Cuando pensamos en fibra óptica pensamos en el cable que llega a nuestras casas para conectarse a la red de la ciudad y a Internet. Si bien es cierto que este es su principal uso, también puede tener utilidad más allá de Internet. Por ejemplo para detectar terremotos o, más recientemente, para mapear la temperatura de la capa de hielo de Groenlandia.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Cambridge ha hecho uso de una interesante técnica para medir la temperatura en diferentes zonas de la capa de hielo: fibra óptica. Combinada con pulsos láser, han conseguido mapear con una precisión sin precedentes cuál es la temperatura en los diferentes estratos de la capa de hielo.
Según explican, mediante esta nueva técnica utilizan un pulso láser que atraviesa todo el cable de fibra óptica. Un cable de fibra óptica que alcanza una profundidad de hasta un kilómetro en la capa de hielo. Al analizar las diferentes distorsiones en la luz dispersa a medida que se encuentra con el hielo circundante, el sistema puede revelar su temperatura.
Por lo general, a la hora de medir la temperatura de la capa de hielo normalmente se colocan sensores en un cable que se va dejando caer en el agujero. Esto ofrece lecturas del entorno de debajo de la superficie, pero no con una precisión tan alta como se requiere a menudo. ¿Por qué? Porque no se pueden colocar muchos sensores y a menudo están espaciados, el uso del láser hace que se obtenga una medición en cada nivel y de forma continua
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Monitorizando Groenlandia
Medir con precisión la temperatura de la capa de hielo es especialmente importante para tener predicciones más precisas de cómo progresará su deshielo. Algo que puede llegar a ser clave para entender los efectos del cambio climático en el planeta.
Sabiendo ahora mejor la distribución de la temperatura los científicos pueden recolectar más datos sobre el comportamiento de la capa de hielo de Groenlandia. Se trata de la segunda capa de hielo más grande después de la de la Antártida. También es una capa de hielo que se derrite a un ritmo increíblemente rápido. Algo que acaba repercutiendo en el nivel del mar y, al final, en los diferentes ecosistemas y climas del mundo.
Más información | Universidad de Cambridge
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