El paladio nunca ha sido un metal barato. Es escaso y tiene un sinfín de aplicaciones, y en estas circunstancias son las leyes del mercado las que mandan. La escasa oferta y la importante demanda solo pueden acarrear una consecuencia: su precio necesariamente será alto. Aun así, que a principios de enero de 2019 haya conseguido superar el precio del oro, algo que no sucedía desde 2002, y se haya colocado como el metal precioso más cotizado del planeta, sorprende.
Sí, el paladio es escaso, pero… ¿por qué es tan valioso? Sencillamente, porque sus propiedades fisicoquímicas lo hacen idóneo para ser utilizado en los catalizadores de los coches de gasolina y diésel. Y también en los condensadores y otros componentes de nuestros dispositivos electrónicos. Estas son las dos aplicaciones más frecuentes, pero tiene otras también importantes. Hay quien incluso asigna a este metal un rol esencial en ese bonito sueño que es la fusión fría, y que, por el momento, no tiene visos de hacerse realidad. Al menos a medio plazo. Estas son algunas de las razones por las que merece la pena que conozcamos un poco mejor el paladio.
Un metal precioso por derecho: qué es y dónde se encuentra
El paladio es un elemento químico con número atómico 46, lo que significa que un átomo de este elemento tiene 46 protones en su núcleo y otros tantos electrones orbitando en torno a él. La coincidencia entre el número de protones, que tienen carga eléctrica positiva, y el de electrones, que tienen carga eléctrica negativa, es una propiedad que provoca que la carga eléctrica global del átomo sea neutra. El símbolo que nos permite localizarlo en la tabla periódica de elementos es Pd, y forma parte del grupo del platino, que está constituido por seis metales, debido a que sus propiedades fisicoquímicas son muy similares.
Su color plateado y su escasez han provocado que desde la antigüedad el paladio haya sido considerado un metal precioso, pero lo que lo hace tan apreciado más allá de su aspecto son sus propiedades. Y es que en contacto con el aire no se oxida, es blando y maleable, es el metal del grupo del platino menos denso y con el punto de fusión más bajo, y, lo que es mucho más sorprendente, es capaz de absorber unas cantidades enormes de hidrógeno molecular (H2) a temperatura ambiente.
Precisamente, esta última propiedad es la que en gran medida lo coloca como el candidato ideal para ser utilizado en los catalizadores de los coches, como veremos en la siguiente sección del artículo, debido a que puede absorber hasta 900 veces su propio volumen en hidrógeno molecular. No es necesario que profundicemos mucho más en las propiedades fisicoquímicas de este elemento, pero nos viene bien tener unas ligeras nociones acerca del carácter químico del paladio porque pueden ayudarnos a entender por qué resulta tan valioso para algunas industrias, como la automovilística o la electrónica, entre otras.
El paladio tiene una propiedad muy interesante: es capaz de absorber hasta 900 veces su propio volumen en hidrógeno molecular. Esto es lo que lo hace especial
Solo un apunte más antes de dejar la química atrás: en la naturaleza podemos encontrarlo bajo la forma de siete isótopos, seis de ellos estables, y, por tanto, no radiactivos. Los isótopos son átomos que pertenecen a un mismo elemento químico, por lo que tienen el mismo número de protones, pero difieren en el número de neutrones, lo que provoca que su masa sea distinta. Curiosamente, las propiedades químicas de los isótopos son las mismas, pero sus propiedades físicas no son idénticas como consecuencia de su distinta masa atómica.
Ya tenemos algunas nociones acerca de las propiedades fisicoquímicas del paladio que nos ayudan a intuir por qué es un metal valioso, pero aún tenemos pendiente confirmar que realmente es escaso. En la naturaleza casi siempre se encuentra bajo la forma de aleaciones con otros metales del grupo del platino, como el propio platino, el rodio o el rutenio, e, incluso, en aleación con el oro. El problema es que para obtener una pequeña cantidad de paladio es necesario procesar cantidades enormes de mineral, lo que encarece aún más su obtención. Eso sí, la buena noticia es que debido a que suele encontrarse junto a otros metales valiosos, como los que he mencionado en este mismo párrafo, el níquel o el cobre, el esfuerzo que es necesario llevar a cabo para extraerlo y procesarlo se ve recompensado por la posibilidad de obtener varios metales muy apreciados.
Los depósitos de paladio más abundantes que se conocen están en los montes Urales, lo que explica que actualmente Rusia produzca aproximadamente el 50% del paladio que podemos encontrar en el mercado mundial. Otros países que también tienen minas importantes de este metal son Sudáfrica, Canadá, Estados Unidos, Etiopía y Australia, que se reparten el 50% restante. Si sumamos su escasez, su costoso procesado y el hecho de que está en manos de unos pocos países, es fácil intuir por qué es tan caro, actualmente más incluso que el oro.
Un apunte curioso es que es posible obtener paladio en los reactores de fisión nuclear actuales a partir de los desechos del combustible nuclear, pero el elevado nivel de radiación emitida por este material y su complejo procesado han provocado que este método de producción no se utilice.
Sin él los coches de gasolina contaminarían mucho más
Como he mencionado en los primeros párrafos del artículo, una de las aplicaciones más importantes que tiene el paladio actualmente consiste en revestir la malla cerámica que incorporan los catalizadores, o convertidores catalíticos, instalados tanto en los coches de gasolina como en los modelos diésel, aunque a estos últimos han llegado más tarde. En el ámbito de la química un catalizador es una sustancia que, debido a sus propiedades, es capaz de acelerar una reacción química sin que su masa se vea alterada durante este proceso, conocido como catálisis.
Unas líneas más arriba hemos visto que el paladio tiene la curiosa capacidad de absorber grandes cantidades de hidrógeno molecular, un gas inflamable, inodoro e incoloro que contiene moléculas constituidas por dos átomos de hidrógeno. En los catalizadores de los coches no se utiliza únicamente paladio; también pueden usarse los otros metales del grupo del platino, como el propio platino o el rodio, con los que el paladio comparte unas propiedades químicas similares. En cualquier caso, su capacidad de absorción de las moléculas de hidrógeno permite utilizar el paladio para reducir notablemente la cantidad de gases nocivos que expulsan los motores de combustión interna.
Gracias al paladio y a los otros metales del grupo del platino los catalizadores de nuestros coches consiguen neutralizar las emisiones de monóxido de carbono (CO) e hidrocarburos, transformándolos en dióxido de carbono (CO2) y vapor de agua (H2O). Al mismo tiempo, los óxidos de nitrógeno (NOx) se disocian en nitrógeno molecular (N2) y oxígeno (O2), dos gases que forman parte del aire que respiramos. Un detalle importante es que para que este proceso funcione es necesario que la temperatura de los elementos que intervienen en la reacción sea de al menos 426 grados centígrados, por lo que es necesario alojar el catalizador lo más cerca posible del colector de escape, que está formado por los tubos que recogen los gases de escape fruto de la combustión en el interior de los cilindros del motor.
Como acabamos de ver, los convertidores catalíticos son unos aliados muy valiosos, y, sobre el papel, parece que deberían ser capaces prácticamente de evitar que los coches contaminen. Y no es así. Sobre la eficiencia de los catalizadores podríamos hablar largo y tendido, pero lo que nos interesa en este artículo es saber que cuando son nuevos y se encuentran en las mejores condiciones posibles su eficiencia es muy alta (cercana al 99%), y decae algo con el uso. La eficiencia mide la capacidad con la que un convertidor catalítico transforma los gases nocivos en gases inocuos, o, al menos, en sustancias mucho más respetuosas con el hombre y el medio ambiente, así como la habilidad con la que almacena oxígeno.
Para que el convertidor catalítico trabaje en óptimas condiciones y su eficiencia no se resienta es necesario monitorizar y actuar sobre la mezcla del combustible, un proceso en el que ejerce un papel muy importante la sonda lambda. Este último elemento es un sensor que evalúa en tiempo real la calidad de la combustión y proporciona información a la centralita de la inyección electrónica para que pueda regular la mezcla. Normalmente se considera que un catalizador con una eficiencia igual o superior al 92% realiza un buen trabajo, pero si decae por debajo de este valor es una buena idea revisar el sistema de filtrado de sustancias contaminantes de nuestro coche.
Este es el rol del paladio en la electrónica de consumo
Las aplicaciones del paladio van mucho más allá de su uso como elemento central en los convertidores catalíticos de nuestros coches. En electrónica de consumo también es un elemento muy apreciado por su versatilidad. Esta industria le ha dado varias aplicaciones, pero una de las más relevantes consiste en utilizarlo, normalmente en aleación con la plata, en los electrodos de los condensadores de múltiples capas de cerámica. Un condensador es un componente eléctrico que es capaz de almacenar energía potencial bajo la forma de un campo eléctrico.
La mayor parte de ellos tiene una estructura relativamente sencilla: dos placas de material metálico capaz de conducir la electricidad, denominadas electrodos, separadas por un material aislante. Este último es el dieléctrico, un componente con una conductividad eléctrica muy baja, que, por tanto, se comporta como un aislante. Esta estructura es, precisamente, la que permite al condensador almacenar carga eléctrica. El paladio interviene en la composición de los electrodos, y la cerámica se utiliza en estos condensadores como dieléctrico. Actualmente podemos encontrar condensadores cerámicos multicapa en muchos de los dispositivos electrónicos que utilizamos en nuestro día a día, como las placas base de nuestros ordenadores, los televisores o los equipos de sonido.
El paladio también se usa con frecuencia, normalmente en aleación con el níquel, como revestimiento de las zonas de contacto entre componentes eléctricos, aunque en esta aplicación compite con el rodio, que, como hemos visto, es uno de los metales del grupo del platino con los que comparte algunas de sus propiedades fisicoquímicas. Otra aplicación habitual de este elemento químico son los paneles de soldadura, especialmente los utilizados en joyería, debido a su robustez y durabilidad.
El paladio y la fusión fría
La demanda de este elemento químico va más allá de las industrias automovilística y de la electrónica de consumo. El paladio es muy popular en joyería como alternativa a la plata y el oro blanco, en fotografía por su capacidad de ser utilizado en las emulsiones que facilitan el revelado de la película fotográfica y en electroquímica debido a su habilidad a la hora de absorber enormes cantidades de hidrógeno a temperatura ambiente y con una presión atmosférica normal. Pero lo más sorprendente es que también es un elemento al que han recurrido durante las últimas décadas varios científicos para intentar demostrar que la fusión fría es posible.
Esta técnica, la fusión fría, aspira a recrear una fuente de obtención de grandes cantidades de energía por medio de la fusión de núcleos atómicos en condiciones de temperatura y presión cercanas a las del ambiente ordinario. Los reactores de fusión nuclear experimentales en los que trabajan actualmente los científicos, como ITER, necesitan que el plasma alcance una temperatura cercana a los doscientos millones de grados Celsius para que los núcleos de deuterio y tritio se fusionen, dando lugar a un núcleo de helio y un neutrón de alta energía, y liberando una enorme cantidad de energía durante este proceso.
Hasta ahora los experimentos que han intentado demostrar la viabilidad de la fusión fría no han podido ser replicados, por lo que esta estrategia ha quedado desprestigiada
Como podemos imaginar, manejar un plasma con una temperatura tan alta conlleva retos de una envergadura enorme, además de que la energía que es necesario invertir para calentarlo es muy importante. Esto es, precisamente, lo que pretende evitarnos la fusión fría. Así que, efectivamente, sobre el papel pinta realmente bien. El paladio ejerce un rol central en esta estrategia porque su enorme capacidad de absorción de hidrógeno, en teoría, puede llegar a provocar, si se dan las condiciones apropiadas, que los núcleos atómicos se acerquen lo suficiente para que la interacción nuclear fuerte entre en acción y los fusione, liberando en este proceso energía.
Este es, grosso modo, el argumento al que han recurrido durante las últimas décadas varios científicos para asegurar que habían conseguido recrear en su laboratorio la tan ansiada fusión fría. Dos de los casos que tuvieron más repercusión debido a la talla de los científicos involucrados en ellos fueron el de los electroquímicos Martin Fleischmann, británico, y Stanley Pons, estadounidense, en 1989, así como la demostración del físico japonés Yoshiaki Arata y su equipo, en 2008. Todos ellos recurrieron, entre otros elementos químicos, al paladio, y afirmaron haber llevado a cabo la fusión fría con éxito.
El problema es que sus experimentos no pudieron ser replicados a posteriori por otros equipos de investigación, una condición inexcusable para dar como válido su logro, por lo que la fusión fría fue perdiendo interés. Desde entonces otros científicos han hecho esfuerzos muy importantes para entender los experimentos que giran alrededor de las reacciones nucleares de baja energía, y los últimos hallazgos reflejan que lo que realmente sucede no es que los núcleos atómicos se fusionen entre sí, sino que los protones y los electrones interaccionan dando lugar a nuevos neutrones. En cualquier caso, es una línea de investigación interesante y es probable que nos depare alguna sorpresa durante los próximos años.
Imagen de portada | Wikimedia Commons
Imágenes | Jurii | Money Metals
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