Esta es la historia de una de esas raras y semi desconocidas innovaciones militares del pasado, la del ejército de amantes que ayudó a Tebas a mejorar su posición política.
La mayoría de la literatura acerca de este cuerpo de élite nos ha llegado por los textos de Plutarco, aunque también otros aristócratas y poetas de aquellos tiempos, como Heródoto y Tucídides, han dejado constancia de su existencia. Algunos historiadores piden que seamos prudentes con las fuentes, ya que se sabe que Plutarco era un escritor moral con más apego por las alegorías que por la veracidad de los hechos.
Parece bastante firme que en la primavera de 375 a.C. un aristócrata llamado Górgidas forjó el Batallón Sagrado de Tebas. Seleccionó a 150 de los jóvenes más preparados del pueblo tebano, independientemente de su clase social, y a cada efebo se le asignó un heniochoi (conductor o amante) que actuaría tanto como tutor como de compañero sexual. La propia gimnasia en la que se instruían muchos ciudadanos griegos contenía partes de pedagogía homosexual, con lo que este hecho en sí no era demasiado escandaloso.
Lo que sí convertía al Batallón en algo distinto era su concepción emocional de las relaciones entre soldados. Escribió Plutarco:
Los miembros de las tribus o clanes no sienten gran preocupación por sus parientes en tiempos de peligro, pero una banda unida por los lazos del amor es verdaderamente indisoluble e irrompible, ya que tanto los amantes como los amados se avergüenzan de ser deshonrados en presencia del otro, y cada cual se mantendrá firme en los momentos de peligro para proteger a su acompañante.
Los 300 novios de la muerte
En teoría, los soldados mayores adiestrarían en combate y rectitud social a los jóvenes (estos amantes adultos estaban muy bien vistos en Grecia, y Platón los definía como "amigos inspirados por Dios"). El vínculo entre ambos ayudaría a mostrar una fiereza suicida en combate para eliminar rápidamente cualquier amenaza que pudiese terminar con su compañero. También, si caía uno de los dos, el otro se pondría rabioso, lo cual beneficiaría a los tebanos en la batalla.
Vistas las ventajas, la legislación tebana apoyó el proyecto y permitió la financiación de este destacamento, que a diferencia de otros no tendría que realizar ningún otro trabajo en momentos de paz. Estaban dedicados en cuerpo y alma a la lucha. Se cuenta que en sus entrenamientos practicaban tanto la lucha como la danza.
Algunos poetas los describieron como uno de los ejércitos más temibles. Hubo tres importantes batallas para el Batallón Sagrado de Tebas: la batalla de Tegira, la de Leuctra y la de Mantinea. Tegira fue la prueba bautismal de nuestro batallón, capitaneados por Pelópidas y enfrentándose a las fuerzas espartanas en Orcómeno (Beocia). No sólo eran los espartanos el grupo armado más mortífero de la región helénica de aquel momento, sino que sus hombres sobrepasaban en número a los tebanos (aunque las cifras exactas no están claras, variando según el cronista de una proporción de 4:1 a 2:1).
Les vencieron. Los espartanos, confiados, cargaron contra esa formación rival anormalmente densa. El Batallón mató a sus líderes, y el resto de militares, desconcertados ante unas tropas en igualdad de fuerzas que ellos mismos, abrieron filas esperando que los tebanos pasaran y escaparan, pero Pelópidas ordenó usar esa apertura para flanquear y diezmar a los espartanos. Ante el mayor éxito en la historia reciente de Tebas, el general mantuvo al Batallón como unidad táctica diferenciada en el resto de batallas posteriores.
Los eventos de Leuctra fueron similares, dominando al enemigo espartano. Se considera al Batallón Sagrado de Tebas como el único ejército que ha sido capaz de derrotar a los espartanos en combates en los que éstos les superaban en número, arrancándoles la hegemonía e incluso el orgullo. Así, durante 33 años los amantes tebanos fueron los señores del panorama bélico.
Todo cambió cuando llegaron los macedonios, Filipo II y su hijo Alejandro (que años después sería el Magno). En 338 a.C., en Queronea (338 a. C.) la infantería macedonia hizo trizas las tropas atenienses. Según los relatos, sólo quedaban los tebanos, que lejos de achantarse defendieron hasta su último aliento lo que quedaba de la ciudad, que fue finalmente conquistada. Según Plutarco, Filipo, al ver a los cientos de hombres caídos, dijo en señal de respeto hacia ellos: “muera el hombre que sospeche que estos hombres hicieron algo inapropiadamente”.
Dudas sobre la homosexualidad en Grecia
No podemos extraer si esa expresión de Filipo nacía de la desavenencia que los macedonios tenían con sus enemigos o con la naturaleza amorosa de su ejército, pero sí podemos añadir algo de contexto:
El estudio de la homosexualidad en la Antigua Grecia por occidente se ha ocultado y retrasado durante muchos siglos. Sólo desde los años 70 empezamos a tener trabajos más o menos documentados sobre ello. Se sabe, por ejemplo, que ha habido problemas con la interpretación ética de sus costumbres. Así, donde Platón citaba la homosexualidad como algo “antinatural” con el cariz condenatorio, otros lo han traducido como “fuera de lo común” en el sentido de rareza.
Hay quien dice que Platón condenaba el sexo gay entre varones adultos, mientras que otros interpretan de sus textos que hacía llamadas a la prudencia y la ocultación de estos actos como parte de su visión filosófica de la vida moderada y virtuosa, donde los deseos no deben nunca dominar al hombre.
Parece claro que la homosexualidad, especialmente la que se daba entre un efebo y un aristócrata mayor, formaba parte de la estructura social y del día a día de muchos pueblos griegos. También que había una normalidad a la hora de que hombres y mujeres hablasen del deseo que les suscitaban otras personas de su mismo sexo. Pero también se ha visto que el pueblo llano, al atender comedias, se reía de los homosexuales.
De ahí que la interpretación más extendida es que, dada la misoginia griega (la asimilación del hombre como todo lo bondadoso y la mujer como representación de la bajeza), los homosexuales activos no tuviesen problemas mientras que del que adoptase el rol pasivo se podía enfrentar al estigma de haber cultivado cierta feminidad. Lo vergonzoso era ser el receptor del sexo anal.
Por eso no sabemos si el Batallón Sagrado de Tebas fue criticado o no en su día por la naturaleza homosexual de su constitución. Dos mil años después, sólo se sabe de otro ejército que haya permitido y potenciado el amor entre soldados de su misma clase: para el próximo día, la historia de los amantes samuráis.
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