Era un secreto a voces confirmado hoy por Expansión: el BBVA, una de las dos principales sucursales bancarias de España, prepara un Expediente de Regulación de Empleo que afectaría a más de 3.000 trabajadores. La entidad sigue así los pasos de un sector en plena transformación, de lo físico a lo digital. Un proceso en el que miles y miles de empleos se han ido por la borda y que ha adelgazado dramáticamente el número de oficinas y sucursales repartidas por el territorio.
El BBVA y el Santander. Dos casos paradigmáticos anunciados durante los últimos meses. En diciembre el Banco Santander anunciaba la salida, ya fuera mediante despido o jubilación anticipada, de unos 4.000 empleados, en torno al 13% de su plantilla en España. El grueso del ajuste vendría por los empleados mayores de 55 años, en condiciones de acceder a la prejubilación, pero apuntalaba un cambio de rumbo gestado años atrás: los despidos implicaban el cierre de 1.000 sucursales en todo el país.
Sólo entre dos bancos más 7.000 empleados bancarios quedarán o bien en la calle o bien a las puertas de su pensión a lo largo de este año.
Adelganzando rápido. La banca necesita reducir costes. Y la forma más sencilla de hacerlo es mediante el ajuste de personal. Desde 2008 el sector ha perdido 100.000 empleos, fruto tanto del duro golpe que supuso la crisis financiera como de la transición hacia un servicio más digitalizado. Es un proceso que no se va a revertir jamás: Comisiones Obreras estima que durante los próximos años los bancos depurarán hasta 26.000 empleados más, dejando el sector en poco más de 150.000 trabajadores. En su punto álgido, empleaba a más de 270.000 personas.
Menos sucursales. Los despidos son la consecuencia directa del cierre de sucursales, muy caras de mantener. España tenía algo más de 46.000 antes de la crisis; hoy el Banco de España no contabiliza más de 23.000. Menos de la mitad. Nada indica que a corto plazo el recorte se ralentice: a las 1.000 del Santander podemos sumar otras 200 del BBVA, las 1.400 anunciadas por CaixaBank y Bankia, las 200 de Ibercaja o las 300 de Unicaja y Liberbank. Allá donde miremos hay persianas bajadas.
Lo positivo. El incentivo del sector es claro. Muy presionado para sanear unas cuentas siempre renqueantes desde el estallido de la burbuja, las entidades españolas necesitan mostrarse firmes frente a Europa. Durante el último año, fruto de la crisis económica provocada por el coronavirus, han sido uno de los alumnos aventajados del continente, reduciendo sus costes un 7,2%, por encima de sus pares europeos. Esto le ha permitido parecerse más a Europa: España tenía demasiadas sucursales (una por cada 1.700 habitantes, frente a la ratio de 5.000 habitantes de Alemania).
Sólo la fusión de CaixaBank con Bankia disparará la ratio a la oficina bancaria por cada 2.200 habitantes, más continental.
Lo negativo. A los despidos debemos sumar otro impacto menos amable del ajuste: la desatención. España tenía muchas oficinas pero muy pocos trabajadores bancarios por habitante (37 por cada 100.000, frente a los 54 por cada 100.000 de Europa) fruto de sus particularidades demográficas (un país muy grande pero muy deshabitado en muchos puntos). Los cierres se han cebado con las provincias vaciadas del interior, como Soria, Guadalajara o Palencia. En seis de ellas el 80% de sus pueblos ya no tienen oficina a la que dirigirse para realizar sus gestiones. 4.000 en todo el país.
Es un problema agudo en lugares donde la penetración digital es menor que en las ciudades, quizá donde más se necesitan por el envejecimiento poblacional (alimentando en el camino el circulo vicioso del éxodo rural: me voy porque no hay nada, no hay nada porque me voy).
La intrahistoria. A las necesidades financieras y operativas de las entidades (un proceso en el que también juega un papel muy importante el regreso de las comisiones y la escasa rentabilidad, vía tipos bajos, que guardar dinero tiene ya para ellos) hay que sumar la ya irreversible tendencia de "digitalización" de los servicios bancarios y, en general, de la economía. Llevamos hablando de ello un lustro. El coronavirus ha acelerado la transición hacia transacciones más digitales y menos económicas (¿cuántas veces has salido de casa sin dinero metálico este año?), ese horizonte futuro que tantos sueñan pero aún no ha llegado.
Imagen: Manu Fernández/AP