¿Cuánto dinero estarías dispuesto a pagar por una planta? Para la mayoría de las personas la pregunta parte de un supuesto absurdo. Las plantas son populares porque requieren de una baja inversión. Es algo que está cambiando poco a poco. La fiebre por la adquisición de variedades raras y codiciadas por los coleccionistas está disparando los precios, alcanzando cotas jamás vistas. El último ejemplo: en Nueva Zelanda se acaba de vender una pequeña maceta por 4.600€.
La red. Sucedió en Trade Me, una popular plataforma de intercambio de objetos dentro del país. Un usuario puso a la venta una "variedad extremadamente rara" de rhaphidophora tetrasperma, similar en apariencia, si bien más pequeña, a la muy popular costilla de Adán. La subasta se convirtió en una locura, culminando en una compra superior a los 4.600€ (8.100$ neozelandeses), un récord en la plataforma. Alrededor de 754€ por hoja. Seguramente la planta más cara del mundo.
Tendencia. La escala es inigualable, pero no es la primera vez que una planta se vende a precios desorbitados. En agosto, también en Trade Me, otra planta superó los 3.500€, superando el récord histórico de la plataforma (ligeramente por debajo de los 1.000€). Algunos meses antes, una flor de Nácar superó los 2.300€, y durante las últimas semanas una prominente costilla de Adán se ha subastado con éxito por 3.200€. Hay una fiebre real por la colección de plantas llamativas o de moda.
Causas. En el caso de la rhaphidophora tetrasperma, la actual poseedora del récord, el motivo se debe a su rareza. Como explica una experta en Vice, cuenta con cuatro hojas de dos colores (verde y amarillo) y no con tres. Se trata de una mutación genética presente en otros ejemplares y que disparan su cotización en el mercado de segunda mano. Pero los motivos van más allá de la anécdota botánica. Se trata de una tendencia cultural presente en otros países y muy popular entre las nuevas generaciones.
Historia. No se trata de una pasión nueva. El ejemplo más célebre es el de la burbuja de los tulipanes desatada en Países Bajos en el siglo XVII, menos irracional desde el punto de vista económico de lo que pudiera parecer. Siglos más tarde, a principios del XX, las orquídeas cotizaban a unos alucinantes 150.000$ actuales en Estados Unidos. La fiebre por las primeras fue real durante los primeros compases de la centuria, prolongándose en su segunda mitad y alcanzando al comercio ilegal y subterráneo.
Hacia lo salvaje. Lo analizaba The Guardian hace un año, mucho antes del confinamiento: tiendas de mobiliario como Made habían cuadriplicado su venta de accesorios para plantas, macetas principalmente; y la Real Sociedad de Horticultura británica había identificado un aumento de hasta el 15% sobre los niveles de 2013 en las ventas de plantas de interior. Sólo en 2018 el mercado se había expandido en Reino Unido un 50%, gracias al entusiasmo de los recién independizados entre los 25 y los 34 años.
Moda. No cuesta atisbar los motivos. En un mundo radicalmente urbanizado, las plantas de interior se han convertido en una herramienta para conectar con la naturaleza y lo salvaje. Una de las tendencias más omnipresentes de los últimos dos años, el mimbre, camina por ahí: materiales naturales (bambú, caña, madera) frente a sintéticos, siempre engalanados por más y más plantas. Una selva en el salón.
Las plantas requieren de un mantenimiento bajo y de menor atención que las mascotas, amén de su precio modesto, afín a una generación particularmente golpeada por la precariedad y la temporalidad. Son un camino hacia la responsabilidad adulta fácil y confortable.
Más naturaleza. Tendencia que en España, por ejemplo, ha cristalizado también en el boom de los huertos urbanos (con todos sus peros), muy populares en todas las ciudades y asunto que causó múltiples quebraderos de cabeza a sus dueños durante el confinamiento. La eclosión de mascotas urbanas (perros y gatos) durante los últimos años se explica bajo los mismos parámetros: conexión con la vida y la naturaleza y sustitución de las responsabilidades de antaño (hijos), por incapacidad o elección.
Las plantas son el primer eslabón (el más elemental) de una larga cadena de tendencias naturales dentro de los entornos urbanos. Y como en casi todas las demás, siempre hay extremos, en especial cuando la filia coleccionista hace acto de presencia. Y de ahí, al récord de 4.600€.
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 0 Comentario