La ciencia está más cerca de lograr uno de sus grandes retos: tomates más dulces sin sacrificar su tamaño

Dos cambios genéticos permiten crear tomates un 30% más dulces

Conseguir un buen tomate se ha convertido, en muchos contextos, en una misión imposible. Son muchos los factores que determinan el sabor (o la ausencia de este) en un tomate, pero uno de los más importantes es la talla: a mayor tamaño, menos sabor.

Dos genes. Un grupo de investigadores ha logrado crear tomates más dulces alterando su genética. Lo han hecho cambiando tan solo dos de sus genes, para lo cual recurrieron a las “tijeras” de edición genética, la herramienta CRISPR-Cas9.

Hasta ahora parecía imposible lograr tomates más dulces sin sacrificar su tamaño o la producción tomatera de las plantas. El nuevo trabajo ha logrado que los tomates incrementen significativamente su dulzor, superando el problema del tamaño.

Los genes en cuestión son SlCDPK26 y SlCDPK27. Estos dos genes son más activos en las variedades más grandes (y por tanto menos dulces) de tomates. El equipo observó que estos genes codifican proteínas cuya presencia reducía la actividad de las enzimas productoras de azúcares.

30% más dulces. El resultado: tomates un 30% más dulces, con un mayor contenido de glucosa y fructosa. El equipo contrastó las medidas tomadas en laboratorio dando a probar los tomates resultantes en una cata con unos 100 participantes. La cata confirmó los resultados.

Los tomates mejoraban su sabor manteniendo su tamaño, eso sí los frutos resultantes tenían menos semillas y más ligeras, si bien estas germinaban con normalidad. Los detalles del estudio fueron publicados en un artículo en la revista Nature.

Desde 2017. El camino hasta aquí ha sido largo. El desarrollo de la tecnología de edición genética CRISPR a lo largo de las últimas décadas ha sido fundamental, pero la búsqueda del “santo grial” del tomate sentó sus bases hace siete años, cuando un grupo de expertos esbozó un plan para el desarrollo de este tipo de tomates.

Un plan que publicaron en la revista Science y que parece comenzar a dar sus frutos. Para ello ha sido necesario el estudio genético de casi cuatro centenares de variedades de tomates y el estudio organoléptico (a través de los órganos sensoriales) de un centenar de estas variedades.

No solo va de sabores. Por ahora estos cambios no son suficientes para equiparar el sabor de estos tomates con algunas variedades más dulces o sabrosas, como los diminutos tomates cherry y otras variedades similares. Sin embargo se trata de un importante avance a la hora de frenar un declive notorio en la calidad de esta verdura.

Además, el desarrollo de este tipo de técnicas de edición genética puede en un futuro ayudarnos a crear variedades más nutritivas o con determinados compuestos que puedan mejorar nuestra salud. De manera similar a lo que se hace con organismos modificados genéticamente de forma  “convencional”, como el arroz dorado, un arroz enriquecido con betacaroteno, la molécula precursora de la vitamina A.

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Imagen | Anna Evans

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