Hoy tenemos asimilado 'El Señor de los Anillos' como un clásico total no ya del género fantástico, donde nadie discute su posición reinante, sino directamente de la literatura en lengua inglesa. Sin embargo, no siempre fue así: tras su publicación en 1954, Tolkien tuvo que enfrentarse a críticas muy negativas, que no entendieron que su enfoque no era el de los cuentos de hadas para niños, sino los poemas épicos, a veces con contenido alegórico, en los que Tolkien era experto como profesor de literatura en Oxford que era. Es decir, obras como 'La Reina Hada' de Edmund Spenser o mucho más atrás, piezas de la envergadura del legendario 'Beowulf'.
Muchos de los críticos literarios de los años cincuenta le negaron por ello el privilegio del reconocimiento literario. Definitivamente, eran otros tiempos: quizás la más famosa de estas críticas negativas fue la de Edmund Wilson, en 'The Nation', publicación decana de las revistas semanales norteamericanas. Wilson dijo de la obra de Tolkien que "ciertas personas -especialmente en Gran Bretaña- tienen un apetito de por vida por la basura juvenil. No toleran la basura dirigida a los adultos, pero, ante las obras para preadolescentes, vuelven a la fase mental que se deleitaba con Elsie Dinsmore y Little Lord Fauntleroy [héroes de la literatura infantil y juvenil de la época]"
Wilson continúa: "Se puede ver en el tono en el que caen cuando hablan de Tolkien en la prensa: burbujean, chillan, arrullan; siguen hablando de Malory y Spenser [Thomas Malory y Edmund Spenser, responsable de la revitalización moderna del Rey Arturo y autor de la mencionada 'La Reina Hada'], ambos con un encanto y una distinción que Tolkien nunca ha rozado. En cuanto a mí, si hay que leer sobre reinos imaginarios, dame el Poictesme de James Branch Cabell [país imaginario donde transcurre un éxito de la fantasía de la época, 'Biography of the Life of Manuel']. Al menos escribe para gente adulta, y no presenta el drama de la vida como un enfrentamiento entre gente buena y duendes. Puede abarcar más terreno en un episodio que dura sólo tres páginas que lo que Tolkien es capaz de hacer en uno de estos capítulos de veinte páginas".
Sin embargo, estas voces discordantes fueron las menos, ya que desde su lanzamiento, 'El Señor de los Anillos' fue elogiado por su imaginación y por sus cualidades literarias. El 'Sunday Telegraph' dijo que estaba "entre las grandes obras de la ficción imaginativa del siglo XX", el pupilo de Tolkien W.H. Auden lo calificó de obra maestra y lo comparó con 'El paraíso perdido' de Milton. Revistas especializadas como 'Nebula Science Fiction' dijeron del libro que era "uno de los mejores libros de su estilo jamás editados". Pero estos elogios no ablandaron a los expertos de los Premios Nobel, que cinco años después de su publicación descartaron la posibilidad de otorgar el galardón a Tolkien. Según notas del miembro del comité Anders Österling, la trilogía no estaba "a la altura de la narrativa de la más alta calidad”.
Cómo funcionan los Nobel
Cada 10 de diciembre se conmemora la fecha del fallecimiento del inventor sueco Alfred Nobel con los premios que llevan su nombre. Con ellos se reconoce el valor de seis personalidades destacadas en los terrenos de la física, la química, la medicina, la literatura y la economía, a los que se suma el Nobel de la Paz. Pero el proceso de elección de los ganadores no es tan conocido como los nombres de aquellos que se han llevado el premio (y los 10 millones de coronas suecas con las que está dotado).
Este proceso comienza en septiembre del año anterior a la entrega del premio, y arranca con el envío de invitaciones confidenciales a personas cualificadas para que propongan nombres de candidatos de su ámbito. En febrero, los comités evalúan las propuestas y preparan una lista de candidatos. Entre marzo y agosto, asesores tanto permanentes como contratados por su conocimiento de los candidatos aportan su punto de vista, y en octubre se elige a los galardonados.
Toda esta elección, como se puede ver, está completamente sujeta a las opiniones y las visiones particulares de expertos, asesores y comité, aunque las formas de discurrir y decidir de este último continúan siendo un secreto muy bien guardado. En cualquier caso, la decisión final se toma en una asamblea de aproximadamente un centenar de personas.
Fue el periodista sueco Andreas Ekström quien descubrió las notas que en 1961 llevaron el Nobel de literatura al yugoslavo Ivo Andrić, autor de obras como 'Un puente sobre el Drina'. Entre los finalistas de ese año, aparte del propio Tolkien, estaban nombres como los de Lawrence Durrell, Robert Frost, Graham Greene y EM Forster. El responsable de que Tolkien se tuviera en consideración fue su compañero y buen amigo CS Lewis, creador de otro gran mundo de fantasía, 'Las crónicas de Narnia'. No fue suficiente.
Lewis, con una actitud de adhesión total hacia su amigo que hoy sin duda se consideraría poco ética, prometió "hacer todo lo que esté en mi mano para que el gran libro de Tolkien reciba todo el reconocimiento que merece", tal y como le escribió a un editor británico. Llegó a escribir un ensayo, 'El destronamiento del poder', como respuesta a todos los críticos de Tolkien.
En cuanto al periodista que descubrió lo cerca que estuvo Tolkien de llevarse un Nobel, declaró que "era la primera vez que veía el nombre de Tolkien entre los candidatos", que por entonces rondaban en torno a los cincuenta (ahora se acercan a los trescientos). ¿Cómo consiguió las notas? Fácil, son públicas: "la decisión final se toma sin que ninguna nota se haga pública. Pero la lista de sugerencias sí es pública, con algunos comentarios al respecto". Comentarios como la devastadora observación del Österling, el principal crítico de literatura de la academia sueca, y que quitó de las manos de Tolkien uno de los reconocimientos más importantes que puede recibir un autor de literatura "seria".
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