Trump no se lleva bien con Merkel. Tampoco con Theresa May. No termina de congeniar con Trudeau, y se está distanciando de su afinidad con Macron. El Presidente de los Estados Unidos ha mirado las cifras de gasto de los países miembros de la OTAN y está indignado, prácticamente nadie salvo ellos está invirtiendo en el apartado militar lo que habían prometido, dejando al país norteamericano como el principal pagador de la fiesta. En esto último tiene razón.
Las cifras de la OTAN que enfadan a Trump
El acuerdo tácito de la Organización del Tratado del Atlántico Norte pide (que no obliga) a sus 29 Estados miembros un criterio de gasto de al menos el 2% de su PIB anual en Defensa y el 20% de sus presupuestos a equipos de aquí al 2024 para respaldar los intereses de esta alianza intergubernamental. La OTAN suele analizarse en base a dos ejes: a un lado, Estados Unidos, al resto, todos los demás, Canadá y buena parte de los países de la Unión Europea.
La OTAN de Canadá y Europa lleva sin invertir, en términos globales, un 2% de su PIB en defensa desde 1998, partidas que decrecieron enormemente en los años de la crisis financiera y que sólo ahora están recuperando sus cifras anteriores. UE y Canadá invirtieron en 2017 un promedio del 1.46% de su PIB. Estados Unidos, un 3.58%. Aunque regiones como Rumanía, Grecia o países cercanos a la órbita de Rusia buscan cumplir los mínimos de inversión (sobre todo ante la amenaza de conflictos a medio plazo), grandes países como Alemania, Italia o España están lastrando enormemente la foto final.
Dicho de otra manera, aunque las partidas militares han crecido un 4.87% entre 2016 y 2017, los no estadounidenses han "dejado" de invertir sólo en este último año más de 93.365 millones de euros con respecto a su compromiso pactado. Si sumásemos el deberé de las dos últimas décadas, la cifra sería escalofriante. Tan escalofriante como 340.000 millones, que es la "factura" que presentó Trump a Merkel en una reunión previa a la cumbre de la OTAN por supuestas prestaciones e intereses de su país hacia Europa (este cheque no tienen ningún tipo de credibilidad, es una figura simbólica). Estados Unidos dice que le debemos el equivalente a Austria.
Pero el poder de los ejes Washington-Bruselas nunca han estado equilibrados. Estados Unidos lleva la batuta política y económica en este acuerdo. Aunque desde que entró Obama dejaron de invertir en defensa por encima del 5% de PIB anual (como hacían antes) hasta caer a los 3 y pico de ahora, siguen estando muy, muy por encima de los mínimos y de las inversiones realizadas por el resto de sus aliados. El 3.58% del PIB de la primera potencia del mundo son nada menos que 614.000 millones de euros de gasto en defensa. Aunque llegásemos a a aportar el consabido 2%, toda la OTAN europea y canadiense junta no llegaríamos ni a la mitad del gasto armamentístico del país de la libertad.
Por otra parte, no es lo mismo dejar de invertir que deber. El 2% es un criterio de gasto propuesto para que los países no pierdan su posición en el escenario geopolítico mundial, no una obligatoriedad. En realidad, lo que es la organización pura y dura de la OTAN sólo necesita 2.000 millones de euros anuales para financiarse y mantenerse. Aunque del gasto militar total de todos los aliados EE. UU. aporte un 67.5%, hay otra cifra más representativa para entender la aportación de cada Estado a la institución. Si miramos el Índice del Esfuerzo en Defensa, los norteamericanos sólo costean el 22% de la OTAN. Alemania pone un 14,6%, Francia y Reino Unido un 10%...
El resto del gasto americano es superávit o dinero que va a partidas militares que no tienen tanto que ver con la OTAN como con la búsqueda de los norteamericanos de tener presencia en sitios tan alejados de Europa como Japón o Corea del Sur. El 60% de los efectivos navales y aéreos de EE.UU. se sitúan ya en el escenario Asia- Pacifico, y no en Europa.
Como también señalan países como Alemania o Italia, tampoco es lo mismo el gasto en equipamiento que en personal. Puede que unos pongan el dinero, pero los otros ponen, porcentualmente, muchos más soldados, cosa lógica ya que los posibles escenarios de combate de la OTAN están en el viejo continente.
Malestar en la cumbre: ¿quién debe a quién?
Son todas estas cifras las que revolotean en las cabezas de los asistentes a la última cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN que está teniendo lugar ahora mismo en Bruselas. Hoy se reunirán en privado Trump con Merkel y después con Macron. El dirigente estadounidense, que ha insistido incansablemente estos días en la cifra del 2%, le ha dedicado unas duras palabras a la cancillera alemana, a la que acusa de ser "cautiva" de Rusia por su dependencia del gas procedente de Moscú. Merkel defiende sus actuaciones recordándole a los de Washington que su país actúa de forma independiente y que ellos mismos saben en sus propias carnes lo que es la amenaza soviética.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg hace de mediador, pidiendo a los dirigentes del resto del planeta cautela ya que “somos más fuertes juntos que separados”. Europa entera, con el líder del Consejo Europeo Donald Tusk a la cabeza, rugen contra los ataques de Trump recordándole a América que debería apreciar a sus aliados ya que “al fin y al cabo, no tienes tantos”. Tusk ha ido más allá, recordando que el único momento en el que la Alianza invocó el deber de asistencia mutua fue tras los atentados del 11-S, en 2001, y que la misión de Afganistán que sucedió a ese episodio se cobró la vida de muchos europeos. En concreto, de 870.
La OTAN, de momento, ha servido para poco más que para pacificar los Balcanes y para favorecer intereses estadounidenses.
La desproporción de los repartos de cargas ya había causado disputas en el pasado. Por un lado, y mientras más países europeos se anexionaban a la Alianza, Estados Unidos se sentía incómodo al perder poder de influencia. Después, y tras la Guerra de Irak, muchos europeos, con Alemania a la cabeza, se cuestionaron la funcionalidad de una institución cuyos intereses no eran para todos los actores los mismos. Parece ser que justo esas cosas que Washington y Bruselas se reprocharon mutuamente en el pasado han dado un giro e 180 grados: los unos quieren pagar menos y los otros buscan fortificar la alianza más.
Contra la OTAN. ¿A favor de Rusia?
Por si todo esto fuera poco, sí sabemos con quién se lleva bien el actual equipo de la Casa Blanca: con Putin.
Los aliados han manifestado su temor a que Trump pacte con el líder ruso a sus espaldas. A Europa le preocupa lo que Trump podría proponer acerca de Crimea o Ucrania al país contra el que precisamente se creó la institución que ahora mismo él critica.
Es el factor imprevisible del gobernante lo que enfada, y que el Gabinete político estadounidense haya negado a los delegados occidentales ningún tipo de acercamiento con el Kremlin en la reunión que tendrán las dos potencias el próximo lunes en Helsinki, los ánimos están crispados.
Como hemos visto después de su retirada del acuerdo climático de París o de su desvinculación de los acuerdos de Irán, a Trump se le atragantan las negociaciones multilaterales, donde haya que optar por la diplomacia y los acuerdos que no sean de uno frente a uno. Que antes de salir hacia Europa comentase a los periodistas que, de sus citas de las próximas semanas la de Putin “podría ser el más fácil de resolver", tampoco ayuda.
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