Una tendencia económica y social ha dominado ha dominado las proyecciones demográficas de todo el mundo durante las últimas décadas: el apogeo de la gran ciudad. No se trata únicamente de un éxodo rural, entendido a la manera del siglo XX, sino de un éxodo urbano. De las ciudades pequeñas y medianas a las metrópolis internacionales. España es quizá un ejemplo paradigmático: cuando Madrid dejó de drenar las provincias, comenzó a drenar sus capitales.
Hasta que llegó el teletrabajo.
Ven, hay dinero. En un contexto de creciente deslocalización laboral, quizá haya llegado el turno de la venganza de la ciudad mediana. Estados Unidos marca el paso: un buen puñado de urbes discretas del interior, espolvoreadas entre los Apalaches y las Rocosas, están ofreciendo jugosos incentivos económicos a los teletrabajadores del país a cambio de su mudanza. Las recompensas más generosas, como la ofertada por Tulsa, en Oklahoma, ascienden a los $10.000 dólares.
Condiciones. La pregunta que lanza el interior estadounidense a las élites universitarias, laborales e intelectuales de las costas es sencilla: ¿merece la pena vivir en San Francisco? Topeka, en Kansas, tiene claro su atractivo: el coste de vida es un 10% más barato, el precio medio de una vivienda no supera los $125.000 dólares y la renta es superior a la mediana nacional. Si todo esto no te parece suficiente, ten, aquí tienes $15.000 dólares para que comiences una nueva vida. Sin condiciones.
Requisitos. En su mayoría, hablamos de ciudades que rondan los 500.000 habitantes, situadas en el interior, cabeceras de estados fly-over (de paso) pero con cierto atractivo económico. No se trata de mudarte a lo más recóndito del país, sino a urbes dinámicas. Pensemos en Northwest Arkansas, una conurbación de ~500.000 (Fayetteville–Springdale–Rogers). Su renta es un 14% superior a la media nacional; el coste de vida mucho más bajo que en las costas; y acoge a tres de las 500 mayores empresas estadounidenses (Walmart, Tyson Foods, JB Hunt).
Exigencias. Su programa es igual de generoso que el de Tulsa: $10.000 a cada trabajador que se mude. Los requisitos no son muy exigentes. Los candidatos deben acreditar una experiencia laboral de dos años, contar con un trabajo a tiempo completo, ser ciudadano estadounidense, tener más de 24 años y residir fuera de Arkansas. Todo aquel que llegue recibirá una bicicleta de regalo para que explore los cientos de kilómetros de sendas ciclables repartidas por los montes Orzark.
La comparativa. Este reportaje de NPR es ilustrativo de la suerte de incentivos que puede tener un residente de Los Ángeles o Nueva York para mudarse a una discreta ciudad de Oklahoma. Su protagonista residía en Berkeley y pagaba $1.150 al mes por una pequeña habitación en un piso compartido con hasta seis personas. Cuando llegó la pandemia la situación se volvió insostenible. Se apuntó al programa de Tulsa, visitó la ciudad invitada por el ayuntamiento y decidió quedarse.
Ahora disfruta de un apartamento para ella sola, con un patio y chimenea. Paga $940 al mes y tiene dos perros como únicos compañeros de piso. El coronavirus fue determinante. El premio de $10.000 también. Siempre había sopesado trasladarse a otras grandes metrópolis boyantes, como Austin. Tulsa tuvo que comprar su mudanza.
A más. Sólo en Estados Unidos hay 23 millones de personas que, teletrabajo y pandemia mediante, sopesan mudarse. En muchos sentidos propulsadas por el coste de vivir en las grandes ciudades (un piso en San Francisco supera los $3.000 mensuales). La web de Northwest Arkansas ofrece un comparador entre el salario en un lugar del país y su equivalente local. Cobrar $120.000 en Los Ángeles equivale a $50.000 en Fayetteville. Esto podría empujar a la baja los sueldos en remoto. Pero de momento, quienes se muden ganarán (mucho) nivel adquisitivo.
El proceso. Como vimos en su momento, en un contexto de deslocalización y economía globalizada las ciudades van a empezar a competir por los trabajadores. Al margen de su nacionalidad. Una fracción de los mercados laborales de todo el mundo no necesitará de un lugar físico al que acudir para realizar sus labores. Podrá elegir su residencia. Países baratos, con buen nivel de vida y buen clima se convertirán en un destino preferente. España asoma la cabeza al fondo de la sala. Valencia, como también vimos, se contaba entras las ciudades más atractivas.
El presupuesto. Habrá otras, más medianas, más grises, menos atractivas, que tendrán que ofertarse con extras. Y ahí entra el dinero: Northwest Arkansas ha presupuestado de forma experimental $1 millón para atraer a nuevos residentes. Tulsa ha conseguido captar a unos 500. La competencia futura de las ciudades será por los teletrabajadores. Unas podrán ofertar el sol, la playa, el estilo de vida; otras, sencillamente, una buena cantidad de dinero (y de ahorro en coste de vida) para vivir más felices.
Para las regiones en progresiva crisis demográfica, quizá sea la salida más inmediata. ¿El futuro pasa por la ciudad mediana?
Imagen: Commons
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 0 Comentario