El ahorro oculto del teletrabajo: hasta 630 millones de euros diarios por no ir a la oficina

Durante las semanas más restrictivas del confinamiento, hasta un 30% de los trabajadores españoles desempeñaba sus funciones desde casa. Nunca antes en la historia del país un porcentaje tan abultado de la economía se había producido a distancia. En su regreso a la normalidad, España ha vaciado los hogares y ha rellenado las oficinas. Paréntesis obligado o tendencia inevitable, el teletrabajo alcanzó su punto álgido en abril.

¿Qué lectura podemos?

Sin movernos. Una de ellas versa sobre el tiempo, y por tanto el dinero, que ahorramos gracias a él. Trabajar en casa implica no tomar el metro, no pedir un taxi, no conducir. En Estados Unidos, un reciente estudio ha cifrado en €630 millones el ahorro diario estimado gracias al teletrabajo. Una cifra espectacular presentada en frío, pero intuitiva si pensamos en las causas. De media, un estadounidense pasa 54 minutos al día desplazándose a su trabajo. 54 minutos que, en coche, equivalen a unos 11€ de gasto.

Tiempo, dinero. Es algo que sabíamos antes del coronavirus: llegar hasta nuestro puesto de trabajo nos cuesta no sólo tiempo, sino también dinero. Los atascos son un ejemplo recurrente. Ciudades como Nueva York o como Moscú se dejan en torno a los €33.000 millones anuales en sus congestiones viarias. El agujero surge de una mezcla fatal de consumo de carburante, ralentización de entregas, pérdida de consumo, pérdida de productividad y aumento del impacto sanitario (con su gasto correspondiente).

España. En 2008, un estudio (PDF) de CaixaBank cifraba en hasta 57 minutos diarios el tiempo perdido por cada trabajador madrileño o barcelonés en tránsito hacia la oficina. El coste variaba en función del método de transporte y del origen y destino de cada trayecto, pero ascendía de media a unos 8€ cada día. Nada más y nada menos que unas pérdidas equivalentes al 3,5% del PIB a final de año. Al mes, un conductor-trabajador puede asumir fácilmente hasta 180€ de inversión.

Trabajos más recientes han apuntalado la idea. Según Nielsen, el 41% de los españoles tarda más de una hora en acudir a su trabajo, un porcentaje sólo superado por Alemania (56%) e Italia (46%). Y en Madrid, si vamos en transporte público, un poco más: hasta 62 minutos.

Brecha. Como en casi cualquier otro aspecto laboral, el impacto es muy desigual en función de la posición socioeconómica de cada trabajador. Sabemos que el 61% de las personas que disfrutan (o padecen, según a quién preguntemos) el teletrabajo cuentan con estudios superiores, cuya renta media es superior a la de otros empleados. Es decir, en el giro hacia la empleabilidad a distancia, el coste oculto de seguir yendo a la oficina todos los días recaerá sobre los asalariados más pobres.

Otros costes. El confinamiento quizá acelere una conversación que lleva insertada en la conversación sobre el futuro del trabajo mucho tiempo. Algunas regiones y ciudades, como Utah, ya experimentaron en su día con fines de semana de tres días, para descubrir un interesante ahorro energético (hasta €2 millones de ahorro sólo en la factura de la luz). Una idea, la de la semana laboral de cuatro días, atractiva para algunos gobiernos por sus teóricas bondades medioambientales.

¿Compensa todo esto los costes asociados a trabajar desde casa (cada empleado costeando su luz y su material de oficina, cuestión que quiere regular la nueva ley del teletrabajo), o la teórica pérdida de productividad (sólo teórica, puesto que hay quien defiende su aumento? Es la pregunta que poco a poco todos los países se harán en el futuro.

Imagen: Sergio/Flickr

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