Una matanza de las que dejan sin aliento. El 9 de agosto la coalición bajo mando saudí lanzó un misil mortífero a un autobús que transitaba por Saada, Yemen, y que transportaba a varios niños. Según el Comité Internacional de la Cruz Roja han muerto al menos 40 de ellos, casi todos menores de 11 años. Hay otros 14 heridos de gravedad, especialmente en el sistema respiratorio, extremidades y cabeza. Volvían de una excursión escolar.
El terror saudí: Arabia Saudí y la coalición arábica son los principales apoyos del presidente yemení, Abdo Rabu Mansur Hadi, que se enfrenta a los rebeldes Huthi que han ocupado Saná (la capital de Yemen) y que resisten defendiendo los intereses de la población zaidí chiita desde hace años, según se dice, gracias al apoyo económico y militar de Irán, Al-Qaeda y el autodenominado Estado Islámico. Si los huthís tienen el valor, los saudíes tienen los recursos y el puño de hierro. La comunidad internacional, Naciones Unidas incluida, está muy escamada por la severidad con que los saudíes intentan acabar con su adversario en la zona. El Consejo de Seguridad se ha reunido de urgencia para debatir el procedimiento a seguir y la UE insta a buscar una solución política ya mismo.
Uno de cientos: el ataque al autobús ha sido sólo el último y más vergonzoso ataque de un enemigo dispuesto a acabar con la vida en la zona. Según la organización Yemen Peace Project, de los 140 ataques aéreos identificados en junio de 2018 por parte de fuerzas prosaudíes, 83 fueron realizados sobre objetivos no militares. Están intentando acabar sistemáticamente con las infraestructuras civiles, pero también con esa misma población.
Saudíes a la lista negra: después del ataque al autobús, Arabia Saudí defendió públicamente su gesto como una “acción militar legítima”. No sólo no se arrepienten, sino que se enorgullecen. En 2016 la ONU metió al país arábico en la “lista negra” de los países más sucios en conflictos justamente por sus asesinatos de niños, pero Riad presionó y Naciones Unidas aceptó recular. Los saudíes argumentaron estar estudiando formas de evitar matar a los menores yemeníes, que consideran agentes entrenados por los huthís (aunque hay algunos de ellos que sí lo son, no está confirmado que los niños del atentado de este mes lo fueran). El último ataque al bus de Saada demostraría que no han cedido ni un ápice a respetar las vida de los menores. No olvidemos, además, que con la progresiva pérdida de valor del petróleo Arabia Saudí tendrá que adaptarse más y más a las reglas del juego internacional.
Junio de 2017: fecha en la que el Senado de EEUU reaprobó la venta de munición guiada por láser a Arabia Saudí. Este tipo de arsenal se vendió bajo la era Obama con regularidad en los primeros años del conflicto, pero después del ataque de octubre de 2016 en el que se asesinó a 155 civiles yemeníes asistentes a un funeral local, el Gobierno estadounidense ordenó cortar el flujo de armamento. Trump levantó el veto a los meses de entrar en la Casa Blanca, y ahora los medios nacionales lloran al saber que fue uno de los misiles teledirigidos creados por los estadounidenses el que impactó y mató a casi todos los pasajeros del bus escolar.
Erial sin vida: Yemen es tierra quemada, un escenario de guerras en el que nada puede crecer, pero si hay un grupo para el que esta injusta reyerta está teniendo repercusiones es para los niños. Según los datos de Unicef, en los últimos tres años (desde que Arabia Saudí se involucró en el conflicto) están muriendo o siendo heridos cinco niños cada día. Recuento de daños: 22 millones, tres cuartas partes de la población civil necesita ayuda humanitaria para sobrevivir, y de ellos 11 millones son menores de edad. Mueren de sed, de cólera o intentando lavarse en los riachuelos de agua de las calles interceptados por las bombas.
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