Cerramos enero, finaliza la terrible cuesta post-navideña y se atisba en el horizonte un rayo de esperanza: a finales de marzo espera la Semana Santa y, apenas un par de meses después, comienza el calor. Comienzan los viajes, las vacaciones planificadas, las escapadas de fin de semana que, con algo de suerte y puente mediante, se alargan un poco más. ¿A dónde ir?
Es probable que la mayor parte de sitios que van a aparecer en este artículo hayan copado tu cabeza en algún momento. Normal: son bonitos, algunos han sido declarados Patrimonio de la Humanidad y en la mayoría de ellos la gente es acogedora, la comida estupenda y el clima fabuloso. Sucede que, por todo eso, se han convertido en auténticos infiernos turísticos. Abarrotados, son el-lugar-común. El ABC de Instagram.
El doble efecto del turismo masificado los ha convertido tanto en un parque de atracciones para viajantes sin demasiada imaginación como un recipiente, un experimento en vida, de las consecuencias no tan positivas del turismo. Nada que alegar si te dejas caer por allí, pero si valoras los ambientes auténticos, los rincones que aún guardan un pedazo de su esencia y las fotografías carentes de turistas accidentales, puedes plantearte algunas alternativas.
He aquí el infierno más bonito del mundo. El hype que todo lo corroe.
1. La Playa de las Catedrales
Ya sabes, el punto más concurrido de la provincia de Lugo en los meses de verano. Vadeada la ría de Ribadeo, la Playa de las Catedrales es la última de las muchas joyas que guarda la cornisa cantábrica. Tanto que se ha convertido en the place to be, el punto al que todo turista asomado a esta parte de la península quiere acercarse. Es normal y es muy bonito, pero también es esquivable.
Alternativa: la playa del Silencio o la playa de Cuevas de Mar, en Asturias.
2. El banco de Loiba
También en la Galicia cantábrica, el banco de Loiba se asoma a los acantilados del mismo nombre y se ha ganado, con merecimiento, el título de "banco más bonito del mundo". Si rebuscas por Google te toparás con imágenes de lo más inspiracionales para tu viaje. Si buscas entre las noticias, descubrirás que el sitio está tan concurrido que hay cola para sentarse y tomar una foto.
Alternativas: San Andrés de Teixido, los que posiblemente sean los acantilados más altos de Europa.
3. San Juan de Gaztelugatxe
La espectacular escalinata que conduce a Rocadragón, el lugar donde Daenerys se asienta a su llegada a Poniente, se encuentra en la provincia de Vizcaya, y es tan asombroso como nido de turistas ansiosos por hacerse la foto y evocar las escenas tan simbólicas de Juego de Tronos. Al igual que Dubrovnik, corre el riesgo de morir de éxito gracias a la serie de televisión.
Alternativas: bien cerca tienes la Playa de Laga, una preciosidad menos densificada, y Bermeo, donde se come estupendamente.
4. La playa de Bolonia
También conocida como "la duna gigantesca a orillas del Atlántico donde todos tus colegas se hicieron la foto de Instagram el año pasado". Una playa asombrosa, grande y preciosa, incomparable en el arco sur español, pero precisamente por ello con el hype de capa caída. A estas alturas está amortizadísima, y tus espectaculares fotos sólo serán recibidas con un incómodo arqueo de cejas.
Alternativas: sin irte demasiado lejos, tienes la playa de los Lances algo más al sur. La zona está concurridísima durante todo el verano. Una alternativa guay y menos inflada es Huelva.
5. Las calas de Menorca
O en general, las Islas Baleares. Mallorca ciudad es un feudo alemán e Ibiza se ha transformado en un feudo apto sólo para gente dispuesta a gastarse toneladas ingentes de dinero. Menorca es la tercera joya de la corona: destino indie hasta hace una década, su definitiva masificación le ha retirado la coartada de originalidad. Pregunta a los locales y prueba en islas (o rincones) mucho más pequeñas.
Alternativas: en función de lo lejos que te quieras ir, Córcega ofrece paisajes mediterráneos más baratos y olvidados que Menorca.
6. Bar-ce-lo-na
Casi de cajón: Barcelona recibe tantos turistas al año que su ayuntamiento lleva tiempo rompiéndose la cabeza para limitar la afluencia. Desde una moratoria a la construcción de nuevos hoteles hasta medidas más drásticas, como un cupo anual de visitantes. Los problemas del centro de la ciudad relacionados con el turismo son infinitos y en verano es un auténtico parque temático.
Alternativas: Valencia. Es más o menos lo mismo, pero más accesible, manejable y con mejores playas.
7. Igeldo y San Sebastián
Aunque apartada de los medios por mor de su tamaño, San Sebastián tiene similares problemas a los que afrontan destinos turísticos más internacionales como Barcelona o Venecia. En verano, gracias al buen tiempo, se atesta: la playa de la Concha es impracticable y prácticamente hay que pedir turno no para hacerse la foto desde el monte Igeldo. Sigue siendo preciosa, pero.
Alternativas: cambia tu fin de semana y recorre el litoral guipuzcoano* hasta Francia o hasta Vizcaya.
8. La Alhambra de Granada
Patrimonio de la Humanidad y posiblemente una de las maravillas más embriagadoras del planeta, la Alhambra (y Granada en general) también es un recipiente de turistas en permanente estado de rotación. Para visitar tan magno lugar hay que pedir hora con meses de antelación y durante los meses más amables el ajetreo por la ciudad es constante.
Alternativas: sin salir de la zona, prueba con los muchos y muy bonitos pueblos de la provincia.
9. Albarracín
El que quizá sea el pueblo más bonito de España también se ha convertido en un cliché de verano: su carácter medieval, su estado en perfecta conservación, las maravillas de la cocina local y la mezcla de paisaje y arquitectura casi única han hecho de Albarracín un caramelo. Problema: esa visita tan original que habías pensado la han pensado a la vez millones de españoles.
Alternativas: en el mismo Aragón tienes Alquézar, similar en circunstancias y características, junto a la sierra de Guara y repleta de viñedos y de estupendos vinos alrededor.
10. La selva de Irati
Hayedos de mil colores al borde del llanto, una alfombra de hojas preciosas recorriendo tu camino. Otoño en Irati, un rincón maravilloso del pirineo navarro, es una experiencia única. Y también elemental y masificada: todos los años el parque se llena de curiosos ansiosos por conocer el hayedo más grande de Europa. Dado que sólo dura unas semanas, la concentración es altísima.
Alternativas: mucho menos atestados e igual de bonitos son la tierra de Cameros, en La Rioja (también llena de hayas coloreadas en otoño), y los bosques que rodean a la Laguna Negra, en Soria.
11. Pamplona en Sanfermines
La regla general debería dictar "Ni te acerques a cualquier fiesta popular con cobertura televisiva nacional" (y esto vale también para la Feria de Abril o para Fallas), pero Sanfermines juega en otra liga: un paraíso del guiri y un ambiente muy agradable, sí, pero también incomodísimo dada la alucinante afluencia de gente. Las polémicas sobre acoso sexual las dejaremos a un lado.
Alternativas: en términos festivos, Tudela es aún hoy una desconocida en el imaginario popular; las de Teruel no tienen nada que envidiar a Pamplona y caen en las mismas fechas (win-win); Soria luce un estupendo ambiente en San Juan.
12. Cadaqués y Costa Brava
Pequeña colonia rusa, la Costa Brava es quizá el rincón del Mediterráneo español más especial y bonitos de cuantos cuenta la larga línea costera ibérica. Precisamente por ello se ha convertido en un punto de paso obligado para millones de turistas internacionales (con muchísimo dinero) que lo llenan cada verano. La inflación natural la ha convertido en un destino prohibitivo, amén de concurrido.
Alternativas: por la zona y sin caer en los mismos defectos, complicado. En el Mediterráneo, una muy original es Montenegro... Antes de que se convierta en la Nueva Croacia.
Imagen | Guillén Pérez/Flickr