A veces, para iniciar un conflicto bélico no hace falta gran cosa
La frase “en el amor y en la guerra, todo vale” podría aplicarse perfectamente a la historia que tuvo lugar hace 99 años entre dos naciones europeas. Como veremos más tarde, en realidad, los conflictos bélicos (y no tanto) cuya gasolina se originó a partir de los animales, no son una rara avis, sino más bien una parte importante de nuestra historia, una que posiblemente dice mucho de los humanos y de lo poco que hace falta para que todo salte por los aires.
La intrahistoria. Grecia y Bulgaria, exmiembros del Imperio Otomano y aliados en la Liga Balcánica, se enfrentaron tras su independencia debido a disputas territoriales en Macedonia y Tracia Occidental. Estas diferencias llevaron a conflictos como la Segunda Guerra Balcánica de 1913 y una serie de enfrentamientos fronterizos posteriores.
Luego, la Primera Guerra Mundial exacerbó dichas tensiones, ya que Bulgaria apoyó a las Potencias Centrales, mientras que Grecia se unió a los Aliados, lo que resultó en pérdidas territoriales para Bulgaria en el denominado como Tratado de Neuilly-sur-Seine.
El incidente absurdo. Llegamos al momento en que todo saltó por los aires. Según los relatos, el 18 de octubre de 1925, un soldado griego se echa a correr tras su perro. El animal se le había escapado y cruzó accidentalmente hacia el lado búlgaro de la frontera en el paso de Kemir Kapou. Aquel día, el soldado que trataba de dar con su animal fue abatido por guardias búlgaros.
¿Qué ocurrió? Que los soldados griegos respondieron con disparos. En medio de la trifulca, todo empeoró un poco más. Ocurrió cuando, en un intento de mediación por parte de un capitán griego, éste resultó herido de muerte. Aunque Bulgaria expresó su pesar y propuso investigar el incidente, la situación se intensificó debido a las acciones del general y primer ministro griego Theodoros Pangalos.
La invasión de Petrich. Pangalos presentó un ultimátum exigiendo disculpas públicas, castigos para los responsables y una indemnización de 2 millones de francos franceses. Ante la negativa búlgara, ordenó a las tropas griegas invadir la ciudad de Petrich y áreas circundantes el 22 de octubre de 1925. Durante la ocupación, las fuerzas búlgaras intentaron resistir, pero no pudieron evitar que los griegos mantuvieran el control. Más de 50 búlgaros murieron en el conflicto.
Intervención de la Liga de las Naciones. Bulgaria apeló a la Liga de las Naciones, que ordenó a Grecia retirarse y pagar 45.000 libras esterlinas en compensación por la invasión. Grecia acató, aunque acusó a la Liga de doble moral, citando el precedente del Incidente de Corfú de 1923, donde Italia atacó a Grecia sin consecuencias similares. La retirada griega fue supervisada por representantes militares de Francia, Italia y Gran Bretaña.
Final y consecuencias políticas. El incidente marcó una humillación para Grecia bajo el gobierno autoritario de Pangalos, quien fue depuesto poco después en un golpe militar. La denominada como “Guerra del Perro Callejero” se convirtió en un ejemplo emblemático de cómo las tensiones no resueltas pueden llevar a conflictos por causas aparentemente insignificantes, dejando lecciones sobre las complejidades de las relaciones internacionales y la fragilidad de la paz en regiones tensas. De paso, sirvió para rellenar esa página de los conflictos que se iniciaron con animales de por medio.
Animales y conflictos. Siete años después del conflicto relatado, Australia enfrentó la denominada como "Guerra del Emú", donde 20.000 aves causaron estragos en los campos, obligando al Ministerio de Defensa a intervenir con ametralladoras persiguiendo a las criaturas. Y no es inédito, hay relatos de guerras antiguas que incluyeron tácticas como bombas de escorpiones y burros enfermos.
Si retrocedemos más en la historia debemos recordar el evento ocurrido entre el 1272 y 1278, cuando tuvo lugar una guerra entre señores feudales belgas debido al robo de una res. Murieron 15.000 personas por el conflicto. Por cierto, aunque no llegó "a mayores", en el año 1859 Estados Unidos y Reino Unido casi terminan en una guerra mundial por culpa de un cerdo.
Relatos todos que subrayan que, en la historia de los conflictos, lo extraño no tiene límites, y menos si hay un animal por medio.
Imagen | Matt Trostle
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