Los ensayos nucleares realizados en los años 60 y 70 nos han traído un curioso descubrimiento medio siglo después. Un equipo de investigadores de la Universidad del Sur de California ha encontrado en ellos pruebas de que el núcleo terrestre oscila, alternando periodos en los que gira más rápido que la superficie terrestre con periodos en los que ésta toma ventaja. Este fenómeno explicaría un fenómeno curioso, los ciclos de seis años observados en la duración del día.
Historia de los descubrimientos. Para entender la relevancia del estudio conviene ponerse en antecedentes, dos concretamente. En primer lugar, las observaciones que a mediados de los 90 mostraron que el núcleo terrestre se estaba moviendo a una velocidad mayor que la de la superficie. A este desfase se lo conoce como superrotación.
Los cálculos iniciales estimaron que esta diferencia era de un grado por año, pero las estimaciones posteriores rebajaron esa cifra. John Vidale, uno de los coautores de este nuevo estudio estuvo involucrado en estas nuevas estimaciones que confirmaron y a la vez matizaron los primeros cálculos.
El segundo antecedente clave es el descubrimiento de pequeñas oscilaciones (cuestión de milisegundos) en la duración del día, es decir, en el tiempo que la superficie terrestre necesita para completar su rotación. Estos ciclos oscilan cada seis años, y ya desde hace casi una década los científicos sospechaban que esta oscilación tenía que ver con cambios en la velocidad de rotación de de las capas interiores de la Tierra.
Superrotación y subrotación. El estudio que acaba de publicar la revista Science Advances señala en esta última dirección. El análisis firmado por Vidale y Wei Wang se centra en el periodo entre 1969 y 1974, en el que observaron cambios en la velocidad de rotación del núcleo terrestre. Descubrieron que el núcleo giraba algo más despacio de lo que se esperaba entre 1969 y 1971, pero que la llamada superrotación se había invertido en el periodo entre 1971 y 1974.
Esto quiere decir que durante el tiempo señalado el núcleo terrestre se movía más despacio que la superficie de nuestro planeta, esto es, subrrotaba. Los resultados coincidían con los datos observados en la época sobre la duración del día, lo cual viene a confirmar la vinculación entre las oscilaciones de la velocidad relativa del núcleo y los cambios en la duración del día en la Tierra.
Terremotos y bombas nucleares. Los investigadores emplearon un curioso mecanismo para realizar sus cálculos, el análisis de las ondas sísmicas causadas por los ensayos nucleares soviéticos entre 1971 y 1974. Durante esa época la URSS detonó diversas bombas en el subsuelo del archipiélago de Novaya Zemlya. Los datos sísmicos fueron recogidos por el Large Aperture Seismic Array (LASA), un sistema de detección de eventos sísmicos de la Fuerza Aérea estadounidense situado en Montana, utilizado en la guerra fría como forma de detectar explosiones nucleares.
Tras obtener los primeros resultados, Wang y Vidale replicaron el procedimiento para el trienio anterior, aprovechando sendas pruebas nucleares esta vez en la isla Amchitka, cerca de Alaska, en los años 1969 y 71.
Una oscilación conocida. Combinando los datos sísmicos con las observaciones sobre la duración del día, los investigadores confirmaron la intuición inicial. “La idea de que el núcleo interno oscila corresponde a un modelo que ya estaba ahí, pero la comunidad [científica] ha estado dividida sobre si esto era viable” explica Vidale. “Nos adentramos en esto esperando ver la misma dirección y tasa de rotación en las pruebas atómicas previas, pero vimos lo contrario. Estábamos bastante sorprendidos de hallar que se estaba moviendo en dirección opuesta.”
La dirección futura de la investigación. Lograr ampliar el registro de datos va a resultar complicado. Por una parte por el fin de los programas de ensayos nucleares y por otra por en cierre de instalaciones como el LASA de Montana. Eso no quiere decir que la investigación sea imposible, pero tendrá que basarse en ondas sísmicas “convencionales”, las causadas por los terremotos. El problema es que la información lograda así es menos precisa.
Analizar lo que hay debajo de la superficie de planetas (y otros objetos) es una tarea compleja por el mero hecho de que no podemos simplemente destapar y “mirar” lo que hay. Sin embargo los autores de este último estudio señalan que queda camino por recorrer si queremos entender mejor cómo es esta especie de carrera entre núcleo y superficie.
“Una de las preguntas que hemos intentado responder es ¿se mueve progresivamente el núcleo interior o está más bien fijado en comparación con todo lo demás en el largo plazo? Estamos intentando entender cómo se formó el núcleo interno y cómo se mueve a lo largo del tiempo” apostilla Vidale.
Imagen | A.Steiwi
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