18 muertos y artillería pesada: el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia se ha recrudecido y amenaza con la guerra

Hay muertos civiles y en el frente de liberación, hay declaraciones de ley marcial en múltiples zonas del territorio, y una de las partes dice que la otra está enviando tanques, helicópteros, mercenarios, cazas F-16 e incluso drones. Una situación que no sólo podría poner en riesgo la vida de los ciudadanos de una autoproclamada república del Cáucaso con más de 100.000 habitantes, sino que podría llevar a una tensión insoportable entre Putin y Erdogan.

Las raíces del conflicto de Nagorno-Karabaj

Se trata de un territorio de 4.400 km2 situada entre Azerbaiyán y Armenia, una zona que, como sabemos, sirve de gran pasillo para los gasoductos que llegan desde el mar Caspio hasta occidente. Los constantes censos muestran que su población es en su mayoría armenia, pero según el régimen soviético la zona entro a formar parte de Azerbayán en 1921. Armenios y azerbaiyanos llevaban siglos enfrentándose: los primeros son cristianos apostólicos con fuertes vínculos con Rusia; los segundos, musulmanes chiitas, se sienten hermanos de los turcos sunitas.

A finales de los 80 Armenia intentó anexionarse la zona, pero la URSS bloqueó la decisión. En 1991 el conflicto volvió a estallar llevándose por delante 25.000 vidas en ambos bandos. Ganaron los armenios, que ahora controlan la zona de Nagorno Karabaj así como otros siete distritos adyacentes que consideran una "franja de seguridad". En repetidas ocasiones el Consejo de Seguridad de la ONU ha declarado que se trata de un territorio ocupado por Armenia que le corresponde legítimamente a los azeríes, pese a que representen un porcentaje de su población menor.

Por si fuera poco, al final de aquella contienda los habitantes realizaron un referéndum de autodeterminación que apoyaron la mayoría de artsajíes, a los que no reconoce nadie en el escenario internacional salvo Armenia. Poco a poco los azerbaiyanos fueron siendo expulsados de la zona.

De aquellos barros

En 2016 se produjo un nuevo choque en el que murieron al menos 300 personas. Avanzamos cuatro años en el tiempo y nos encontramos con que la zona se había empezado a calentar este verano, y no de la forma en la que los locales están acostumbrados, sino con artillería pesada y aviación. En este tiempo, según los observadores, el espacio informativo y callejero se está intoxicando con mensajes de odio cada vez más virulentos.

Nikol Pashinián, Primer Ministro armenio, ha declarado ante la nación que se encuentran “en el umbral de una guerra a gran escala”. Ilham Alíev, presidente de Azerbaiyán, ha hecho lo propio. Se trata de un cruce de acusaciones y reproches por el cuál no se puede desembrollar quién es el responsable de la reactivación de los enfrentamientos.

Hay una diferencia: el mensaje de Azerbaiyán tiene también connotaciones belicistas: su Ministerio de Defensa exhibe sus intervenciones militares sobre Nagorno-Karabaj en sus canales de YouTube y se atribuye la toma de ocho asentamientos armenios dentro del enclave. Dicen que han acabado este domingo con la vida de 550 armenios, algo que el Gobierno de esta nación niega categóricamente que haya sucedido.

El liderazgo azerí quedaría secundado por las declaraciones de las fuerzas karabajíes, que han hablado de la muerte de una mujer y un niño así cómo de 16 bajas de sus propias fuerzas. Aseguran que han abatido helicópteros, tanques y hasta drones. Es la primera vez en 25 años que los locales ven cómo se están demoliendo las calles karabajíes, y el uso de tanques y aviación son novedosos, lo que indica una intensificación de la violencia que podría anticipar el inicio de una guerra como tal.

¿Qué harán Rusia y Turquía?

Esa es la gran duda, puesto que ambos países en disputa cuentan respectivamente con el apoyo, al menos político, de las dos potencias de la zona. El Ministerio de Exteriores turco escribió en un comunicado su interés para apoyar de forma inequívoca a Azerbaiyán, lo que indicaría que las acusación de los karabajíes de que han provisto con material pesado y aéreo a las fuerzas azerbaiyanas podría ser cierta. En cualquier caso, estos mensajes por parte de su socio están envalentonando sus ansias de reconquista.

Rusia por su parte se ha limitado a un aún tímido reconocimiento de su “preocupación” ante lo que está ocurriendo, así como su solidaridad con el pueblo armenio. Si moviesen ficha y usasen un discurso más duro sería la confirmación política del distanciamiento entre Rusia y Turquía que se lleva gestando desde hace años gracias a los conflictos en Siria y Libia.

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