La historia de los primeros Homo sapiens europeos está envuelta en numerosos misterios. Pero un reciente estudio genético puede darnos algunas pistas sobre lo que pasó en Europa cuando la última glaciación comenzó a adueñarse del continente: la península Ibérica se convirtió en el último refugio.
Según lo que sabemos hasta ahora, los seres humanos modernos no comenzamos nuestra andadura pro Europa hasta hace “tan solo” unos 45.000 o 50.000 años. Y lo que es más, hasta ahora creíamos que estos primeros sapiens europeos habían desaparecido víctimas del último periodo glacial para no volver hasta las etapas finales de la edad de hielo.
Ahora dos nuevos estudios genéticos de los restos óseos de humanos europeos han desvelado una historia algo distinta: la de un pequeño grupo de supervivientes que hizo de la península Ibérica su particular refugio climático.
Se denomina cultura Gravetiense al grupo de humanos que habitaban Europa hace entre 32.000 y 24.000 años, algo antes de la llegada del último máximo glacial (LGM) ocurrido hace unos 25.000 años. Los gravetienses compartían rasgos culturales como su arte y herramientas, pero a pesar de ello estaban divididos genéticamente, entre un subgrupo occidental que habitaba la actual Francia y la Península Ibérica y otro que se extendía en Centroeuropa y la península Itálica, según los últimos estudios.
Pero los estudios van más allá. En dos trabajos publicados ahora en las revistas Nature y Nature Ecology & Evolution, analizan datos genéticos de poblaciones europeas desde hace 35.000 años hasta hace 6.000. Los resultados indican qué pudo pasar con aquellos humanos gravetienses durante y después del periodo glacial.
Lo que cuentan los autores de estos estudios es que los dos grupos gravetienses corrieron suertes distintas. Los gravetienses occidentales buscaron (y encontraron refugio en la península Ibérica cuando el frío se adueñó del continente. Una vez las condiciones climáticas lo permitieron, estos humanos migraron hacia el norte para volver a asentarse a lo largo de Europa occidental.
Los investigadores comprobaron que la impronta genética de este grupo sobrevivió al último máximo glacial y puede observarse en el material genético en poblaciones posteriores de Europa occidental.
“Gracias a estos hallazgos, por primera vez podemos respaldar directamente la hipótesis de que el suroeste de Europa ofreció condiciones climáticas más favorables durante la fase más fría de la Edad de Hielo y grupos humanos encontraron refugio aquí”, señalaba en una nota de prensa Cosimo Posth, uno de los autores de los estudios.
Los gravetienses del centro y sur, por su parte, no lograron perpetuarse genéticamente. Es probable que éstos trataran de desplazarse hacia el sur por la actual Italia, pero sus trazos genéticos se perdieron después de la glaciación.
Según los análisis paleogenéticos, fue aún durante la era glacial que otro grupo de humanos comenzó a asentarse en los territorios antes habitados por los gravetienses orientales. El grupo “procedería de los Balcanes y llegaría primero al Norte de Italia durante el momento del máximo glacial, desde donde se diseminó en dirección Sur, hasta Sicilia”, explica otra de las autoras del estudio, He Yu.
Como ya ocurriera durante el Gravetiense, los humanos europeos orientales y occidentales se mantuvieron genéticamente separados también después del fin de la Edad de Hielo, hace unos 19.000 años. Las primeras pruebas de un “acercamiento” genético no se dieron hasta hace unos 8.000 años. “En ese momento, los cazadores-recolectores de diferentes ascendencias genéticas e incluso diferente apariencia física se mezclan entre sí. Poseían rasgos fenotípicos diferentes, incluyendo color piel y ojos", comenta He Yu.
Esta es la época en la que la agricultura comienza a llegar a Europa. En este momento es probable que los grupos de cazadores recolectores de la época comenzaran a desplazarse hacia el norte, por lo que las migraciones podrían explicar este cambio demográfico.
Aún es más lo que desconocemos que lo que sabemos de una época de la que nos quedan pocos detalles. Los avances en el estudio de la genética de nuestros ancestros está supliendo los muchos huecos que tiene la historia del ser humano. A pesar de ello aún quedan muchos enigmas por resolver.
Imagen | Tom Bjoerklund
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