“¡Iceberg por proa!”, quién no reconoce una de las líneas más icónicas de aquella película ganadora de 11 estatuillas de oro. Pero mientras la mayoría de los barcos intentan evitar a estos colosos de hielo, hay barcos que se lanzan a su caza. La misión: reunir partes de icebergs que tienen alrededor de 10.000 años para preparar exóticas bebidas con ellos.
Sí, el iceberg vodka existe. Y hay todo un mercado entorno al agua de los glaciares.
A la caza de pedazos de hielo. La costa este de Terranova y Labrador, en Canadá, es el hogar de lo que se conoce como Iceberg Alley: un peculiar fenómeno natural que ocurre cada primavera, cuando enormes icebergs se desprenden de la costa de Groenlandia y, guiados por una corriente particular, se abren paso por el mar. Ahora imagínate que podrías enfriar tu bebida con una reliquia helada de una época en la que todavía había mamuts caminando por la Tierra.
Como explica un miembro de Iceberg Vodka Corporation: “Los icebergs son una fuente fantástica de agua naturalmente pura. Atrapados en glaciares de 10,000 a 20,000 años de antigüedad, tienen un contenido muy bajo de minerales y eso los convierte en un fantástico licor de mezcla ". Lo llaman la "fiebre del oro blanco". Los restaurantes canadienses más elegantes lo sirven en sus mesas en botellas de vino, mientras otros se abren paso en la cerveza. Eso sí, el vodka claro y prístino sigue siendo el favorito.
¿Cómo funciona? Un iceberg puede tardar mucho en fundirse en agua. “Parte de la razón por la que no se derrite es que se congeló por encima de 0°C. Debido a la pureza del agua, el contenido de minerales es tan bajo que se comporta de manera diferente al agua del grifo", explica la compañía. Una vez los icebergs se derriten, el agua se mezcla con un líquido neutro triple destilado hecho de melocotones canadienses y crema de maíz. Luego, cada lote de vodka se elabora a mano, utilizando carbón. "La adición de carbón en polvo básicamente se adhiere a las impurezas del agua, que luego se filtran y las eliminan del vodka".
Todo un negocio entorno a ello. La cervecería Quidi Vidi también utiliza agua de iceberg de 20.000 años. Auk Island Winery la mezcla con frutos del bosque para elaborar vinos especiales. En los últimos cinco años, una lista global de especuladores se ha puesto de moda, llegando a explotar los icebergs frente a las costas de Canadá, Groenlandia y Noruega como un bien de lujo. En la actualidad, quienes más partido sacan son las empresas de botellas de agua de alta gama. Svalbarði las presenta en un hermoso recipiente de vidrio con una tapa de madera a medida y una brillante banda verde espuma de mar. ¿Precio? 150 euros el litro.
Esta compañía ha llegado a comercializar entre 25.000 y 35.000 botellas de agua glaciar al año "con el sabor de la nieve en el aire", e inevitablemente ha creado escuela. De igual manera, el Gobierno de Tíbet incluso ha aprobado por otro lado licencias para que docenas de compañías chinas puedan convertir los glaciares del Himalaya en agua embotellada premium. Licencias polémicas, de hecho, dado que esos glaciares alimentan numerosos ríos que nutren a su vez a centenares de pueblos a su paso.
¿Huella medioambiental? Es indudable que el sabor más amargo de esto son los posibles efectos que estas iniciativas comerciales pueden tener en el medioambiente, algo que enfrenta directamente a estas compañías con organizaciones ecologistas como Greenpeace. Los primeros insisten en que solo utilizan icebergs que están flotando en el mar, que por tanto no podrían ser usados por animales de ese ecosistema. Aseguran que pueden ayudar al medioambiente dado que, al 'pescar' esos icebergs que se han desprendido como consecuencia del calentamiento global, evitan que, al derretirse, aumente el nivel del mar.
Los ecologistas, sin embargo, ven absurdo tal planteamiento: teniendo en cuenta que ambos polos del planeta están perdiendo una media de 500 gigatoneladas de hielo al año, mucha agua tendría que comercializarse para que la actuación de estas empresas fuese realmente efectiva en la lucha contra los efectos del cambio climático. Por definición, la comercialización de cualquier agua embotellada resulta insostenible, pero no es igual el impacto del agua que se recoge en cualquiera de las sierras del país de producción que la que procede de miles de kilómetros.
¿Qué dice la ley? Desde una perspectiva regulatoria, la recolección de icebergs es complicada. Debido a que no se mencionan en ningún tratado internacional, incluida la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y el Sistema del Tratado Antártico, la costumbre puede terminar dictando las reglas si suficientes estados siguen la misma práctica. Los cowboys de iceberg canadienses y los magnates emiratíes podrían así determinar la ley del iceberg para el mundo.
Eso ya está sucediendo en Canadá. No había regulaciones antes de que apareciera Svalbarði. El gobierno provincial de Terranova y Labrador está tratando de regular más de cerca (y sacar provecho de) la recolección de icebergs. En 2016, introdujo un impuesto anual sobre las cosechadoras. En respuesta, los dueños de negocios locales protestaron, incluso amenazaron con detener su producción de vino. Temeroso de los daños, el gobierno provincial eliminó el impuesto, pero duplicó la tarifa de una licencia.
Para recolectar icebergs legalmente en Terranova, los titulares de licencias deben identificar o marcar los icebergs que pretenden recolectar y solo pueden recolectar uno a la vez. Además, la licencia prohíbe a los recolectores de hielo trabajar "a una distancia visible de lugares conocidos frecuentados por turistas".
Al otro lado. Todo esto sucede mientras 663 millones de personas viven sin agua potable. A un mundo de distancia, el Proyecto Iceberg de los Emiratos Árabes Unidos lanzó un proyecto para arrastrar icebergs a 12.000 kilómetros del sur del Océano Índico y abastecer a pueblos sedientos.
Conforme el mundo se calienta, los mares se llenarán de más témpanos. Sin embargo, esta "fiebre del hielo" ya parece una batalla campal, lo que podría significar problemas en el futuro. Y el fenómeno del agua de lujo es sólo otro indicador de las muchas desigualdades de nuestro mundo.
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