educativas a las mujeres y promover su papel en el mundo de la ciencia y la tecnología, genera como resultado que haya menos mujeres en estos campos, ¿tienen sentido las políticas públicas de promoción (y feminización) de la ciencia? ¿No podrían tratarse de un medida que consigue lo contrario de lo que busca?

Gijsbert Stoet y David C. Geary han estudiado el tema con mucha profundidad y han encontrado un dato curioso: las diferencias relativas entre géneros aumentan en entornos igualitarios. Si nos fijamos en los resultados relativos en casi todos los países (menos en Rumanía y el Líbano) el mejor resultado de los niños es en ciencia, mientras que en el caso de las niñas los mejores resultados en son en lectura.

Como digo, estas diferencias son más grandes cuanto más igualitario es el país. Stoet y Geary creen que ahí puede estar parte de la explicación a la paradoja: los hombres pueden no ser mejores en ciencias en términos absolutos, pero sí se trata de lo que se les da mejor. Cosa que no ocurre con las mujeres cuyos mejores resultados son en lectura. Estas diferencias relativas pueden tener un papel más importante que las diferencias absolutas: no suele gustar más lo que se nos da mejor.

Para los autores, esto se combina con una menor presión socioeconómica hacia las ingenierías y las ciencias. Según los datos, los estados más igualitarios suelen ser "Estados de bienestar" con un alto nivel de seguridad social. Los estados menos igualitarios, añaden una presión extra a las mujeres para trabajar en disciplinas mejor pagadas (que suelen coser las científicas y tecnológicas). En los estados más igualitarios, pueden elegir libremente sin miedo a las consecuencias.

¿Un argumento contra las políticas de igualdad?

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Parece una simple curiosidad estadística, pero esta paradoja se ha convertido en un argumento recurrente contra las políticas de promoción de la igualdad entre hombres y mujeres en el mundo científico y tecnológico. Para muchos, estos trabajos hacen evidente que las diferencias en los ámbitos sociales son producto de las diferencias entre las preferencias de las personas.

Es decir, a más libertad e igualdad los roles de género no desaparecerían, sino que se reforzarían. Pero lo cierto es que esta idea está muy lejos de estar demostrada. No tenemos una teoría precisa de cómo se crean esos roles y preferencias individuales. Por lo que lo razonable es no apresurarse a avalar ninguna hipótesis concreta.

De hecho, los autores anticipan la hipótesis contraria: que las políticas de igualdad lejos de ser inútiles, son claves para asegurar la libertad individual de las personas. Es decir, estamos ante un debate complejo que no hace más que constatar que la igualdad de género sigue siendo un tema lleno de paradojas.

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