En marzo, el país veía cómo desembarcaban hasta tres millones de turistas, un récord inimaginable hasta hace muy poco
En clave económica, Japón vive inmerso en hitos y récords confrontados. En marzo, y tras décadas resistiéndose contra viento y marea, subía sus tipos de interés en positivo. El país claudicaba a la inflación galopante, aunque a su manera (tipos al 0,1%). Y mientras tanto, viven un boom de turistas con cifras nunca vistas. La hostelería ha visto en la afluencia de visitantes una “oportunidad”: aplicar dos niveles de precios a los restaurantes.
El turista paga más. Lo contaba esta semana Nikkei. La industria de restaurantes de Japón está implementando un sistema de precios de dos niveles en los lugares más turísticos del país. No hay que ser muy lince para entenderlo: los restaurantes buscan sacar provecho de la afluencia de visitantes extranjeros, una estrategia donde también se busca no espantar a los clientes locales.
Una hostelería para el turista. Detrás de esta subida de precios hay algo tan evidente como el poder adquisitivo. Las empresas de restauración se están orientando más hacia los turistas porque, en esencia, están dispuestos a pagar más. Miki Watanabe, presidente de la importante cadena de restaurantes Watami, lo explicaba así: "Los japoneses no compran brochetas de solomillo de 3.000 yenes, pero los turistas que llegan a Japón dicen que es barato y las compran”.
Es más, la famosa cadena de restaurantes ha dado un giro a su negocio. A partir de ahora solo abrirán restaurantes donde se espera demanda de turistas extranjeros.
No espantar al cliente nipón. En la ecuación, los restaurantes que buscan expandirse en Japón saben que no podrán hacerlo a menos que también atiendan a los japoneses. Por eso está al alza esta fijación de precios en dos niveles. Por ejemplo, en Tamatebako, un restaurante buffet de mariscos y barbacoa que abrió en abril en el popular distrito de vida nocturna de Shibuya en Tokio, ya hay precios diferentes para residentes y turistas extranjeros.
Toyosu Senkyaku Banrai, un centro comercial que abrió junto al tradicional mercado Toyosu, cuenta con 50 restaurantes. Desde que abrieron, están llenos de turistas extranjeros mientras el mercado local de enfrente sigue con su vida pausada. En Banrai, muchos de los platos que se sirven en los restaurantes tienen precios incluso más altos que en el exclusivo distrito de Ginza.
Y no solo hostelería. Los extranjeros que viajen al Castillo Himeji de Japón, patrimonio por la UNESCO, pronto tendrán que pagar seis veces más que los visitantes nacionales. Así es como el alcalde de la ciudad intenta combatir el aumento del turismo y una moneda local débil que hace que el país sea demasiado atractivo para los visitantes. Al parecer, los turistas extranjeros representaron el 30% de los 1,48 millones de visitantes al Castillo de Himeji en 2023.
Una tarifa como sostenibilidad. A este respecto, Linda Osti, profesora de gestión turística en la Universidad de Bangor, le decía al Washington Post que, “la introducción de una tarifa de entrada más alta para los turistas internacionales también puede verse desde una perspectiva de sostenibilidad social; el castillo tiene un valor cultural para la población local y se les debe conceder el acceso”.
Además, añadía otro punto interesante: "también se puede ver desde una perspectiva económica. Los monumentos culturales son mantenidos por las autoridades locales con el uso de dinero público recaudado a través de impuestos a la población local. Por tanto, en cierto sentido, los locales ya han pagado por el mantenimiento del edificio o bien cultural. No se les debería cobrar dos veces”.
Qué dice la ley. Shogo Yonemitsu, presidente de Trice, que gestiona restaurantes, defiende la fijación a dos niveles. "Teniendo en cuenta el coste de atender a los visitantes extranjeros en Japón, no tenemos más opción que fijar los precios más altos", explicaba. Mientras, para el abogado Shohei Furukawa, experto en las leyes de protección al consumidor, añadía que: "siempre que los precios se expliquen adecuadamente, la fijación de precios en dos niveles no es un problema legal. Todo depende de cómo lo perciban los consumidores".
Turistas, oportunidad y problema. De fondo, el boom que está viviendo el país nipón. Sin ir más lejos, el pasado mes de marzo batió su propio récord absoluto mensual de afluencia de visitantes: tres millones de turistas (un 69,5% más que en marzo del año pasado). La hostelería, en general, está de enhorabuena, aunque no todo son buenas noticias.
El enorme flujo de visitantes también tiene su reverso. Por ejemplo, en Kioto se ha decidido prohibir el acceso a ciertas vías privadas de Gion, el mítico barrio de las geishas, debido a la masificación de gente queriendo hacerse fotos con ellas. Además, este verano se aplicará un tope diario de visitas para subir al monte Fuji y habrá que pagar 2.000 yenes por el acceso. Se busca ralentizar las masas de turistas que acuden al camino más famoso. Incluso se ha prohibido una de las mejores vistas debido a algunos comportamientos de visitantes.
La culpa es del yen. Por supuesto, detrás de este aumento desmesurado de los turistas hay otra noticia no tan buena en clave económica del país. La debilidad del yen atrae al visitante de Europa y Estados Unidos, en ambos casos con una moneda más fuerte que abarata el desembolso de la visita. Un dato esclarecedor: el yen ha perdido más del 40% de su valor frente al dólar estadounidense en los últimos cinco años.
En cualquier caso, extraña porque es Japón, pero este tipo de "impuestos al extranjero" no es nuevo. Ciudades como París y Ámsterdam también han aumentado recientemente los impuestos turísticos. Incluso Venecia implementó una tarifa de visita diaria que se aplica tanto a los extranjeros como a los italianos no venecianos. El objetivo, en cualquier caso, siempre es el mismo: desafiar el exceso de turismo.
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