500 años después de Lutero, Alemania quiere revolucionar otra vez la cristiandad con un robot cura

Cuando Martin Luther se levantó una mañana cualquiera de octubre de 1517 decidió que hasta aquí habíamos llegado. Recogió un puñado de papeles, se acercó a la catedral del pueblo en el que pasaba sus días, Wittenberg, y pegó un hilo de 95 tuits en el que arremetía contra el Papa, contra el contrabando de indulgencias, contra toda la jerarquía eclesiástica y contra los fundamentos básicos que habían definido la cristiandad desde la muerte de Cristo.

Fue un acto importante. Pero un acto que no habría servido de nada sin la última tecnología del momento: la imprenta.

Quinientos años antes, Lutero habría pasado sin pena ni gloria por el resto de Europa y posiblemente sus ideas habrían tenido un breve predicamento en la muy católica Sajonia poco antes de sufrir el mismo destino que otros ilustres revolucionarios religiosos previos a él. Sin embargo, las ideas de Lutero y su Biblia flamentemente traducida al alemán común se reprodujeron como la pólvora en las nuevas imprentas repartidas por todo el país, lo que expandió sus ideas a cada rincón de Europa.

La reforma protestante deformó la Europa de la Edad Media y la lanzó de cabeza a la modernidad. Ahora, medio milenio después, Alemania quiere volver a revolucionar la idea de cristiandad de la mano de un robot que hace las veces de párroco del pueblo. El trasto se llama BlessU-2 (un juego de palabras que podría traducirse como "quedáis bendecidos") y ha sido creado por la Iglesia Protestante de Hesse and Nassau, en el corazón de la misma Sajonia que acogió a Lutero.

Según ha epxlicado su portavoz a The Guardian, Stephan Krebsk, la idea es explorar hasta qué punto el futuro de la cristiandad también será tomado por los robots. El experimento quiere testar los límites del fiel cristiano y mostrar si la divina providencia también puede ser predicada o verbalizada por un amasijo de hierros que habla cinco idiomas (entre ellos el español), da la bendición y tiene versículos de la Biblia memorizados en su CPU. Un bichín gesticulante y adorable al servicio del Señor.

El juguete se expone dentro del contexto de una serie de muestras dedicadas a los 500 años de la reforma protestante, celebradas en la misma Wittenberg de Lutero. Y su idea, ciertamente, habla de la cristiandad del futuro: ¿cuando se acaben los curas, una profesión en peligro de extinción en casi toda Europa, y descubramos que los robots también nos pueden sustituir como mensajeros de Dios, qué harán los estamentos eclesiásticos y los fieles? ¿Negarse a la revolución como en 1517?

Lutero approves.

El audaz robot aúna dos debates en uno: por un lado, la imparable robotización de nuestro mundo, ya sea en las tareas del hogar, en la cadena de montaje, trasportando contenedores o en las iglesias; y por otro, los límites de la fe y la adaptabilidad de la cristiandad a los tiempos modernos. O lo que es lo mismo, hasta qué punto una religión de dos mil años de antigüedad es capaz de aceptar que las creaciones del humano jugando a ser dios pueden sustituir al Dios en sí mismo.

Son preguntas menos triviales de lo que parecen y que yacen en la esencia misma de la reforma de Lutero. Vivimos un tiempo en el que leemos la Biblia desde nuestro móvil, en el que buscadores permiten nos devuelven sus versículos, en el que la información para interpretar la palabra de Dios lleva en Internet muchos años y en el que podemos asistir a misas on-line. El contacto del fiel con Dios es más directo que nunca y no necesita de intermediarios. Exactamente lo que Lutero buscaba en 1517.

De nuevo, gracias, tecnología, por acercarnos un día más a Futurama.

La capacidad del estamento católico para adaptarse al robot cura del futuro es otra historia. Pero quinientos años después la Iglesia afronta otra amenaza revolucionaria, y esta vez no su victoria no podrá depender de los ejércitos.

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