Dentro de las muchas cosas que no volverán a ser las mismas después del Covid va a estar The Walt Disney Company, que como tantas otras empresas del entretenimiento está teniendo que reinventarse a toda prisa. Pero, dentro de su amplio universo mágico, lo que más van a cambiar serán sus parques temáticos, que ya están dejando de vivir ese dulce momento que experimentaban antes de la pandemia.
Un 91% interanual menos de beneficios. Acaba de salir el último informe cuatrimestral de la compañía y esa ha sido la caída que han sufrido las cuentas de sus inversores: si el año pasado por estas fechas el balance era de 5.400 millones de dólares ganados, se ha recortado a 460. Todo por culpa de su división de parques.
Es un problema de gran calado: pese a que buena parte de la información sobre la Casa del Ratón que nos llega proviene de su división de ocio audiovisual, en realidad para la corporación este segmento no es tan rentable. De hecho en 2019 hubo un desplome de ingresos por sus cadenas de televisión mientras que sus seis resorts temáticos en todo el planeta habían doblado los beneficios. Es algo que le estaba pasando a los llamado “old media”, las corporaciones mediáticas de la vieja escuela, frente a gigantes sin la misma carga corporativa, como por ejemplo Netflix, plenamente volcada en el ocio digital.
Aparentemente la gente prefería dejarse más dinero en viajes y merchandising que en tickets para el cine o tiempo gastado en la televisión tradicional, de ahí que los planes de Bob Iger incluyesen una ambiciosa expansión de los parques, atracciones, hoteles y cruceros asociados. Habían contraído deuda e invertido 24.000 millones de dólares para hacer renovaciones en este sector en los siguientes años.
Y entonces llegó la debacle: ¿qué ha ocurrido con el sector turístico en todo el mundo? ¿Cuánta predisposición habrán mostrado los estadounidenses de acercarse a Disney World? La que nos podemos imaginar. El último informe del Deutsche Bank ha auditado que este año fiscal Disney perderá 9.800 millones en su división de parques, casi un 10% de sus ingresos. Y lo que es aún peor, no esperan que este departamento empiece a ver cifras similares a las de 2019 hasta 2023. El agujero es colosal porque, aunque este segmento representa hasta ahora un 26.23% de sus ingresos, es el que más beneficios daba, en torno a un 40%.
Los recortes: con los cierres de los parques llegaron los esperados despidos. Para que nos hagamos una idea del golpe, si el porcentaje de paro de Orlando previo a Covid era del 2.8% ahora está entre los más altos del país, en un 15%, y casi todo es por Disney World. Muchas de las cadenas que operan dentro de sus micronaciones, hoteles y restaurantes, están traspasando el negocio o declarándose en bancarrota. Son huecos por los que simplemente en tres o cuatro años ninguna franquicia va a querer pagar. Lo previsible es que se apueste por una contracción de sus servicios: menos tiendas, menos atracciones o más viejas y en general una experiencia menos mágica.
Con el agravante de que el suyo es un circuito cerrado, en el que una parte de la cadena afecta al futuro de la otra: hacen pocas y carísimas películas que expanden sus universos previos para vender después juguetes, atracciones y nuevas experiencias en los parques. Esta nueva situación ha desbaratado esta estructura, puesto que ahora las películas más caras han implicado una mayor debacle (frente a una diversificación de títulos de, pongamos, Netflix) y la falta de penetración de las mismas hace más difícil y arriesgado que esas ventas derivadas funcionen.
Todo al rojo, a Disney+: los inversores siguen creyendo que Disney conseguirá resistir el envite mejor que otros “old medias”, sobre todo por el compromiso de la empresa de virar hacia su plataforma digital, con mejores cifras de suscriptores que las previstas. Por ejemplo, por mucho que se haya defenestrado a Mulán desde distintos frentes, según fuentes del sector sus ingresos en la plataforma tienen que haber salvado los muebles dadas las actuales circunstancias, demostrando que el estreno en salas tampoco tiene por qué ser el objetivo primordial.
Lo que le va a tocar demostrar a los de Mickey es que, pese a tener un catálogo mucho más limitado, sus películas son lo suficientemente imperecederas y revisionables como para que las familias sigan pegadas a su oferta en años de sequía. El reto no va a ser fácil porque el remake de La Sirenita o Halcón y El Soldado de Invierno han puesto en pausa sus rodajes y sus próximos estrenos están, como los de tantas majors, pseudo congelados. Es decir, lo que hay ahora en Disney+ es en esencia lo mismo que habrá dentro de seis u ocho meses.