Anda la industria editorial española revuelta con el tema del libro electrónico. El debate, de momento, se sitúa en los lugares comunes de la piratería, cómo solucionarla (diversas variantes, los prohibicionistas y los pedagógicos), el futuro de los autores y vendedores de libros y los precios. Todo ello forma parte del debate, indudablemente, pero tengo la impresión de que nos falta adoptar la perspectiva adecuada para el proceso que estamos viviendo, que no es otro que la evolución del sector hacia un oligopolio de empresas tecnológicas.
¿Por qué digo esto? Porque soy optimista. Si fuese pesimista diría que vamos hacia un monopolio de Amazon, pero el caso es que hay algunas otras compañías con posibilidad de ser relevantes. Hay que sumar las iniciativas de Apple y Google a esta carrera por ser el gran librero electrónico y el buen hacer de Barnes & Noble con su Nook, aunque sus propuestas no han salido de Estados Unidos si exceptuamos la tienda de la compañía de la manzana. Los oligopolios son preocupantes, los monopolios son peores, y más en este caso en el que Amazon y compañía no sólo están desplazando a las tiendas de libros, sino que también a las editoriales.
Quien controla el interfaz con el usuario, controla la venta
Desde que salió Kindle sabemos que la venta de libro electrónico debe estar integrada en el dispositivo. El control del interfaz entre usuario y lectura, es quien tiene la sartén por el mango para hacer de librero, como también demostró Apple con iPod. Esto le ha costado años a la industria entenderlo, de hecho en 2011 comenzaba la segunda etapa del libro electrónico en nuestro país, con Casa del Libro, Fnac, Movistar y El Corte inglés respondiendo con un cambio de estrategia.
El problema de su aproximación es que por no hacer hierro y delegar en terceros, su experiencia de usuario está un peldaño por debajo. Quien si tiene un lector más afinado, falla en la tienda, como es el caso de Sony. Si a eso sumamos que Amazon ajusta mucho el precio de kindle y ofrece integración en cualquier sistema operativo, la competencia para los antiguos grandes actores se pone cuesta arriba.
Las editoriales tienen el problema de que los escritores no dan conciertos
Alguna vez he discutido que las discográficas están acabando como empresas de marketing que poco más aportan a los grupos que sumar la producción del disco como un adelanto. Esto último siempre ha sido una de las grandes bazas de las editoriales, los adelantos ofrecidos a sus escritores más importantes.
¿Cambia algo esto con el libro electrónico? Por un lado tenemos que los escritores razonablemente querrán maximizar sus ingresos – aunque pueden escribir colaboraciones en sitios, no dan conciertos como gran fuente de ingresos como los músicos – y Amazon ofrece una propuesta muy atractiva: más ingresos por ventas, más control sobre las decisiones de negocio que afectaban a su libro y más lectores por controlar el canal de venta. Si a eso sumamos que las editoriales no son especialmente duchas respecto a lo digital, no estamos en el mejor escenario para ellas.
El debate no se acaba aquí, ciertamente, creo que merece la pena analizar los números antes de crucificar su labor como quienes se llevan “todos los ingresos de los pobrecitos autores”. En todo caso, una nueva generación de los mismos se sienten salvados por los nuevos actores como Amazon mientras que hay quienes defienden el publicar con una editorial.
Prestigio y filtrado en la era de internet
Otro de los argumentos clásicos para valorar una editorial es que salir publicado por según que sello en según qué editorial, aporta prestigio por el filtro del editor y por la capacidad de éste de enderezar la obra. Esto también ha formado parte del argumentario en defensa de las pequeñas librerías, justificando la ley del libro que las protege: los libreros no sólo comercian, sino que también prescriben. Estoy de acuerdo en parte, de hecho quien publicó “Los detectives salvajes” tiene ganado mi respeto y consideración por años, pero también es cierto que la gran mayoría de mis compras de libros ya vienen por recomendaciones por publicaciones y usuarios en internet.
Con la red nacen nuevos filtros y sistemas de recomendación. A las clásicas publicaciones se suman las de los contactos en medios sociales, bloggers, nuevos medios y, también, los algoritmos de Amazon y similares. El papel de la editorial sigue siendo vigente, pero ya no es tan relevante como antaño, por mucho que uno sea admirador declarado de lo que están haciendo algunas tan buenas como Impedimenta.
Libro electrónico y “economics”
La gente tiene la percepción de que un libro en edición digital debe costar mucho menos que en papel. ¿Cuánto? Ahora mismo todo el mundo está experimentando con el precio. Tenemos por un lado la barrera psicológica de los 10 euros, pero los comentarios recibidos cuando cuento que compré el último de Auster por ese precio es que resulta caro. ¿Por qué si es mucho menos que una edición nueva en papel? Porque lo comparan con “comprar un archivo digital” y tienen la idea de que el ahorro de costes respecto a la distribución tradicional justifica un precio bastante menor.
Por tanto, el negocio del libro electrónico apunta a ser de mucho volumen y poco margen, y esto nos lleva necesariamente a la concentración: gigantes globales capaces de aplicar economías de escala. Volvemos a los Google, Apple, Amazon y compañía y quien sabe si más a un modelo de “tarifa plana por acceso a la biblioteca” que a pago por descarga como hasta ahora.
Hay varios futuros posibles
Las editoriales deberían dar mucha más guerra. Por un lado siguen enfocadas en que se legisle para “controlar la piratería”, algo que a mi entender las está distrayendo junto a una particular visión de la realidad en la que minusvaloran lo que se les viene encima desde empresas tecnológicas. Amazon por su parte sigue su camino, buscando al escritor independiente y primando a éste para que les busque como primera opción en lugar de buscar a editoriales tradicionales.
¿Pasa el conflicto por un endurecimiento de las condiciones de las editoriales a Amazon, Apple y compañía? ¿Pueden jugar con esa posibilidad toda vez que son quienes están vendiendo libros digitales a día de hoy? Curiosamente, el camino de la independencia pasa por algo que las editoriales no quieren ver ni en pintura, publicar los libros sin DRM. Con esa medida podrían comercializar directamente y libran al lector de estar cautivo de una solución tecnológica, sobre todo de algunas tan mal planteadas como Libranda.
Las librerías pequeñas por su parte tienen un único camino: dejar de ser sólo librerías. Las mejores que conozco de los últimos años han hecho una fuerte apuesta por especializarse y por construir una experiencia más completa que la de ser el sitio desde donde se despachan libros. Las grandes tendrán que fiarlo todo a mejorar su propuesta de lector, servidor apostaría por aquellas que añadan la visión de acceso a las obras desde cualquier dispositivo y pongan mucha más atención en la experiencia de usuario de su lector.
O puede que uno ande descaminado, que lo que venimos contando desde hace años sobre Amazon como gran editor global quede en mucho menos y que el escenario final esté lejos de un monopolio de este tipo. En todo caso, creo que la industria del libro en todos sus elementos debería empezar a preocuparse.
Antonio Ortiz es cofundador de WeblogsSL, la empresa que hace Xataka y en la que ejerce el cargo de director de Estrategia Online. Escribe habitualmente en su blog Error500 sobre internet y tecnología. Está en Twitter y en Google Plus
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