YouTube, fuente de inagotable creatividad, canal de los canales de vídeo más seguidos del planeta, origen y plataforma motriz de toda una subcultura audiovisual que está poniendo patas arriba la tradicional industria de consumo televisivo... Y reducto último de ingleses que se pasan diez minutos probando chucherías y snacks españoles como las Pantera Rosas, los Peta Zetas o los Risketos. Internet es un lugar maravilloso.
Podíamos estar preparados para los vídeo-tutoriales de paellas salpimentadas con rodajas frescas de salchichón y kilos y kilos de cebolla, o para las tortillas de patata embadurnadas en trozos gigantescos de chorizo y pimiento, podíamos, incluso, aceptar la nueva tendencia anglosajona que aspira a poner de moda The Cortado (true story) y el Calimotxo versión Pepsi, pero había algo que se nos escapaba: la experimentación con treats.
Los treats es la amalgama de productos infantiles entre lo atroz y lo delicioso que se consumen en miniformato dulce o en grandes bolsas de productos salados (y fuertemente azucarados, por otro lado). Los famosos "tratos" de la importada noche de Halloween, en una de las traducciones más irrisorias de la breve historia del spanglish.
La cuestión es que, por el motivo que sea, hay diversos canales de YouTube que llevan años ilustrando a sus seguidores con las maravillas candy del resto del planeta. Que si vamos a probar una sesión de dulces japoneses, que si optemos por los dulces más tradicionales del mercado popular italiano, que si nos lanzamos a ganar onzas y onzas de grasas irreductibles por vía de ese atentado a la salud corporal que es la gastronomía de dulces y chucherías estadounidense, etcétera.
En fin, en el largo trayecto, algunos han acabado en España. Y la variedad es amplia: flipan con la Pantera Rosa (porque no hay nadie en su sano juicio que no lo flipe), alucinan con el concepto "Phoskito" y... se topan con las pipas.
Las pipas son tan consustanciales a la idiosincrasia del español medio como un vídeo con las mejores jugadas de Julio Salinas o una bota de vino. Un elemento no sólo central a nuestra cultura, sino definitorio en recintos tan variopintos como la plaza de toros o el estadio de fútbol. Los parques están repletos de ellas, de chavales rompiendo compulsivamente las cáscaras azucaradas o saboreadas artificialmente con salsa barbacoa (esto pasó). Suyo es el reino de esta enorme piel de toro.
Experimentos anglosajones... raros
"Parecen semillas", expresa My Virgin Kitchen tras haberlo alucinado con los Risketos (le comprendemos), "no sé si plantarlas en mi jardín" para que se transformen en una flor. El pun intended le sale mal, de modo que decide pasar a la acción. Saca un puñado de pipas y las observa punitivamente: ¿qué hacer?
En contra de todas las enseñanzas callejeras del español, un ser que guarda en su interior las esencias del Fary le guste o no, decide masticarlas sin extraer primero la cáscara. Nuestro avezado protagonista se sorprende primero ante lo improbable del treat: ¿por qué los españoles son tan raros que están enganchados a semillas? Naturalmente, llega a la conclusión de que el sabor amargo, pegajoso duro y poco amable de la cáscara no puede ser la clave, por lo que comienza a investigar cómo abrirla.
La vía más rápida: aplastar la cáscara hasta hacerla añicos confiando en que sobreviva algo de la pipa en el interior. Cuando lo consigue y tras un intento bastante aparatoso, la prueba, y opina que no merece la pena tanto esfuerzo para tan poca cosa (algo normal si las abres como un bulldozer).
Siguiente en la lista: Those Rosie Days. "Son como frutos secos", explica, "y no me gustan los frutos secos". Acto seguido saca dos pipas pequeñas y se las mete en la boca. "Sólo voy a probar dos porque no creo que me gusten, en honor a la verdad". Obviamente no las abre ni las parte, sino que se las mete en la boca directamente. Su cara sobre el extraño sabor y textura que su paladar habrá experimentado lo dice todo:
"Son bastante saladas", afirma a continuación, y señala el envoltorio donde Grefusa indica que, efectivamente, llevan sal. "No estoy muy segura de qué significa pipas, creo que semillas", incurriendo en la misma reflexión que su compañero. En esta ocasión ni se molesta en investigar el misterio, cierra el capítulo con "son como semillas con sal por lo que no son excesivamente espectaculares", descartándolas de la categoría "candy" y dándoles un 6/10.
En ese momento, dan ganas de darle un abrazo.
Más inteligente y favoritísima de Magnet desde ya mismo se muestra emmymadeinjapan, que al parecer se ha incautado de una amplia variedad de celestiales productos infantil-adolescentes presentes en todo kiosco que se precie. Prueba satisfactoriamente, algo flipada ante todo, Phoskitos, Pajitas, Buscalíos y hasta Palomitas Choco, en una suerte de recorrido celestial por la variedad de guarradas españolas.
Todo ello para llegar al pan de pipas y a las pipas peladas. Al contrario que los lumbreras arriba mencionados, nuestra amiga prueba las pipas en su estado comestible, y no en su áspero envoltorio. Antes de dar una valoración satisfactoria del pan de pipas, que tantas vidas han salvado en las oficinas, se lanza a comer las pipas peladas y las califica de "muy sabrosas" y "deliciosas", cosa lógica al haberlas comido PELADAS.
Nuestra más firme admiración.
Otros se atreven con los polvorones
Una mera búsqueda en YouTube de "spanish treats" revela el alcance del testado de gominolas y dulces variados patrios en terreno anglosajón. Las protagonistas no son siempre las pipas, también los hay que se atreven con otros productos verdaderamente castizos cuya mera ingesta representa un peligro para su integridad física: los polvorones.
Es el caso de KBDProductionsTV, no muy satisfecho:
También los hay aventureros: una irlandesa se topa con una (por otro lado deliciosa) caja de cereales rellenos de leche, especialmente populares en Mercadona, y su veredicto resulta insatisfactorio. También se anima con las Ruffles Jamón Jamón, al parecer otro producto muy de la península, y cierra el ciclo con regaliz con forma de "espagueti" y Ruffles Yorkeso, cuya atrocidad culinaria no se le escapa ni al olfato ni al paladar.
Ejercicios peores: un inglés en Barcelona compra chicles melón y su madre los desaprueba, se pilla una barra de fuet, lo llama "spanish sausages" y después emite una valoración bastante positiva sobre el producto (normal, por otro lado, tiene papilas gustativas), le da un "pulgar hacia arriba" a una tarrina de paté, aunque la juzga demasiado salada, y culmina su viaje culinario con una crema catalana envasada que le flipa.
Todo esto con música repleta de trompetas porque por algún motivo la sardana suena a México.
Y para finalizar, un finlandés y una británica se embarcan en la bella tarea de comerse un jamón-chuchería, esos deliciosos cilindros rosas que se estiran y se deshacen en la boca cual bola de algodón. La británica lo considera un "dulce falso" mientras que el finlandés, que no parece demasiado reticente a probar nada en su vida, asiente con devoción mientras lo mastica. Resultado mixto y agrio.
Y esto es todo. En el próximo capítulo, suponemos, "los británicos descubren una cosa llamada adoquines del Pilar y se preguntan por qué los españoles perviven en un estado de civilización tan bárbaro y primario".