Hay que admitirlo, parte del encanto de la fotografía clásica se ha perdido con las herramientas de edición contemporáneas. Hoy en día es relativamente sencillo fotografiar un paraje cualquiera de forma mediocre y hacerlo parecer brillante, repleto de colores e intensidades luminosas, gracias a un intenso trabajo de chapa y pintura en Photoshop. De modo que nuestro ojo se ha habituado a lo excepcional, a lo asombroso, como norma.
De ahí que quepa ser escéptico ante la posibilidad de que un lago rosa se despliegue de forma hermosa en pleno páramo mexicano. O de que haya ríos cuya tonalidad verde trascienda el de cualquier gema. Pero sin embargo, todos los lugares aquí relatados existen, son fascinantes y magnéticos y sus colores, pese a lo brillante de las fotos, no surgen de una intensa post-edición, sino de la propia naturaleza. Dentro colección:
1. La laguna rosa de México
Se encuentra en Las Coloradas, en la prodigiosa península del Yucatán, y el color teñido de sus alucinantes aguas se lo debe a las halobacterias, una suerte de alga diminuta de pigmentos púrpuras que, vistas desde la superficie, cuentan con la tonalidad que describen las fotos. Es uno de los reclamos turísticos más inesperados de México, y suele estar habitada por flamencos, tortugas y otras especies típicas de la región.
2. La cueva de hielo de Mendenhall
En Alaska, Estados Unidos. Paraje natural protegido, la cueva es un particular vivero de turistas gracias a la intensidad del azul de su hielo. Para llegar a ellas hay que introducirse en el propio glaciar de Mendenhall y afrontar una dificultosa caminata, pero el resultado merece la pena. El aspecto acolchado y tubular de la cueva, bajo cuyo techo acristalado es posible pasear, la dotan de un aspecto más digno de ciencia-ficción que de la realidad.
3. El río tinto de Huelva
Uno de los patrimonios naturales más singulares del sur de la península ibérica. El río Tinto ha estado tradicionalmente relacionado con actividades mineras, tales como la extracción de cobre o plata, por lo que desde muy antiguo se ha creído que sus altas concentraciones de pH2, causantes en el intenso color granate o anaranjado que presenta su cauce, se debía a la minería. Sin embargo, [investigaciones recientes han apuntado](interacción de acuíferos subterráneos) a la interacción de sus aguas con acuíferos subterráneos que le dotarían de tan peculiar composición química.
4. Los campos de canola de Luoping
En China. Cada primavera, la región de Yunnan se convierte en el paraíso de todo amante de las flores y del color amarillo. Allí se extienden kilómetros y kilómetros de campos de canola, o colza, la planta a partir de la cual se extrae el no demasiado celebrado aceite de colza. Sus flores son de un intenso amarillo, llenando de color la región entera, llana, pero con algunos promontorios que se ven repentinamente rodeados de tal estallido de color.
5. El géiser Fly de Nevada
No es una atracción de feria, no es un calipo con forma de montaña que expulsa agua hirviendo, no es un ente alienígena surgido de las entrañas de la tierra: es un géiser y está en Nevada, Estados Unidos. El géiser Fly debe sus alucinantes colores (verde, amarillo, rojo, naranja) a la acción humana, sin embargo: una veta de extracción de recursos mal cerrada provocó que numerosos minerales se esparcieran a su alrededor, coloreándolo.
6. El salar de Uyuni, en Bolivia
Un no-brainer para todos aquellos fotógrafos buscando los lugares más surrealistas de mundo. El salar de Uyuni no sólo es el mayor desierto de sal del planeta, contando con la mayor parte de las reservas de litio del globo, sino que también ofrece visiones espectaculares gracias al reflejo de la luz sobre su superficie blanquecina y estriada. Un espejo gigante cuyos colores mutan en función del sol, el salar recibe unos 60.000 turistas al año. Comprendemos por qué.
7. Las aguas termales de Dallol
El lugar, Etiopía; la ciudad, Dallol. O lo que es lo mismo: uno de los puntos más remotos de planeta y, posiblemente, el lugar habitado más cálido del mundo, con temperaturas medias superiores a los 35º C. Sólo en un lugar tan marciano podían surgir aguas termales de colores amarillos y verdosos tan, tan intensos como las de Dallol: un espectáculo para la vista y un paisaje digno de otro planeta. ¿El motivo de su fosforito color? La disolución de diversos elementos químicos como la sal, el sulfuro o el potasio, depositados en el cráter de un antiguo volcán.
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