En las ciudades medianas o pequeñas uno ve que quedan 18 minutos para su siguiente autobús y no se altera. En las grandes, la cosa cambia; nos entra el impulso de salir disparados si vemos que el metro entra en el andén y el siguiente no está programado hasta dentro de, buf, cinco minutos. En las regiones más apacibles, la comida, su preparación y su sobremesa pueden detener la jornada laboral por más de una hora. En la City de Londres no es tan difícil ver a consultores comer a la vez que camina hacia su puesto de trabajo.
¿Es verdad que hay ciudades que andan más rápido que otras? Es una pregunta que se hacía recientemente el empresario y experto en datos Victoriano Izquierdo. Para su desgracia, los datos no están muy actualizados, pero los estudios apuntan a esa confirmación de la marcha local.
Más cemento, más apremio: el más compartido estudio sobre velocidad del caminante según su ciudad, publicado en 1976 por la revista Nature, encuentra una correlación casi exacta con el tamaño del municipio: a más grande sea tu urbe, más prisa tienes. Dadas las regiones estudiadas, también se añadían un par de factores: parece que la cultura occidental aprieta un poco más el paso, y cuanto más desarrollada económicamente sea la zona, más posible es que tengamos prisa.
Esto quedó más o menos confirmado con la actualización del estudio del instituto British Council de casi treinta años después. En ese tiempo se ha visto cómo, en la media de las ciudades analizadas, los viandantes estamos caminando un 10% más deprisa que en los años 90. ¿Los que más habían acusado su conversión? Los habitantes de Guangzhou y Singapur, dos de las ciudades que, sin ningún tipo de duda, más han avanzado en su desarrollo económico en este tiempo.
¿Y en qué ciudades se camina más rápido? Según este último ensayo, en el que se cogió a 70 transeúntes aleatorios, ajenos a los evaluadores en calles con cierto tamaño y con un nivel de congestión relativamente bajo, ganaban los singapurenses con un ritmo de 10.55 segundos para andar 18 metros. En Copenhague los daneses tardaron apenas unas décimas más en recorres esa distancia. En tercer lugar de este ránking mundial, Madrid: los castellanos tardan 10.89 segundos en andar esos metros. Sí, caminamos supuestamente más rápido que en París, Berlín o Nueva York.
No, no te agobia la modernidad. Lo que sí se ha conseguido en este tiempo es refutar una de las teorías a las que llegaba aquel estudio de Nature, dirigido por Marc y Helen Bornstein, que sentaría las bases posteriores en este campo. Ellos apoyaban una idea muy en consonancia con aquella época: las pérfidas ciudades, decían, nos bombardean a estímulos que nos llevan a una sobrecarga sensorial, lo que acelera nuestra acción motora para librarnos lo antes posible de esta dañina influencia. Tenemos prisa por llegar a casa y poder relajarnos.
El tiempo es dinero. A esa conclusión llegó después el psicólogo Robert Levine, de la Universidad de California. Los tres principales predictores para determinar la velocidad del transeúnte son el poder adquisitivo, el PIB del país y el individualismo, algo muy ligado al mundo protestante pero también al desarrollo urbano. Cuanto más desarrollada la ciudad, más cara es la vida y más precioso es tu tiempo. Que Nueva York y no Nápoles se haya convertido en la Meca mundial de la porción de pizza es, en el fondo, una simple consecuencia de su dinámico devenir.
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