Hay algo en la literatura de HP Lovecraft que le permite mutar, reconvertirse, modernizarse para no dejar nunca de ser pertinente y aterradora. Tienes dos pruebas muy claras de ello: por una parte, el mismo adjetivo de "lovecraftiano", que solemos asociar a tentáculos, a horrores ignominiosos, a cultos paganos, a libros malditos, a todo lo que la cultura pop ha heredado de relatos inmortales del autor como 'La sombra sobre Dunwich' o 'La llamada de Cthulhu'.
La segunda prueba de que la literatura de Lovecraft es mutante y se adapta perfectamente a la evolución de los tiempos está en la gran cantidad de películas que resultan lovecraftianas... sin citar explícitamente a Lovecraft. Por ejemplo, 'La cosa,' que está abiertamente inspirada en 'En las montañas de la locura'. Como también lo está 'Alien', con ese monstruo que no tiene nada de divinidad, pero sí mucho de horror indescriptible.
Es un fenómeno que ya se daba cuando el propio autor vivía: el mismo Lovecraft nunca fue de tomarse muy en serio sus propias creaciones. Por ello, recibía con alborozo las autoparodias y mutaciones que sus amigos y colegas -quienes años más tarde serían conocidos como el informal Círculo Lovecraft, es decir, gente tan talentosa como Robert Bloch, Clark Ashton Smith o Robert E. Howard- llevaban a cabo con los relatos. A menudo estos relatos brotaban de una peculiar inteligencia colectiva que se ponía en funcionamiento a través del nutridísimo intercambio epistolar del grupo (Lovecraft escribió a lo largo de su vida más de mil quinientas cartas).
Los motivos de que Lovecraft nunca quisiera tomarse demasiado en serio a los Mitos de Cthulhu están claros: Lovecraft creía que cuanto menos sentido racional tuvieran, más terroríficos serían. De dotarles de una innecesaria intrahistoria se encargaría, tras la muerte de Lovecraft, uno de sus discípulos, August Derleth, que asumió la tonta tarea de poner orden a los Mitos. Tomo la maniquea decisión de dividir a las criaturas del caos y el horror cósmico en buenos y malos, traicionando abiertamente la filosofía irracional de la literatura de Lovecraft: las apariciones de Cthulhu, Nyarlathotep o la ciudad sumergida de R'lyeh son tan vagas en las narraciones "canónicas", tan abiertas a interpretación, que dan pie a que cada lector las entienda de una manera propia y personal.
Desde entonces, ha sido tradición que los propios escritores seguidores del estilo de Lovecraft -a veces los mayores fans del canon (o de demolerlo con ambiciones creativas)- se dediquen a manipular, retorcer, versionear y hacer evolucionar las historias originales del escritor. A menudo, por eso, cada nueva antología de relatos basados en la obra de Lovecraft, funciona en realidad como celebración del canon y a la vez como una apisonadora que barren con la tradición.
Bastante de ambas cosas hay en el recopilatorio español 'Combustible Lovecraft', editado por Orciny Press y coordinado por Yolanda Espiñeira y Félix García. Bajo el subtítulo de 'Revisionismo lovecraftniano para las masas' recopila a una serie de autores que, con acento castizo o sin él, se rebozan en los ecos de los mitos para continuarlos, pervertirlos, parodiarlos o hacerlos implosionar.
Nuevos viejos estilos
Hablamos con los dos coordinadores de la edición para que nos cuenten qué diferencia a su antología de otras en el muy nutrido campo de las recopilaciones de cuentos de inspiración lovecraftiana. Félix García afirma que "'Combustible Lovecraft' se origina en una época (2014) en la que yo casi sólo leía ficción corta y prácticamente toda en antologías norteamericanas de revisionismo lovecraftiano como 'Alas Tenebrosas', 'Lovecraft Unbound' o 'Starry Wisdom'. Ahí me familiaricé con autores como Laird Barron o Jeff Vandermeer, que a mi humilde entender, estaban renovando la tradición del "cuento extraño". Frente a esto, la mayor parte del material español que leía me seguía pareciendo anclado en los mismos tópicos de la literatura pulp o, en el mejor de los casos, de alguna reinvención de la misma desarrollada por Ramsey Campbell en los sesenta, o sea, que me parecían tributos y ejercicios de estilo sin demasiado interés".
"De esta incomodidad", continúa, "surgió la idea de plantear aquí una antología que formase parte de esa nueva ola lovecraftiana, así que la respuesta a tu pregunta es distinta según lo que entienda uno por "antología lovecraftiana"; se diferencia de la versión tradicional en que aquí no encontrarás académicos que pierden la razón en el empeño de descifrar textos antiguos y hay una escasez casi absoluta de tentáculos.. pero claro, a nosotros, al ser de Lugo, los tentáculos no nos parecen una cosa tan extraordinaria". Yolanda Espiñeira redondea el enfoque de la antología dándole una dosis de subjetividad a la selección de autores: "Nos gustan muchísimo casi todos los cuentos, lo cual, en mi opinión, es el problema de las antologías de varios autores. Tratamos de guiarlos hacia lo que queríamos, y el resultado fue muy satisfactorio".
Ellos son los más indicados para explicarnos por que Lovecraft sigue siendo reformulado una y otra vez, encontrando sin parar nuevas formas de encarnarse adaptándose a los nuevos tiempos. ¿Qué hay en la naturaleza de su obra que lo propicie? García asegura que "el acierto fundamental de Lovecraft es haber expresado en un formato de literatura popular los miedos característicos de su época, es decir, la sospecha de que nuestras vidas y el Universo que habitamos puedan estar determinadas por fuerzas que escapan al poder de la razón. En este sentido, se puede decir que nuestra época, en la medida en la que todavía no se nos ha ocurrido una solución a estos problemas, sigue siendo la de Lovecraft y, mientras esto no cambie, Lovecraft seguirá siendo necesario".
Entre los autores presentes en Combustible Lovecraft, los hay que proponen variaciones más profundas al estilo netamente lovecraftniano, y otros que presentan cambios más sutiles. Por ejemplo, Santi Pagès nos envía a un mundo ajeno, tenebroso y postapocalíptico en 'El caso del hermano Miller', tocando un tema muy querido por Lovecraft, el de los libros prohibidos, pero imprimiéndole un aire detectivesco, hasta funcionar como una especie de comentario al estilo clásico del autor. Nos cuenta Pagès que "Mi acercamiento en el relato se puede resumir en "racionalizar los mitos de Lovecraft". No tanto en el sentido de postular que existen dimensiones paralelas y desconocidas donde seres materiales nos acechan para apoderarse de nuestro mundo o que en un pasado remoto seres ignotos poblaran la tierra, sino en la idea de que los mitos similares a los lovecraftianos pueden surgir de manera racional, es decir, con un propósito".
Y añade: "Mi intención era explorar que los mitos pueden ser la única forma que el ser humano, tan finito y vulnerable el pobre, tiene de salvar las enormes distancias del tiempo cósmico o geológico. Es una idea que Lovecraft exploró en 'La sombra fuera del tiempo', pero que viene por supuesto de 'La maquina del tiempo' de HG Wells. El otro tema que me obsesiona y que aparece en el relato es la idea de la perdida de información en ese océano de tiempo. Saber que es probable que sepamos mucho menos de lo que sabemos ahora en un futuro medio lejano. Por ejemplo, la expansión constante del universo hará que de aquí a unos milenios sea imposible saber que hubo un Big Bang observando el universo, porque las galaxias estarán tan lejanas unas de las otra que ya no podremos verlas ni alcanzarlas por muy rápido que viajemos".
También relativamente fiel a los preceptos de Lovecraft es 'El síndrome de Capgras' de Tony Fuentes, que nos lleva a un lugar tradicional en los relatos de Lovecraft: las zonas alejadas de las grandes urbes. Lo rural como misterio máximo, que aquí se plasma en el choque entre dos hermanos que se adentran en el bosque que les hechizaba de niños. Fuentes lo ve claro: "ya se sabe que fuera de las ciudades es donde anidan las fuerzas que conspiran contra el hombre. Por supuesto, esta noción es muy anterior a Lovecraft, pero él la articuló de una forma especialmente rica y adaptada a su tiempo". El autor la adapta con inteligencia trasladándola al a veces aterrador Campo Español: "Si escojo una localización rural autóctona y no una anglosajona o imaginaria es porque considero que España es un país literalmente encantado (valga esta palabra como traducción aproximada del mucho más exacto "haunted") por los hechos más oscuros de su historia reciente".
Otro autor, Weldon Penderton, opta por un enfoque similar en 'Podéis ir en paz', aunque aquí la historia de un niño en un pueblo cerrado y oscuro que encuentra un cuaderno escrito en ruso por un vecino fallecido tiempo atrás tiene aún más de las narraciones típicas lovecraftnianas, con sus saberes malditos que van haciendo mutar física y psicológicamente a los humanos. Nos cuenta Penderton que "el medio rural andaluz oriental en el que se desarrolla mi relato reproduce de una manera exacta esa hostilidad con el forastero que se encuentra en los relatos de Lovecraft. Esa hospitalidad rígida que si se alarga un poco empieza a parecerse a la cama de un faquir. De hecho el único lugar donde yo he visto usar el adjetivo "forastero", además de en las películas del Oeste, ha sido en esos pueblos del secano granadino, donde se aplicaba con cierta sorna y violencia a los veraneantes".
Penderton encuentra un claro paralelismo entre el miedo al Otro lovecraftniano y el que ese encuentra en determinadas poblaciones de la España profunda: "Esa desconfianza no sólo se aplica al forastero, sino también a tus propios vecinos en incluso a los habitantes de tu propia casa. Esto se ve muy bien en el teatro de Federico García Lorca, donde el vecino puede entrar a tu casa sin llamar pero al que se vigila con malicia por una rendija en las contraventanas y se especula deportivamente acerca de las aberraciones que pueden tener lugar en el interior de las casas. Tiene que ver también con una psicopatía estructural que afecta a todos los vecinos. Con un embrutecimiento general que se perpetúa por personas que fueron criadas para trabajar con sus cuerpos en el campo y las casas y cuya falta de alegría y confort estaba completamente normalizada. Yo he conocido a estas personas, de las que ya no quedan muchas. Pero los que quedamos hemos sido educados por ellos".
Muy distinta es la aportación de Tamara Romero, que en 'Nadadoras' cuenta un secuestro solo remotamente vinculado a Lovecraft. Nos cuenta Tamara que "creo que Lovecraft arrugaría la nariz si leyera mi cuento. Me he limitado a apropiarme de uno de sus dioses, o más bien secuestrarlo, y encerrarlo en una máquina de pinball. Eso es Nyarlathotep en mi historia. No la escribí pensando en que fuera una especie de espejo o de continuación de su universo, sino que escogí recrear uno de sus mitos dentro de una historia de terror contemporáneo. De hecho cuando estaba en ello tenía más en mente 'El silencio de los corderos' que a Howard Phillips".
La inspiración de Lovecraft también favorece enfoques más experimentales. 'Investigación de la escena de un crimen' de Javier Avilés es mucho más críptico y extraño, construido a base de pequeños fragmentos de narración que mezclan historia de terror, citas literarias inventadas y palabrería ocultista. Avilés afirma que "una de las cosas que siempre he pensado que es el punto flaco de Lovecraft es la reiteración de ciertos esquemas: caserón en un lugar remoto, invocación de una fuerza indescriptible, muerte-posesión, herencia, investigación, descubrimiento del horror. (...) Pensé en darle la vuelta y hacer lo mismo pero desde otro punto de vista, el de la criatura ancestral que ha poseído el cuerpo del ingenuo invocador. Eso me daba la posibilidad de explorar la extrañeza, no del monstruo sino de nuestra cotidianidad".
Roberto Bartual, con una ambientación de película californiana de terror, enhebra en 'Terror en Villa Alvarado' uno de los mejores cuentos de la antología, entremezclando con inteligencia brujería, humor y un elemento muy poco habitual en las historias de Lovecraft -algo que también consigue con acierto Tamara Romero-: mujeres. Bartual nos cuenta que "Lovecraft solo tiene un personaje femenino importante: la bruja Keziah Mason del cuento 'Los sueños en la casa de la bruja', así que no puedo decir que mi relato sea una confrontación, sino una continuación".
A menudo el papel de las mujeres en las historias de Lovecraft ha sido criticado por su importancia accesoria o, directamente, su tono misógino: Bartual afirma que las suyas "son malas mujeres cuya intención es subyugar a los hombres y traer un mundo nuevo que a muchos no les resultará apetecible. Son brujas clásicas, como las de Lovecraft: gente que se relaciona con espíritus animales, que flirtea con el apocalipsis y que transita de dimensión a dimensión como quien cruza un paso de cebra. Es decir, gente que mola. O, por lo menos, a mí me molan; a Lovecraft, lo dudo mucho."
Mutaciones imparables
Si algo demuestra 'Combustible Lovecraft' es que el autor de Providence ha ido encontrando sin problemas nuevas formas de encarnarse, adaptándose incesantemente a los nuevos tiempos. Algo debe de haber en la misma naturaleza de su obra que lo propicie. Yolanda Espiñeira, coeditora del volumen, por ejemplo, destaca que "al principio de 'La llamada de Cthulhu' dice Lovecraft que lo más misericordioso del mundo es la incapacidad de la mente humana para relacionar todos sus contenidos. Que cuando el avance de las ciencias nos permita ensamblar los conocimientos que ahora nos ofrecen dispersos, nos darán una perspectiva de la realidad tan aterradora que nos conducirá a la locura o tendremos que huir hacia la Edad Oscura otra vez. Esta crítica al optimismo positivista, que el de Providence nos ofrece de forma ficcional-visionaria, está en la línea de los filósofos de la sospecha de principios del XX, la tríada formada por Nietzsche, Freud y Marx, que hicieron temblar los cimientos de la cultura occidental de tal forma que pasamos todo el siglo XX tratando de recuperarnos, y aún estamos en ello".
También destaca el legendario pesimismo objetivo de Lovecraft, que se trasluce en su ateísmo materialista y su visión del horror cósmico, o como lo llama Espiñeira, "el indeferentismo cósmico: vivimos en un universo mecanicista y azaroso, a la vez que ininteligible para los humanos, y para cuyas fuerzas motrices no somos más importantes que para nosotros pueden serlo los insectos. El indeferentismo cósmico está muy presente para nosotros en dos ejemplos como son el capitalismo corporativo y el cambio climático, fuerzas más allá del control y la comprensión humana. Y por tanto, aterradoras".
En consonancia con ello, Santi Pagès, cree que "dejando de lado el intento de algunos de usar a Lovecraft para encontrar un nicho en la casta literaria de este país, creo que Lovecraft dialoga perfectamente con los lectores modernos porque a el y a nosotros nos angustia lo mismo: un mundo que no comprendemos y del que sabemos que somos solo una parte infinitesimal. Por eso le salia al de Providence esa vena racista y misógina, porque percibía a otras razas y las mujeres como formas de ese Otro que amenazaba la estabilidad del mundo conocido".
Pagès también se aproxima a un aspecto más icónico al enunciar su modernidad, afirmando que "la literatura de Lovecraft se puede ver como una constante crisis de representación: es decir, como la constante problemática de representar un cosmos incomprensible mediante la literatura. En el mundo de hoy en día los monstruos lovecraftianos son la posverdad, las fake news, el big data, Blackrock, el cambio climático, la Singularidad... Como Lovecraft, nos sentimos vulnerables y pequeños, por eso narrativas que describen entidades inefables resuenan en nosotros".
Tamara Romero nos comenta algo en lo que insistirán muchos autores de la antología: Lovecraft es moderno "por la naturaleza mítica de su trabajo, que ha permeado en tantos ámbitos, más allá del terror, también en la fantasía clásica y la ciencia-ficción. El carácter tan sombrío y opresivo del universo lovecraftiano siguen, por algún motivo, encontrando fuertes consonancias con los tiempos que nos han tocado".
Complementario a eso, Javier Avilés afirma que, independientemente de su modernidad, la fuerza de Lovecraft y el por qué de su continua reinterpretación está en lo sencillo que es reformularlo una y otra vez: "los relatos de los Mitos de Cthulhu conforman un campo abierto para el escritor de misterio, un lugar donde, como en un juego, desarrollar sus historias. (...) Estamos no solo ante una serie de relatos y novelas, sino ante un mundo de posibilidades narrativas".
Roberto Bartual cree que, para hablar de una modernización de Lovecraft, primero hay que entenderlo de forma distinta a como se ha venido haciendo, porque "Lovecraft ha sido muy mal leído y peor entendido. Siempre. Como todos los buenos escritores". Afirma que "sus cuentos no tratan sobre el miedo a lo desconocido o sobre el terror hacia lo oculto, sino sobre la lucha entre el Yo y el Otro. Y ese es un tema universal que puede ser llevado a cualquier terreno. Puedes coger esos mismos cuentos, y sin cambiar casi ningún detalle, leer entre líneas como hace Alan Moore en 'Providence' y darle la vuelta a las cosas: ahora el Yo es una de esas personas que despreciaba Lovecraft, un varón homosexual, y el Otro, un grupo de sectarios adoradores de Azathoth, que sienten una especial simpatía por el protagonista... en cuanto perciben su diferencia social".
Pero la modernidad de Lovecraft puede encontrarse también en aspectos esenciales y connaturales a su identidad como autor y persona. Tony Fuentes, por ejemplo, apunta a sus creencias (o falta de ellas): "Sospecho que, desgraciadamente, habrá bastante de mera fascinación estética por las criaturas, las rutinas argumentales, etc. en la fascinación actual por Lovecraft. Pero no hay que olvidar que era un ateo permanentemente asediado por ideas y visiones de un sentimiento religioso que se negaba a ser dejado atrás, y en ese sentido creo que es bastante representativo de una época que aún sigue siendo la nuestra".
El Colectivo Juan de Madre es responsable de una de las aportaciones más singulares a la obra de Lovecraft, un experimento multimedia llamado 'Tras el horror' y que incluye desde fotos de sitios reales a capturas de Google Maps, pasando por literatura tradicional y robos a la dialéctica documental. Nos cuentan que "se suele decir que su obra siempre ha sido maltratada en las adaptaciones cinematográficas; no estoy nada de acuerdo. Las aproximaciones que hace Stuart Gordon, por ejemplo, me parecen maravillosas y hermanadas en espíritu con Lovecraft. Y sería esta alma pop que contendrían los mitos lovecraftianos lo que permitiría, según nuestra tesis, una reformulación constante. En nuestro relato no quisimos renunciar a este aspecto, por eso partimos de uno de sus ecos cinematográficos más insensatos y desconocidos, la película de serie B “El horror de la dama del lago”, y de las consecuencias que el rodaje supuso para su director".
Pero al final, la clave que define a Lovecraft y lo hace moderno es oscura y obtusa como los manuscritos rubricados por árabes locos de sus libros. Dice Weldon Pederton que "Lovecraft tiene el acierto de no tener muy claro de lo que está hablando: tenía una gran habilidad para conectar con el subconsciente y dejarse llevar en una escritura estilo médium, y esto hace que el lector tenga una inmensa libertad para interpretar lo que está leyendo. Lovecraft dio con una fórmula en la que concitaba un misterio con mucha presencia y a la vez la superficie estaba plagada de elementos folclóricos, científicos y culturales muy universales que no han caducado todavía. Supongo que el baile entre la magia y la ciencia no caduca".
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