Scholz: "Dondequiera que vaya me preguntan si no debería haber un freno en el precio del döner"
El canciller Olaf Scholz está harto de que vaya a donde vaya sus conciudadanos alemanes le pregunten siempre lo mismo, sobre todo si charla con gente joven. Lo más sorprendente es que ese sempiterno tema de conversación que tiene hasta la coronilla al líder socialdemócrata no es la vivienda. Ni la guerra de Ucrania. Ni la emigración, el CO2 o la energía. Qué va. Por lo que le interrogan una y otra vez es por el precio de los döner kebabs. Y sobre todo por si el Ejecutivo le pondrá freno para evitar que se encarezcan aún más tras el alza del 75% de los últimos años.
En Alemania se habla ya de "dönerflación".
Y el asunto es tan serio que se ha convertido en tema de Estado.
"Pago ocho euros por un döner". Esa es la peculiar queja que lanzó el año pasado un joven al canciller germano, Olaf Scholz. Su comentario quizás parezca una anécdota sin más, pero resume a la perfección un tema que está agitando las aguas de la política nacional: la "dönerflación". El precio de los döner kebabs ha subido mucho en la República Federal. Muchísimo. Y rápido. Rapidísimo.
Lo suficiente como para que el propio Scholz reconozca que allí donde va se encuentra siempre con alguien que le traslada la misma inquietud: "Si no debería haber un freno en el precio del döner" en Alemania. Hay quien opina que sí.
Una subida del 75%. Las cifras muestran que tomarse un kebab en Berlín, Hamburgo, Fráncfort o cualquier otra ciudad alemana cuesta hoy bastante más que hace unos años. Hay quien habla de que el precio medio de estos manjares ha subido alrededor de un 75% en cuestión de unos años. En julio El País dedicó un reportaje al encarecimiento de los döner alemanes en el que señalaba que, ya por entonces, habían pasado de costar cuatro o cinco euros a seis, siete o incluso diez, como se cobraba en Fráncfort. Y todo en cuestión de un año y medio. El diario Frankfurter Rundschau asegura que en Múnich cuestan ya 8,53 euros.
Hay más referencias. Hace poco The Guardian incidía en el mismo fenómeno y hablaba con Deniz, un vendedor de döners que trabaja en un quiosco de Berlín. El coste de sus bocadillos de carne asada, pan de pita, verduras picadas y salsa se han encarecido de forma notable en poco más de dos años: de 3,9 ha pasado a siete. Y eso, asegura, muy a su pesar: "La gente nos habla todo el tiempo de 'Dönerflación', como si les estuviéramos engañando, pero está fuera de nuestro control".
"Habla con Putin". La gran pregunta es… ¿Está en lo cierto Deniz? ¿Cómo se explica el enorme encarecimiento de los kebabs? Los análisis sobre el fenómeno de la "Dönerflación" suelen apuntar a un conjunto de causas, un cóctel de factores que han disparado los precios de un alimento que —advierten algunos— partía de unas tarifas "demasiado bajas" a costa de horas y más horas de trabajo mal remunerado y márgenes de beneficio exiguos. Una de las claves de esa subida de precios es la guerra de Ucrania. De hecho, el joven que en julio de 2023 se quejó a Scholz le emplazó también a "hablar con Putin" para que los kebabs se abaratasen.
"Con la guerra el precio de las materias primas se disparó, y hay que tener en cuenta que las parrillas emplean mucho gas", señalaba a El País Eberhard Seidel, autor del libro 'Döner: Una historia cultural turco-alemana'. Los cocineros lidian además con los precios de los alquileres, la energía, los alimentos y otros factores ajenos al sector y que impactan en sus costes, como el aumento del salario mínimo.
La "Dönerflación" llega además en un escenario macroeconómico muy concreto, marcado por el alza de precios: Alemania cerró 2023 con la segunda mayor inflación en décadas, desde los años de la reunificación, y el Statistiches Bundesamt vaticinaba hace días a una tasa del 2,2% en abril.
Pero… ¿Tan grave es? Que los döner kebabs disparen su precio nos habla de la economía alemana, pero no explica per se que el tema se haya convertido allí en un asunto de Estado. Si eso ha ocurrido es por otro factor, igual de relevante: la enorme, voraz afición de los alemanes por estos bocados de origen turco.
Las cifras vuelven a ser elocuentes. The Guardian asegura que cada año se consumen en el país unos 1.300 millones de döners. De hecho solo en Berlín se devorarían 400.000 cada día. Otras fuentes hablan de 18.000 locales de venta repartidos por todo el país, una industria valorada en más de 7.000 millones de euros y cientos y cientos de toneladas de kebabs deglutidos a diario. Al fin y al cabo, estos platos suponen una forma rápida, cómoda, sabrosa, fácilmente asequible y hasta hace no mucho bastante económica de saciar el hambre.
Tan importante como la vivienda. "El döner es parte de la identidad alemana. La reacción a la subida de precio ha sido un poco dramática, pero comprensible si piensan en lo barato que había sido hacer una comida que con 150 o 200 gramos de carne, cebolla, tomate, lechuga, sala y pan es bastante completa", anota Seidel.
Con ese punto de partida no extraña que la "Dönerflación" esté lejos de ser una cuestión anecdótica o una simple curiosidad de la economía y cocina germanas. La mejor prueba la dejan los comentarios de Scholz o los de Hanna Steinmüller, una diputada de Los Verdes, formación que si bien no se caracteriza por su apoyo al consumo de carne en Alemania no ha dudado en entrar en el debate.
"Para los jóvenes ahora es una cuestión tan importante como el lugar al que se mudarán cuando se vayan de casa —abogaba Steinmüller a principios de este año durante una intervención en el parlamento—. Sé que no es un tema cotidiano para mucha gente aquí y que es algo que puede ridiculizarse, pero como representantes de los votantes estamos obligados a poner de relieve etas diferentes perspectivas". De fondo: el debate de si se debe actuar, y si es así cómo, ante la "Dönerflación".
De la "Dönerflación"… al "Dönerpreisbremse". La polémica ha alcanzado la suficiente entidad política como para que haya ya partidos planteando la forma de atajarla. Y una de las propuestas que se ha puesto sobre la mesa y generado debate es el "Dönerpreisbremse", un tope o freno al precio de los döner kebabs.
"No se debe permitir que la comida se convierta en un artículo de lujo", reivindica Kathi Gebel, portavoz de la formación de izquierda Die Linke. La idea es trasladar a la alimentación un sistema de topes que, a día de hoy, ya no resulta extraño en materia de vivienda. La formación incluso desliza referencias: un precio máximo de 4,9 euros por plato, que en el caso de los consumidores jóvenes, sobre todo de aquellos que tengan un menor nivel de ingresos, podría bajar a 2,9.
Kebabs subsidiados. La idea es mantener los döners por debajo de de cinco euros. Aunque para ello sea necesario un despliegue de fondos públicos de primer nivel. El diario Frankurter Rundschau señala que Die Linke propone un sistema que subvencione el precio de los kebabs con vales, idea que ha llamado la atención tanto dentro como fuera del país, en medios como The Guardian o The Telegraph.
Y es así, en gran medida, por lo que pondría llegar a representar para las arcas que deban financiera ese mecanismo. El diario londinense anota que, si se toman como referencia los 1.300 millones de kebabs que se consumen cada año en el país, un programa de esas características podría costar 4.000 millones de euros anuales.
Merkel y los kebabs. La idea de Die Linke no convence a todos y hay quien lo ve más adecuado para "partidos satíricos". En 2023, cuando recibió la queja del joven molesto por el precio de los kebabs que le animaba a "hablar con Putin", el propio Scholz dejaba ver que no acababa de convencerle la idea de aplicar un límite a los döners: "Vivimos en una economía de mercado, pero gracias al buen trabajo del Banco Central Europeo los jóvenes pueden esperar una inflación reducida".
Queda la incógnita de cómo evolucionará la crisis del Kebab y la "Dönerinflación". Por lo pronto, ya hay gente en redes que clama por el regreso de Ángela Merkel. El motivo: con ella, aseguran sus defensores, Alemania "tenía el döner bajo control".
Imágenes | GeorgeTan#5 (Flickr) y Mikaelsoderberg (Flickr)
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