Tras el último terremoto de México, es el momento de reconocer que no estamos preparados para el siguiente

Ayer México volvió a temblar y esta vez el resultado ha sido devastador: más de 200 muertos, decenas de edificios destrozados y mucha mucha confusión. A diferencia del terremoto del 8 de septiembre, esta vez el sistema de alerta sísmica mexicano se activó justo en el mismo momento del terremoto y no antes.

No fue un fallo. La cercanía del epicentro (a unos 75km de la capital) impidió que las alarmas anticipasen el terremoto con suficiente antelación. No pasó así hace unas semanas, cuando las alarmas sonaron hasta dos minutos antes de que comenzara a sentirse. México tiene un sistema pionero, pero ¿y el resto del mundo?

Un ejemplo para el mundo

El sistema de alertas mexicano es desde 1991 la primera línea de acción frente a los terremotos. Tras el terremoto de 1985 en Ciudad de México que dejó (mucho) más de 5000 muertos y causó un impactó brutal en la opinión pública, se instalaron 12 sensores sísmicos que, a lo largo de los años, han crecido hasta los más de 100 sobre todo a lo largo de la costa del Pacífico.

Técnicamente es imposible tener cubierto todo el país. El sistema está diseñado para sismos costeros [mucho más lejanos], que son la mayoría”, explicaba en El País Carlos Valdés, director general del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) de México. Y aunque (como veremos) no está claro que el problema sea técnico, es cierto que durante décadas México ha sido un ejemplo para todos los países con riesgos sísmicos del mundo.

¿Cómo funciona?

Si observamos el funcionamiento el sistema vemos que ni este, ni ningún sistema de alertas puede alertar a las zonas cercanas al terremoto. Se necesita que al menos tres sensores sísmicos se activen siguiendo un patrón determinado y se requiere un tiempo para procesarlo. "Es cuestión de segundos, pero suficiente para que la alerta llegase justo cuando se estaba produciendo el seísmo", explicaba el Cenapred.

Pese a los problemas técnicos, el consenso es que este tipo de sistemas son fundamentales para responder a los terremotos. Por ejemplo, estos sistemas permiten que en los primeros tres segundos se pueda realizar una estimación muy fiable de su intensidad y podamos gestionar una respuesta más rápida.

Y sin embargo son sistemas muy raros

El caso del terremoto de Tōhoku en 2011 es un buen ejemplo de la efectividad de estos sistemas. Murieron 15.894 personas, pero si las alarmas no hubieran funcionado la catástrofe habría sido muchísimo mayor.

Sin embargo, muy pocos países del mundo lo tienen. Solo Japón y Taiwan tienen sistemas de alertas que cubren exhaustivamente todo el país. Estados como Italia, Canadá, Suiza, Estados Unidos o Rumanía tienen sistemas parciales. Y México, claro. El sistema mexicano es el decano, pero solo cubre la costa del pacífico y el centro y suroeste del país.

En 2009, Vancouver creó un sistema de alertas llamado ShakeAlarm que, durante los últimos años impulsado por varias universidades, ha sido utilizado de base para ampliarlo a Washington, Oregón y California. En 2015, el Congreso Norteamericano encomendó al Servicio Sismológico de Estados Unidos el desarrollo de un sistema general. Dicho sistema tendría que entrar en vigor en 2018, pero los recortes presupuestarios de Trump amenazan con que nunca se haga realidad.

En 2016, un equipo de la Universidad Complutense de Madrid demostró que era viable (y recomendable) instalar un sistema de alerta temprana en el sur de la península, un lugar con una muy considerable actividad sísmica. De hecho, entre el cabo de San Vicente, la Bahía de Cádiz y a lo largo de las cordilleras béticas se han producido terremotos tremendamente destructivos. Sin embargo, hasta el momento no se ha planteado ponerlo en marcha.

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