En 1992, más de 170 países se reunieron en la Cumbre de Río y se comprometieron a impulsar el desarrollo sostenible, proteger la diversidad biológica, evitar interferencias peligrosas con el sistema climático y conservar los bosques. Sin embargo, 25 años después, los ecosistemas de los que depende la humanidad continúan degradándose.
¿Por qué el mundo no ha pasado a ser un lugar mucho más sostenible pese a décadas de acuerdos internacionales, políticas nacionales, leyes estatales y planes locales? Esta es la pregunta que un equipo de investigadores y yo hemos tratado de responder en un artículo reciente.
Revisamos 94 estudios sobre cómo las políticas de sostenibilidad habían fracasado en todos los continentes. Estos estudios de caso incluyen tanto países desarrollados como países en vías de desarrollo, con un rango de alcance desde lo internacional hasta las iniciativas locales.
Tengamos en cuenta los siguientes indicadores medioambientales clave desde 1970:
- El impacto ecológico de la humanidad ha superado la capacidad de la Tierra y ha aumentado hasta el punto de que se necesitarían 1,6 planetas para proporcionarnos recursos de manera sostenible.
- El índice de biodiversidad se ha reducido en más de un 50% y las poblaciones de otras especies animales siguen disminuyendo.
- Las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático casi se han duplicado mientras que los impactos del cambio climático son cada vez más evidentes.
- El mundo ha perdido más del 48% de los bosques tropicales y subtropicales.
La velocidad de estos cambios apenas se ha visto afectada durante las dos décadas posteriores a la Cumbre de Río. Por otra parte, la humanidad se acerca rápidamente a varios puntos de inflexión ecológicos que una vez cruzados podrían significar cambios irreversibles.
Por ejemplo, si permitimos que la temperatura media global suba hasta 2 ℃ por encima de los niveles pre-industriales, se producirán mecanismos de retroalimentación que tendrán como consecuencia un cambio climático mucho más drástico. Ya estamos a mitad de camino hacia este límite y es algo podría pasar en las próximas décadas.
¿Qué es lo que va mal?
¿Cuál es el problema con las iniciativas de sostenibilidad? Nos hemos dado cuenta de que se existen tres tipos problemas que se repiten de forma recurrente: económicos, políticos y de comunicación.
Los problemas económicos se deben a que las actividades perjudiciales con el medio ambiente se ven recompensadas económicamente. Normalmente un bosque vale más tras haber sido talado: un problema latente en los países que se encuentran en periodo de transición hacia una economía basada en el mercado.
Los problemas políticos ocurren cuando los gobiernos no aplican políticas eficaces, algo que a menudo se debe a que las grandes industrias extractivas, como la minería, juegan un papel dominante en la economía y se con todas las de perder en un modelo sostenible. Esto ocurre tanto en países desarrollados como en desarrollo, pero estos últimos pueden experimentar dificultades adicionales a la hora de aplicar las políticas una vez que se ponen en marcha.
Los problemas de comunicación se centran en la falta de diálogo o de participación de la comunidad en los procesos políticos. La oposición crece y a veces se basa en una interpretación errónea de la gravedad de la cuestión medioambiental. La desconfianza también aumenta cuando las comunidades ven que no se tienen en cuenta sus preocupaciones.
Esto es algo que pasa en todo el mundo y un buen ejemplo de ello es la resistencia en las comunidades al cambio de los sistemas de asignación de agua en las zonas rurales de Australia. En este caso, los agricultores estaban tan en contra de que el gobierno comprase sus permisos de agua que llegaron a quemar copias de estas medidas en las calles.
Este tipo de problemas se ven reforzados mutuamente: la falta de información sobre los beneficios del desarrollo sostenible hace que la gente crea que siempre es algo va a suponer más trabajo y menos dinero. A partir de ese momento las empresas y la sociedad comienzan a presionar a los políticos para evitar o limitar las medidas respetuosas con el medio ambiente.
En última instancia, esto supone un fracaso a la hora de convencer a la gente de que el desarrollo sostenible puede ser una situación en la que todos ganamos y los políticos se ven atrapados en el problema de o bien defender los puestos de trabajo o mejorar el medio ambiente.
¿Qué podemos hacer?
El objetivo de nuestro trabajo es entender por qué las políticas que promueven la sostenibilidad han fracasado y poder mejorar las futuras iniciativas. Se trata de un reto gigantesco y es mucho lo que nos estamos jugando. Basándome en mi investigación anterior sobre cómo pueden coexistir los objetivos económicos, sociales y medioambientales, me gustaría ir más allá y proponer las siguientes medidas:
En primer lugar, los gobiernos deben proporcionar incentivos económicos para fomentar el cambio a una producción ecoeficiente. Los políticos tienen que tener el valor de ir mucho más allá de las normas actuales y si las medidas se hacen de forma correcta pueden ser tanto el palo como la zanahoria, recompensando a los que apuesten por lo ecológico e imponiendo tasas a las actividades no sostenibles.
En segundo lugar, los gobiernos deben proporcionar una vía de transición viable para las industrias que necesitan renovarse. Por ejemplo, si se redujeran los impuestos ambientales y se crearan nuevas subvenciones se podría permitir que las empresas sigan siendo rentables mientras cambian su modelo de negocio.
Finalmente, todos los líderes y directivos empresariales tienen que comprender tanto la gravedad del estado de deterioro del medio ambiente como la idea de que un desarrollo sostenible es posible. Un buen comienzo sería informar sobre ejemplos de empresas verdes que han tenido una experiencia positiva.
La resistencia a estos cambios es inevitable y habrá tensiones políticas, especialmente en el clima político internacional actual. Vivimos en un mundo en el que el presidente de Estados Unidos está retrasando las políticas medioambientales, mientras que el primer ministro australiano ataca a las energías renovables.
Artículo originalmente publicado por Michael Howes, profesor asociado en estudios medioambientales en la Universidad de Griffith.
Fotos: Pixabay, Ricardo Malazan, Sonny Day, [Josh Estey/AusAID](https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Kalimantan_deforestation_and_degradation_5_(10706169265).jpg#/media/File:Kalimantan_deforestation_and_degradation_5_(10706169265).