Desde su toma de posesión, la presidencia de Donald J. Trump estaba abocada a cambiar para siempre la imagen internacional de Estados Unidos. La cuestión era la velocidad de la transformación y su calado. Pues bien, dos años después de su elección ambas dudas han quedado resueltas: el mundo tiene hoy una imagen más negativa que nunca de Estados Unidos, y se fía menos de su presidente que en cualquier otro momento de la historia reciente.
Menos que dos de las figuras más célebremente autoritarias del mundo.
¿Qué pasa? Que una encuesta de Pew realizada en 25 países del planeta arroja una verdad de difícil digestión para la siempre respetada administración estadounidense: la comunidad internacional se fía más de Vladimir Putin o Xi Jinping que de Donald Trump. Mientras el presidente americano cuenta con la "confianza" del 27% de los encuestados, Putin y Xi disfrutan de porcentajes igualmente reducidos, pero algo más altos: el 30% y el 34%. En plata: Trump inspira más desconfianza.
¿Es importante? Sí, porque ni Putin ni Xi pasan por sus momentos de mayor popularidad. El primero ha sido acusado por sistema de cualquier conspiración o conflicto interno en los países de occidentales o en su órbita (Macedonia, España, Ucrania, Reino Unido). El segundo ha afianzado su poder, expandiéndolo hasta un mandato vitalicio y suspendiendo los pocos contrapesos que el rígido sistema comunista pudiera plantearle. Trump, un presidente democrático, tiene peor fama.
Más simpatía despiertan líderes como Angela Merkel (52% de confianza) o Emmanuel Macron (46%).
¿Qué más? En general, el desplome de la imagen de Estados Unidos es pleno. El 70% considera que la aún gran potencia tiene nula consideración por los intereses de otros países; el 37% (la mayoría) cree que está haciendo menos que el resto para solucionar los problemas globales que atenazan a la humanidad; y el 43% tiene una imagen muy desfavorable del país (el 50% aún tiene una visión positiva, pero el porcentaje se ha reducido desde la presidencia de Obama).
¿Dónde? Sólo un puñado de países valora nítidamente al alza a Estados Unidos desde la toma de posesión de Trump: Israel (por motivos evidentes), Filipinas (quizá por la figura de Duterte), Japón y Corea del Sur (por el conflicto con Corea del Norte) o Australia (tradicional aliado). Es en Europa donde su imagen se ha hundido: en Alemania la aprobación ha caído al 30% (tras picos del 93% con Obama), en Francia al 34%, en España al 42% y en Suecia al 44%. Resiste en Italia (52%) o en Reino Unido (50%), además de en Polonia (70%) o Hungría (63%).
¿Y Trump? Se lleva la peor parte. Todos los países lo observan con desconfianza y lo juzgan muy negativamente. En España el grado de confianza está en el 7%, en Francia en el 9% y en Alemania en el 10%. Son cifras similares (y aún peores) a las que cosechó George W. Bush, un presidente juzgado con especial crudeza en Europa, y en extremo contraste a las obtenidas por Obama (por encima del 80% y el 90%), muy popular. En México y Canadá la confianza en Trump también se hunde (al ¡6%! y al 25%), en fuerte contraste con su predecesor.
¿Por qué? Por un lado, Trump no es popular ni siquiera en casa. Por otro, ha agitado los fundamentos tradicionales de la política internacional estadounidense. En dos años ha tomado decisiones a menudo imprevistas y abruptas (como salirse del Acuerdo de París o de los pactos con Irán), ha coqueteado con figuras autoritarias (como Putin), ha iniciado una guerra comercial de imprevisibles consecuencias y ha roto las tradicionales buenas relaciones con la UE.
¿Queda alguien en el mundo que mire con simpatía a Trump? Sí: los votantes de extrema derecha en Europa. Sus porcentajes de aprobación son muy superiores entre los simpatizantes de partidos como el UKIP (53%) o la Lega (38%) que entre el resto. Y aún así son pequeños.
Imagen: Pablo Martinez Monsivais/AP
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