Entre el humo y flashes no se ve, pero somos una sociedad tecnológica con los pies de barro. Lejos de la vista del consumidor final, todo el castillo de gadgets depende de una finísima línea de suministros que se puede desvanecer delante de nuestros ojos.
No sólo son 1500 millones de móviles, los 350 millones de portátiles o los 200 millones de tabletas que se venden cada año. Es que además queremos apostar por el coche eléctrico. ¿Cuál es el problema fundamental? Que no sabemos si tenemos materiales para tanta batería.
Un hambre inmensa de baterías
O, mejor dicho, sabemos que hay material, lo que nos sabemos es si podremos disponer de él. Según las estimaciones actuales, en los próximos diez años el mundo necesitará entre tres y diez veces más litio al año de lo que produjimos en 2015.
Según Nick Hodge, solo los planes de fabricación del modelo 3 de Tesla consumirían ellos solos todo el suministro anual de litio del mundo. La consecuencia más directa de esto es que el precio del carbonato de litio se fue a las nubes.
En 2017, los coches eléctricos superaron con creces los dos millones y la Agencia Internacional de la Energía estima que habrá unos 140 millones en 2030. Eso, según las estimaciones de la industria, eso dejará unos 11 millones de toneladas de baterías usadas de aquí a 2030. Sin embargo, en la Unión Europea solo se reciclan en torno al 5% de las baterías.
Entre otras cosas porque, aunque técnicamente se puede recuperar el litio de las baterías, el proceso es largo, costoso y está lleno de pasos intermedios. Uno de los grandes desafíos tecnológicos es este. Sin embargo, el del litio es un problema transitorio.
Lo cierto es que el mercado del litio, hoy por hoy, es minúsculo (sobre todo, si lo comparamos con el resto de mercados de materias primas). Hasta hace dos días, el mercado tenía un tamaño de menos de mil millones de dólares y el 86% de él estaba copado por cuatro grandes empresas. La buena noticia es que el 70% de las reservas están en Bolivia, Argentina y Chile y su explotación crece a buen ritmo.
Un problema de política internacional
Lo más probable es que la construcción de baterías se vea más constreñida por el cobalto o el níquel que por el litio. Ya hemos tenido suministros de ambos materiales. Pero no porque sean escasos, sino por los países que controlan la cadena de suministros.
"No es un riesgo de escasez física, pero existen riesgos de suministro que podrían afectar el precio no solo de litio sino también del cobalto, el manganeso y el níquel. Son materiales muy importantes", explicaba Logan Goldie-Scot, analista de Bloomberg New Energy Finance.
Y, por ejemplo, la mitad del cobalto del mundo está en la República Democrática del Congo. Un país que, aunque cada vez es más estable sigue teniendo grandes problemas de institucionales. El caso del níquel es relativamente mejor, pero, aunque está más distribuido, lo cierto es que una sola decisión de Indonesia en enero de 2017, hizo que el precio de la tonelada casi se duplicara.
Ese es uno de los verdaderos 'Grandes Juegos' que se combaten en la actualidad: la política internacional es un elemento fundamental en el mundo tecnológico y sus equilibrios (sociales, económicos y ambientales) tendrán un papel fundamental en el futuro de la tecnología.
Ver 8 comentarios