Los dos primeros meses de epidemia bien podrían definirse con una sencilla estampa: una autovía vacía. La imagen se repitió a lo largo y ancho del mundo fruto de los confinamientos domiciliarios decretados por los gobiernos. Vías antaño atestadas de tráfico cayeron presa del silencio más absoluto. Dos efectos paralelos inmediatos prolongados durante la reapertura: menos tráfico, menos circulaciones, y menos accidentes.
Sucede que su naturaleza también ha cambiado.
Más graves. Lo ilustra un estudio elaborado por el Instituto de Transporte de Texas (ITT). Tras analizar los datos de abril los investigadores concluyeron dos cosas. Por un lado, el descenso dramático de los accidentes. Aquel mes se registraron un 50% menos en relación a la media histórica. Por otro, un aumento casi equitativo de los siniestros fatales. Crecieron otro 50%. Pese al hundimiento del tráfico y de los accidentes, las muertes en carretera tan sólo cayeron un 20%.
El estudio abarca entornos urbanos y rurales, y accidentes individuales y múltiples. El patrón es el mismo: pese a que estos últimos cayeron un 23% y un 55% respectivamente, su fatalidad creció un 14% y un 59%. Durante abril tener un accidente fue menos probable. Pero en caso de siniestro, la posibilidad de fallecer se disparó.
¿Por qué? Dos factores ayudan a explicar el fenómeno: exposición y riesgo. El primero se hundió durante el confinamiento. Los coches desaparecieron de las carreteras, así que la posibilidad de tener un accidente causado por uno de ellos descendió para los restantes. En paralelo, el riesgo aumentó, en gran medida por la velocidad. De la noche a la mañana, el puñado de conductores aún al volante se topó con autovías y circunvalaciones vacías, aptas para pisar el acelerador. Para correr.
Máxima vs. media. Aquí los investigadores hacen un matiz interesante. Las velocidades medias aumentaron siempre dentro del límite legal. El aumento del riesgo no vino dado por conductores a 200 km/h, sino por aquellos que pasaron de los 100 km/h a los 120 km/h. La escasez de tráfico y retenciones incentivó una conducción más acelerada, pero no temeraria:
Durante la hora punta, las velocidades medias en las autovías de Houston pasaron de los 74 km/h a los 100 km/h. Así que todos los accidentes se produjeron a velocidades más altas, si bien legales. También descubrimos que el riesgo de tener un siniestro mortal sin la implicación de otros vehículos aumentó sólo un 10% en las ciudades de Texas, y un 18% en las carreteras rurales. Esto podría indicar que el problema no son las velocidades excesivas, sino el aumento de la velocidad media.
Extrapolación. Esta idea es consistente con lo que ya sabemos sobre el impacto de la velocidad en la seguridad de las carreteras. Diversos estudios han analizado cómo la reducción de la velocidad máxima permitida en zonas urbanas puede hundir los accidentes, mortales o no, entre un 42% y un 63%. Conducir más lento equivale a conducir más seguro. El estudio para Texas estima que una reducción del 38% en la velocidad media de circulación puede desplomar los accidentes hasta un 10%.
¿Consistente? Otros datos preliminares recabados durante la primavera apuntan en la misma dirección. En abril, la relación entre accidentes totales y siniestros graves se disparó en Nueva York (un 167% al alza para las colisiones mortales), Chicago (292%), Boston (65%) o Madrid (470%). En Londres, el número de sanciones por circular a más velocidad de la permitida aumentó un 187% respecto al año anterior. En Francia los accidentes cayeron un 74%, pero los mortales sólo un 56%.
Más cifras sugieren lo mismo. Al final del verano, España registró su mínimo histórico de víctimas mortales en carretera, apenas 202. El descenso era discreto (un 6% respecto a 2019) y menos impresionante aún si lo comparábamos con la caída del tráfico rodado (superior al 9%). Sin embargo, conviene ser cauto. Otros estudios, como este centrado en la provincia Tarragona, ilustran cómo el tráfico cayó menos que los accidentes (un 62,9% vs. un 74,3%), lo que haría de las carreteras vacías más seguras.
El comportamiento. No obstante, la evidencia observacional sí apunta a una mayor velocidad en la circulación cuando las carreteras se despejan. En agosto, la Guardia Urbana de Barcelona hizo balance de las semanas de confinamiento. Los agentes sancionaron más de 7.500 infracciones, la mayoría de ellas por ignorar semáforos en rojo o por excesos de velocidad. "Teniendo en cuenta que apenas circulaban vehículos, la cifra es altísima", explicó un portavoz. Durante aquellos días los radares cazaron a 230.000 conductores circulando por encima de lo permitido.
Un 180% más que en relación a 2019. Las carreteras vacías funcionaron como incentivo para correr más. Y a la larga, como sabemos, eso conlleva accidentes más graves.
Imagen: Tony Webster/Flickr