Rodrigo García Márquez, hijo del famoso escritor, se lamentaba casi disculpándose a la prensa por lo que habían hecho. La familia había puesto a la venta el archivo de su padre pero en vez de acabar en algún centro latinoamericano, como sería comprensible viniendo de un autor con fuerte carácter antiinperialista, se lo iban a entregar a la Universidad de Texas. Como dijo Rodrigo, si los colombianos hubiesen ofrecido otra donación más sustanciosa la opción hubiese sido más fácil.
En cualquier caso, todos vamos a acabar viéndonos beneficiarnos de aquel suceso. Tres años después el Centro Harry Ransom de la universidad texana han puesto a disposición del público general más de la mitad de la colección, compuesta por 27.000 imágenes escaneadas y digitalizadas y entre las que hay borradores de novelas, cuentos, álbumes fotográficos, valiosa documentación recogida por la mano del periodista, una colección de sus pasaportes, diversas correspondencias y más.
Porque entre los penpals de Gabo tenemos a Graham Greene, Milan Kundera, Julio Cortázar, Günter Grass o Carlos Fuente. No sólo podemos leer epístolas ilustres, también ver versiones previas de Cien años de soledad o Crónica de una muerte anunciada o el borrador de 32 páginas del que iba a ser el segundo volumen de sus memorias, sobre su estancia en Europa y México.
Los borradores de sus novelas también permiten muy fácilmente comparar las versiones previas y definitivas, viendo cómo Márquez depuraba su forma y creaba esa nueva forma de narrar que cambió las letras de su país y de los demás.
Así que podemos acceder a casi cualquier pensamiento que este Premio Nobel dejase por escrito, a La Cueva de la Mafia, a La Violencia, al periodismo y la militancia. Al coronel Buendía. Aunque los texanos se han cuidado de no poner a disposición de los internautas los que podrían tener trascendencia editorial y, por tanto, no están seguros de que el escritor quisiese mostrar, como los escritos de En agosto nos vemos, la última novela del escritor aún inédita. Para leer estos textos deberías presentarte en el centro estadounidense.
¿Por qué abrirle al público una colección por la que han pagado más de 2 millones de dólares? Como recoge el New York Times de Steve Enniss, el director del Centro Harry Ransom, ha sido por una visión aperturista tanto por parte de la asociación como de la familia de Gabo. “A menudo, los albaceas tienen una visión restrictiva de su propiedad intelectual, creyendo que el uso académico amenaza o disminuye los intereses comerciales”.
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