Maryjanetxt nos pone en la pista del encanto premonitorio de Alex Colville (1920-2013), importante pintor canadiense asociado al realismo mágico que asentó su estilo en los años 50 y continuó su actividad hasta bien entrados los 2000 pero cuyas pinturas adquieren hoy una mirada muy distinta.
¿Cómo es posible que ese perro parezca tener una malla UV? ¿No son polígonos definidos lo que ven mis ojos en la figura que se adelanta a ese coche en mitad de la nieve? ¿Por qué parece que alguien ha cruzado la soledad desoladora de Hopper con el mundo de los primeros diseños gráficos hechos por ordenador? ¿Cómo es posible que todos estos cuadros sean de entre los años 50 y 70?
Pues sí, parece que hay algo de casualidad, de accidente visual, pero el espectador moderno no podrá dejar de ver un halo digital en las obras de este artista. Sus fuertes son la composición armónica de escenas naturales, los detalles intensificados y, a veces, los escorzos inusuales, una mezcla que añade irrealidad y casi imposibilidad a algunas de las poses o formas de sus personajes. Podría decirse que algo de valle inquietante, un efecto que, pensábamos, estaba reservado para las creaciones digitales, pero que con él descubrimos que también pueden hacerse al pincel incluso antes de que supiéramos hacia dónde iba a ir el diseño en 3D.
Los lectores del post original especulan con cuál puede ser el ingrediente esencial que nos hace pensar en videojuegos. Para uno, la iluminación es clave: la mayoría de los objetos de sus viñetas están iluminados por una luz ambiental sin fuente identificable, a veces desde una fuente de luz unidireccional simple, lo que hace que las sombras no se proyecten de forma adecuada con el entorno, un clásico de los primitivos modelos de iluminación gráfica.
Otros creen que hay algo en la manera que el trazo ha producido una separación del color angular, lo que acentúa que los contornos parezcan estructuras poligonales con un sombreado estilo cel-shading.
Tampoco queremos pasar por alto el hecho de que ese aspecto solitario y "silente" de las imágenes que tanto gustaba a los pintores coetáneos también acerca las escenas a esa escasez de recursos propia de los videojuegos, donde los motores circa Nintendo 64 no podrían soportar más elementos que los justos para hacer avanzar la trama. Hay apenas un par de grados de separación entre Chirico y los dadaístas y el GoldenEye 007 o el Ocarina of Time.
Más allá de la curiosidad estética, Alex Colville tenía ya una importante huella en nuestra cultura pop, también por toda su producción que no parece sacada de un videojuego de gráficos pobres. Wes Anderson, los hermanos Coen y el mismísimo Kubrick, entre otros, se basaron en su obra para hacer algunas de sus películas e incluso homenajearon ciertas pinturas en determinados cuadros. La chica del prismático sale en Moonrise Kingdom, el paisaje nevado parece una viñeta de Fargo y hay hasta cuatro Colvilles colocados de forma subrepticia en El Resplandor, sin duda otro de aquellos elementos de inducción subliminal con los que el maestro intentó meternos en un estado de desasosiego.
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