A lo largo de los años hemos ido conociendo pequeños fragmentos de la vida de los mayas. Por ejemplo, se sabía que bendecían muchas actividades utilizando plantas y haciendo rituales. Lo que nadie esperaba encontrar bajo los restos de una plaza antigua donde practicaban un juego de pelota era una planta con propiedades psicoactivas. Un estudio reciente ahonda en lo que podría estar detrás de esta práctica. ¿Para qué querrían los mayas este tipo de plantas “mágicas”?
El descubrimiento. El hallazgo de arqueólogos de la Universidad de Cincinnati tuvo lugar en Yaxnohcah, una antigua ciudad maya que prosperó desde aproximadamente el año 1000 a. C. hasta el 200 d. C., en lo que hoy es Campeche, México. Allí, una excavación reveló una plaza prominente, una que se utilizaba para un juego de pelota maya. Bajo la arquitectura que estaba destinada a ser la cancha, dieron con restos orgánicos de varias especies de plantas, siendo la Ipomoea corymbosa ("xtabentun" en lengua maya), la joya de la corona: una enredadera trepadora con propiedades alucinógenas.
La importancia de las plantas. Como decíamos al inicio, los mayas utilizaban plantas con propiedades medicinales para las ceremonias. Los arqueólogos que encontraron las plantas señalan que probablemente se deba a una bendición ritual de la corte durante la construcción, una ofrenda ceremonial para asegurar la buena voluntad y la buena fortuna.
Cómo las encontraron. Estaban realizando un trabajo de campo en el lugar cuando encontraron restos de materia orgánica que habían sido enterrados y permanecían relativamente conservados desde la construcción. Las posteriores técnicas para secuenciar ADN antiguo revelaron varias especies. Además de la “psicoactiva”, también encontraron chiles o Capsicum sp. (que utilizaban con fines médicos), Hampea trilobata ("jool" en maya), y Oxandra lanceolata ("chilcahuite" en maya), otra planta medicinal.
Teoría en torno a las plantas. La concentración de las plantas debajo de la plataforma sugiere que fueron colocadas juntas como un paquete. Aunque se desconoce qué implicaba exactamente el ritual, sugieren que tiene que ver con la curación o la transformación de un espacio doméstico a uno ceremonial. Lo que sí parece claro es que se llevó a cabo un ritual (directamente relacionado con el juego de pelota), con una ofrenda de plantas que tenía un profundo significado para los mayas.
Propiedades psicoactivas. En cuanto a la Ipomoea corymbosa encontrada, los historiadores recuerdan que se sabía que cuando los aztecas encontraron la planta, a la que llamaron "ololiuhqui", rápidamente reconocieron su poder para inducir visiones y alucinaciones. Los sacerdotes consumían las semillas en una bebida sacramental, creyendo que les permitía comunicarse directamente con los dioses.
En clave maya no está tan claro, principalmente porque es la primera evidencia sólida de la planta en un contexto maya antiguo. Es verdad que algunas pinturas y artes, donde se mostraban imágenes oníricas y mezcladas, parecían insinuar estados alterados de conciencia, pero nunca antes hubo una prueba irrefutable.
¿Y jugaban a la pelota los maya? Por supuesto, de hecho, se piensa que formaba una parte muy importante de la sociedad. El juego de la pelota iba incluso más allá de un deporte como lo entendemos hoy. Para los mayas tenía sentido religioso, un acto que veneraba a los dioses y héroes, reafirmaba su devoción a ellos y, en ocasiones, incluso incluía el sacrificio de cautivos después de un partido.
Por ejemplo, existía un juego llamado pok-a-tok que tenía reglas similares al fútbol y al baloncesto. Jugado en elaboradas canchas de piedra con paredes inclinadas y aros elevados, los jugadores intentaban pasar la pelota a través de un aro en una pared. Los investigadores creen que estos juegos eran recreaciones simbólicas de batallas cósmicas entre las fuerzas de la vida y la muerte, la luz y la oscuridad.
Ahora podemos imaginar también que esas recreaciones cósmicas podrían ir acompañadas de auténticos estados de ensoñación con la ayuda de "plantas mágicas".
Imagen | Celso FLORES, Fg2, Lentz et al., PLOS ONE, 2024, KÃ¥re Thor Olsen
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