Bruce Lee arrasó en los cines de barrio de las cuatro esquinas del planeta. Desde el pistoletazo de salida que supuso Kárate a muerte en Bangkok a principios de los 70, ésta y la siguiente se convertirían en las décadas del Kung Fu. Las artes marciales vivirían entonces su momento dulce abriendo estudios de cine y gimnasios por todas partes. También llegaron los clones, pero no sólo los del famoso actor, sino también los del propio género.
Y he aquí que traemos uno de los casos más marcianos de la historia de nuestro cine, una que se adelantaría veinte años al referente más celebrado de nuestro país del cine casposo, friki, cutre y libérrimo que sigue siendo Kárate a muerte en Torremolinos de Pedro Temboury. Karate contra mafia, de 1981 dirigida por Sha-Di-A, aparenta ser otra exploitation más del género, pero en cuanto nos alejamos de las primeras imágenes, de unos muelles marítimos llenos de trabajadores chinos, algo empieza a escamarnos. ¿Qué hace un español tan mal maquillado haciéndose pasar por el famoso maestro de los puños?
"Me puse a buscar chinos en Las Palmas y monté un tinglado impresionante"
Sha-Di-A no es tal, sino Ramón Saldías. También todos los nombres que hemos visto en los rótulos iniciales de la película en letras chinas no se corresponden con casi ningún artista oriental, sino con españoles, gente autóctona de Canarias. Dado que el cine asiático gustaba muchísimo en España en aquella época, alguien tuvo el plan de rodarla en nuestro país pero simulando que era una exportación hongkonesa. Con dos semanas de rodaje, escasísimo presupuesto y muy pocos conocimientos, el resultado es una de las obras más originales dentro del cine cutre.
No se puede decir que el equipo no le pusiese ganas e imaginación. ¿Cómo transformamos Gran Canaria en un decorado en las antípodas culturales? Utilizaron a todos los chinos que vivían en la ciudad por entonces como figurantes, superpusieron carteles pictográficos a las peluquerías del barrio e incluso transformaron un restaurante chino local en un templo shaolin.
Saldías resumía todo su proyecto de la siguiente forma: "era un momento en el que funcionaban las películas de karate. Fui a ver una película de este tipo y al verla me dije que eso mismo lo podía hacer yo. Así que me puse a buscar chinos en Las Palmas y monté un tinglado impresionante".
Hay más: como la ciudad era entonces una colonia inglesa, podemos ver cómo el equipo de Saldías colocó en la oficina del comisario Kleen la bandera británica y un retrato de la reina Isabel. También una calle con cuatro tenderetes de cartón y madera y un puñado de personas con sombreros picudos de paja se convierte en un vivo mercado popular. Tan vivo que en la cinta sonora se escucha el revuelo de cientos de personas, aunque en cámara no aparecen ni 20.
¿Y los actores? El interés romántico del protagonista es al menos una mujer oriental, y hay otros tres actores chinos acreditados a lo largo de la película, pero el resto se soluciona poniéndole pasamontañas a los karatecas canarios, para que tapen su cara, y repitiendo a los mismos extras chinos en diversas escenas. También, como le pasa al protagonista Agustín Denis (campeón nacional del taekwondo de la época), hay actores españoles terriblemente mal maquillados, literalmente con celo en los ojos, algo que lejos de ofender sólo da risa.
Aunque es muy difícil que puedas apreciar estos detalles. La película está online a una calidad ínfima en Vimeo y Youtube, una copia pasada desde los VHS de la época, y a fecha de 2015 unos aficionados se dieron cuenta de que sólo quedaba una copia en 35mm de la obra en la cinemateca de Tenerife. Después de que consiguieran hacer un telecinado digital en condiciones, al aparecer los créditos finales, la cinta empezó a quemarse, recordándonos la delicadeza del archivo cinematográfico que amenaza con destruir mucho de nuestro patrimonio cultural.
El experimento ibérico que estuvo en peligro de extinción
El negocio no le salió como esperaba a Saldías. En cines la película fue un desastre, pero curiosamente en VHS funcionó bastante, pero no por los motivos que él pensaba. En Las Palmas se convirtió en un fenómeno. Por un lado, había listas de espera en los videoclubs, con gente que quería ver su ciudad en una película, obviando el disimulo geográfico que forzaron sus creadores. Por otro lado, se trata de la primera película española de artes marciales que no dirigida como comedia (esa sería Los Kalatrava contra el imperio del Kárate), más temprana en el tiempo que Veredicto Implacable, de Mariano Ozores, que salió en 1987.
Como película, por supuesto, es un desastre absoluto muy al estilo de otros títulos de este subgénero cutre. Un argumento inverosímil, dirección artística improvisada y de actores nula, frases filosóficas de baratillo y unas escenas de acción excesivamente largas que con sus planos fijos eliminaban cualquier sentido de la maravilla. Como decían algunos por ahí, el héroe se llamará King Dragon, pero parece más bien el vaquilla.
Por todo esto, la película es una joya de la comedia involuntaria, y como tal han ayudado a rescatarla importantes aficionados del cine chusco. En los primeros 2000 varios blogs españoles sacaron del olvido esta segunda película de Sandía, por lo exótico de su premisa. Más tarde, en 2016, la CutreCon (el evento realizado por la organización Cine Cutre) proyectó la película e invitó a su creador, haciendo que después otras asociaciones del mundo hayan querido exhibir la película. También el canal Arte TV ha realizado unos breves documentales de los rincones más oscuros del cine de serie Z, otorgándole a esta película el honor de protagonizar su propio episodio.
Para que no olvidemos nunca aquella vez que Gran Canaria achinó los ojos.
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