El albatros viajero lleva mucho tiempo considerado como un ave excepcional: puede volar 8,5 millones de kilómetros a lo largo de su vida, el equivalente a ir y volver a la Luna más de diez veces. Sus alas de tres metros y medio de envergadura tienen la misma longitud que un coche pequeño y puede pesar hasta el equivalente a 24 frailecillos. La forma de su cuerpo le permite planear sin esfuerzo sobre las olas del océano, volando a través de algunos de los vientos más fuertes del planeta.
Gracias a la investigación dirigida por el Centro de Estudios Biológico de Chizé en Francia, ahora sabemos que estas aves marinas podrían tener un futuro como aliados en la lucha contra la sobrepesca. Las capturas accidentales en líneas y redes de pesca (cuando los pescadores involuntariamente atrapan animales, como los albatros) acaban con cientos de miles de aves y mamíferos cada año.
Durante las últimas décadas, muchos países han colaborado en la implementación de políticas transfronterizas para abordar de forma directa las causas de las capturas accidentales, en particular en el caso de los albatros y los petreles, gravemente afectados. Con vigilantes humanos a bordo o dispositivos electrónicos que registran las actividades, la tasa de captura accidental de albatros ha disminuido drásticamente en las embarcaciones vigiladas.
¿Pero qué ocurre con las embarcaciones de pesca ilegal? Buques y aviones militares patrullan el Océano Austral en busca de pescadores delictivos, pero sin ningún método de vigilancia específico no se puede asegurar que este tipo de embarcaciones utilicen métodos para proteger a los albatros, y sabemos que sin ellos las tasas de captura accidental son muy altas.
Las embarcaciones que faenan legalmente suelen estar registradas y cuentan con licencia, por lo que deben cumplir las leyes correspondientes al momento y el lugar de pesca, así cómo qué pueden capturar y cuánta cantidad. La vigilancia de las actividades pesqueras cerca de la costa es una cosa, pero más allá de estos límites el mar abierto está considerado como aguas internacionales y no se encuentra bajo jurisdicción de una sola nación, por lo que patrullar esa área enorme por mar o por aire es muy poco efectivo.
¿Qué pasaría si hubiera 100 agentes que pudieran cubrir 10.000 kilómetros cada uno en 30 días? Pues existen: se trata de los albatros que patrullan los mares en busca de pescadores ilegales.
La vida de un centinela
Los albatros viajeros se reproducen en islas remotas alrededor de la Antártida a las que normalmente sólo se puede acceder en barco. Los investigadores se tienen que enfrentar a los extremos vientos conocidos como "cincuenta furiosos" para llegar hasta estas islas a través de algunos de los mares más bravíos del mundo.
Debido al alto número de muertes de aves en las líneas de pesca, los investigadores empezaron a estudiar la relación entre los albatros y las embarcaciones pesqueras. Al comprender los lugares en los que las aves entran en contacto con los barcos pesqueros y qué tipo de aves son las que más siguen a las embarcaciones, los investigadores empezaron a contar con pautas para explicar qué partes de la población tenían más riesgo de ser atrapadas accidentalmente.
Los científicos recopilaron la distribución de las embarcaciones utilizando los datos transmitidos por los sistemas de vigilancia a bordo, pero dichos registros normalmente sólo están disponibles en tierra y rara vez a tiempo real. Dada la cantidad de tiempo que las aves pasan en mar abierto, los investigadores apenas podían saber cuántas aves se cruzaban con los barcos de pesca ni durante cuánto tiempo.
Para resolver este problema, el estudio desarrolló pequeños rastreadores para ponérselos a los albatros. Tales dispositivos son capaces de detectar el radar de los barcos, recopilando información sobre su paradero en tiempo real. El perfeccionamiento de estos aparatos se prolongó durante años años y todavía recuerdo la emoción cuando recuperamos el primer rastreador que había detectado con éxito el radar de un barco dedicado a la pesca ilegal.
Los datos mostraban cómo las variantes de sexo, edad o personalidad de cada ave afectaban a la probabilidad de que entrara en contacto con los barcos de pesca. Por ejemplo, los machos tienden a buscar alimento en el sur, más cerca de la Antártida, donde faenan menos barcos pesqueros, mientras que las hembras buscan alimento más al norte, acercándose a los trópicos y entrando en contacto con los puntos de mayor actividad pesquera.
Comprender estas diferencia fue el principal objetivo de la investigación para así poder ayudar a los ecologistas a entender mejor la forma en la que las muertes en determinados grupos de población pueden tener efectos dramáticos sobre el total. Sin embargo, los rastreadores también proporcionaban datos adicionales que podían transformar la gestión y la protección de la pesca en mar abierto.
En un principio la investigación comenzó diferenciando entre los barcos de pesca y otras embarcaciones para comprobar si era más probable que las aves se sintieran atraídas por los primeros. Sin embargo, cuando combinamos los datos recogidos por los dispositivos con un mapa global, pudimos visualizar la ubicación de todos los navíos con un Sistema de Identificación Automática (SIA). Este tipo de radar permite a los barcos detectarse entre sí, evitando colisiones. Pero nuestro estudio reveló que más del 20% de los barcos en aguas francesas no tenían su sistema SIA encendido, llegando a ser hasta el 35% en aguas internacionales.
Dado que el sistema está destinado a mantener la seguridad de las embarcaciones, es probable que los barcos que operan con el sistema desactivado en aguas internacionales lo hagan para evitar ser detectados, y por tanto para pescar ilegalmente. Los datos de los albatros revelaron sin quererlo la posible extensión y escala de la pesca ilegal en el Océano Austral.
Es difícil imaginar una lancha patrullera capaz de cubrir un área lo suficientemente grande como para rastrear la pesca ilegal de forma eficaz. Sin embargo, cada albatros viajero tiene la capacidad de cubrir la misma extensión del océano que un barco y cuando su rastreador detecta un barco de pesca con su sistema SIA apagado es capaz de transmitir dicha información a las autoridades, pudiendo alertar a las embarcaciones más próximas para que lo investiguen.
La recopilación de datos a esta escala no solamente mejoraría nuestra capacidad para detectar y gestionar la pesca ilegal, sino también para identificar las zonas de alto riesgo para la protección de la fauna, pudiendo ayudar a mantener la población de peces, a proteger a los albatros y otras aves marinas, y a gestionar el ecosistema marino en su conjunto. Como centinelas de los océanos, los albatros cuentan con una capacidad excepcional para recopilar los datos necesarios para su propia protección. Su papel pionero en la recopilación de datos utilizando animales allana el camino para que otras especies puedan rastrear las actividades humanas que ponen en peligro su supervivencia en la naturaleza.
Imagen: Fer Nando/Unsplash
Autora: Samantha Patrick, profesora de Biología Marina en la Universidad de Liverpool.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
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