Sergio Galán, diseñador web, cuenta en Twitter que un día, después de alquilar un coche por unos meses y solicitar la tarjeta de residente, le dio por hacer cálculos. El aparcamiento en su barrio le costaba menos de 25 euros al año. Teniendo en cuenta el espacio que ocupa el coche más vendido en España, 7.7 metros cuadrados, y si lo relacionásemos con el precio medio de los pisos de alquiler, salía increíblemente barato. Si se cobrase por el espacio ocupado por el coche lo mismo que se le cobra a un ciudadano por esos mismos metros en un piso en alquiler, costaría, de media, 116 euros al mes. Casi 1.400 euros al año.
No es el primero en apuntar a esta utilización de ese bien escaso que es el terreno en las grandes ciudades. La conclusión a la que están llegando en algunos sitios es que los vehículos están siendo indirectamente subvencionados. Y hay quien se ha puesto manos a la obra para revertirlo.
El Ayuntamiento de Merton, al suroeste de Londres y gobernado por los laboristas, ha aumentado el precio del estacionamiento para residentes en 540 libras más al año, que se suma al también reciente impuesto que pagan los propietarios de vehículos diésel y gasolina antiguos de 150 libras anuales. En total son 690 libras anuales, 794 euros al cambio, sólo para obtener el permiso de estacionamiento para residentes. La Asociación de Conductores Británicos ha puesto el grito en el cielo y la oposición torie ha hecho lo propio. A día de hoy es el impuesto al estacionamiento más caro de todo Reino Unido, y se teme que otros alcaldes copien la idea.
La composición urbanística de un buen porcentaje de Merton también es relevante a este respecto: con típicas zonas residenciales de casas británicas unifamiliares y pareadas tranquilas, donde vive mucha gente, llamémosla de clase media, que va y vuelve a Londres capital a trabajar. Es el tipo de arquitectura que potencia el uso diario e individual del coche. Los políticos han dicho que el dinero que se recaudará se utilizará, entre otras cosas, para potenciar las comunicaciones en transporte público.
Tampoco son los únicos: Ámsterdam cobra ya 267 euros por aparcar en la calle a los residentes, Copenhague hasta 535 euros y en Oslo los residentes la cifra está en torno a los 300 euros.
300 euros para el conductor español: un estudio realizado conjuntamente por la Universidad Técnica de Dinamarca y la Universidad de Barcelona ha hecho lo mismo que el diseñador Sergio Galán pero a lo grande, analizado el coste ciudadano del uso de ese espacio en las grandes ciudades españolas. Su conclusión es que los bajos impuestos a residentes de Barcelona y Madrid están no sólo subvencionando el coche, sino además promoviendo su uso. En los barrios en los que se permitían estos planes de estacionamiento por residencia, los habitantes compran un 15% más de vehículos a lo largo de un lustro que en zonas de equivalencia poblacional donde no lo hay, cuando lo que se intenta es precisamente sacar coches de las ciudades, no meterlos.
Si queremos cobrar el precio justo, cada urbanita español debería pagar a su ciudad unos 300 euros más al año por aparcar en la calle, concluían.
Como tantas otras políticas recientes de desincentivación del uso del coche, son sanciones que ahondan en la desigualdad: hacen más daño a la clase media que a la clase alta (la clase baja urbana, por lo general, tiene mucho menos coche del que solemos pensar).
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