Aviso: una versión anterior de este artículo fue publicada en 2015.
Han caído 156 primaveras desde que la primera edición de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas fuera publicada. Desde entonces, el éxito mundial e intergeneracional de Lewis Carroll ha sido adaptado, deformado, moldeado e interpretado de diversas formas, no sólo en su forma textual sino también en su aspecto visual. No hay una sola Alicia: hay miles, centenares de ellas, tal y como la hemos imaginado, dibujado y filmado a lo largo de las décadas.
Las ilustraciones siempre han sido un elemento central de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. Han contribuido a mistificar y embellecer el universo surrealista y fantástico diseñado por Carroll. Se da la paradoja, sin embargo, que las primeras ilustraciones dibujadas por John Tenniel, el hombre al que Carroll encargó plasmar el universo de Alicia por vez primera, no fueron publicadas dadas las objeciones que tanto el autor como el artista antepusieron a la calidad de la edición creada por Macmillan en 1865. 20.000 copias suspendidas, las 20.000 originales.
Al parecer, Carroll tenía un control extraordinario de su obra, y todas sus quejas fueron atendidas con minuciosidad por Macmillan. Las copias primitivas, realizadas en julio de 1865, no se pusieron a la venta. Una segunda edición fue impresa con velocidad para la campaña de Navidad, pero la portada llevaba ya la fecha de 1866, siguiendo la costumbre de la época. Aquella edición original ha adquirido un valor excepcional, y algunas de las copias sobrevivientes son objetos que cotizan muy al alza.
Las ilustraciones originales de Tenniel (1865)
Los dibujos de Tenniel sobrevivieron de este modo. También en 1865, Appleton obtendría los derechos de publicación de la obra, y la pondría a la venta de forma casi simultánea en Estados Unidos (aunque, al igual que Macmillan en Reino Unido, con fecha de 1866). Fue el hito fundacional de Alicia y de sus ilustraciones: las realizadas por el prodigio creativo de Tenniel. A partir de ahí, su trabajo serviría de modelo para el resto de ilustradores fascinados por la historia de Lewis Carroll.
La relación entre Tenniel y Carroll fue explosiva. El segundo abrumó al primero con toda clase de detalles sobre cómo veía su imaginación el mundo de Alicia, hasta el punto de desesperarle. La figura de Alicia, en concreto, sería inspirada no tanto por Alice Lidell, la niña de la que Carroll tomó el nombre para su libro. Era morena, y Alicia siempre ha sido rubia. Tenniel se basó vagamente en Mary Hilton Badcock, una niña hija de una familia cercana que sí se asemeja más a la forma final de Alicia.
Los dibujos del propio Carroll (1887)
Antes de que Charles Lutwidge Dodgson, hombre detrás del pseudónimo de Lewis Caroll, encargara a Tenniel dibujar el universo de Alicia en el país de las maravillas, fue él mismo quien dibujó tanto a los personajes como algún que otro pasaje de la fantástica novela. Lo hizo entre 1862 y 1864, en un manuscrito titulado provisionalmente Las aventuras subterráneas de Alicia. Fueron editadas a modo de facsímil en 1887, dos décadas después del inmenso éxito de la obra de Dogson.
Llega el color: Arthur Rackham (1907)
Algo más de cuarenta años después, a principios del siglo XX, Alicia en el país de las maravillas ya era un clásico de la literatura universal. Es lógico que, una vez expiraran los derechos de autor y la obra pasara a dominio público, se multiplicaran las ediciones. En 1907 se publicaron nada menos que ocho. A partir de entonces, todas ellas competirían entre sí, ofreciendo un fértil campo para el desarrollo de la tarea ilustradora. Una de ellas fue dibujada por Arthur Rackham, quien realizó románticos dibujos de Alicia, por primera vez a color. Una maravilla todos ellos.
Alicia flapper, de la mano de Willy Pogany (1922)
El distintivo arte ilustrador de los años '20 también deformó y moldeó la Alicia de Lewis Carroll. De la mano de Willy Pogany, un autor húngaro tan influenciado por el estilo de otras culturas orientales como por el espíritu estético de aquella feliz década, Alicia se convirtió, en 1922, en una flapper de falda a cuadros por encima de la rodilla, pelo corto y moda de la época. Un ejemplo excepcional de la diversidad histórica a través de la que ilustradores y animadores han abordado a Alicia.
El estallido de color de Weisgard (1949)
Alicia en el país de las maravillas, a partir de la segunda mitad del siglo XX, se convirtió en un muy fértil campo para la imaginación y la expresividad de los ilustradores. Una de las obras más destacables de siempre es la de Leonard Weisgard, cuya edición ilustrada de 1949 continúa siendo admirada hoy por sus trazos vanguardistas y, por encima de cualquier otra consideración, los vivaces colores que otorgan renovada vida, elegante y alegre, a Alicia y su mundo de aventuras.
El clásico de Disney (1951)
Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas han sido llevadas al cine en multitud de ocasiones. La más simbólica y memorable de todas ellas la produjo, cómo no, Walt Disney, a principios de los años '50. Las líneas de Alicia, en esta ocasión historia animada, estaban en consonancia con el estilo Disney, y rápidamente se convirtió en uno de sus clásicos. Hoy, gran parte de la imagen que muchos asociamos visualmente a Alicia le debe todo a esta película.
Alicia, versión Dalí (1969)
Dada la personalidad imaginativa y surrealista de Salvador Dalí, uno de los más reconocidos pintores del siglo XX, no es de extrañar que, en 1969, creara una serie de dibujos dedicados a tan imaginativo y surrealista libro. Así nació Alicia en el país de las maravillas vista por Dalí, en un ejercicio de ilustración particularmente surrealista y abstracto. Como es lógico, las del genio catalán se cuentan entre las mejores y más importantes ilustraciones de Alicia de siempre.
Browne, escapando del origen (1988)
Uno de los principales problemas a los que casi todos los ilustradores de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas se han enfrentado es la alargada influencia de Tenniel, el primero de ellos. Anthony Browne, dibujante e ilustrador británico que creó su particular visión de Alicia en 1988, explicaba en The Guardian cómo había tratado de escapar del cliché, dotando de nuevo brío y originalidad a su obra. A tenor del resultado, lo consiguió.
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