Un 24 de Noviembre nacía Henri de Toulouse-Lautrec, el pintor que tanto representó los cabarets, las prostitutas y la vida bohemia de Montmartre. Sin embargo, aunque parte de estas afirmaciones son ciertas, hay una cierta mirada del pintor que queda sepultada bajo estos clichés. Toulouse-Lautrec en realidad no era enano, no sufría acondroplasia. Sus padres eran gente noble y sus familias habían practicado durante siglos la endogamia, lo que había debilitado a Henri.
A los doce años se rompió ambos fémures y eso provocó que no creciera más del 1,52 que llegó a medir. Sufría de grandes dolores y su madre le hizo recorrer Francia entera de balneario en balneario para aliviar su sufrimiento. Probó las nuevas técnicas basadas en las descargas de electricidad y en el agua a presión, pero nada contribuyó a mejorar la salud de Henri.
En 1881, Toulouse-Lautrec se mudó con su madre desde su lugar de nacimiento en Albi hasta París, donde asistió a la escuela y trabajó en los talleres de varios pintores de la época Léon Bonnat y Cormon. Toulouse Lautrec se dio cuenta de que la enseñanza oficial no era de su agrado y pronto se interesó por las técnicas impresionistas y la litografía. Allí se muda a Montmartre, ese lugar de París pero alejado de París, donde se habían popularizado los cabarets, la fiesta, las prostitutas, y dónde Toulouse se sentía cómodo.
Se pasaba horas y horas esbozando en su cuaderno, y bebiendo. Cuentan en su biografía que a los diez años en una fiesta de cumpleaños, Henri se emborrachó por primera vez, desde entonces bebió y sin duda fue el alcohol y probablemente la sífilis los que acabaron con su vida a los 37 años, tras haber disparado a las arañas por los delirios que padecía y sufrir varios derrames cerebrales.
Antes de eso, a finales del siglo XIX, la fama de Toulouse seguía creciendo, pero no gracias a las exposiciones en galerías, o en espacios oficiales, Toulouse solía colgar sus obras en Cabarets, bares, incluso en el archifamoso Moulin Rouge. Elevó la cartelería a otro nivel y mientras el Moulin Rouge ganaba en fama también lo hacía él. La mayor parte de su obra está compuesta por un registro etnográfico casi obsesivo de la vida nocturna de Montmartre, que tan íntimo y familiar se había vuelto para él.
Sus pinturas y litografías en su mayoría, documentan el jolgorio de los salones de baile, cafés y burdeles de Montmartre. Sin embargo, los análisis tradicionales de la obra de Toulouse pasan por alto, o enmudecen ante la forma en la que representó a las mujeres.
El pintor de las otras mujeres
Hubo un momento en la corta vida de Toulouse-Lautrec dónde decidió mudarse a un prostíbulo. Muchas veces he leído publicitar a Toulouse Lautrec como "el pintor de las prostitutas", "el pintor enano", "el pintor de las putas". Cierto es que las pintó, cierto es que se acostó con algunas, pero lo que pocas veces se cuenta es que su mirada y por consiguiente su representación del mundo de aquellas mujeres, fue diametralmente opuesta y desde luego más honesta, a la que practicaron muchos de sus contemporáneos.
Toulouse-Lautrec como uno más de aquellas mujeres que vivían en Casas de Tolerancia tuvo acceso a un universo privilegiado.
La cultura francesa de fin de siglo tenía una auténtica obsesión por el origen y las causas del lesbianismo. Hasta que en 1836 se publicará La Prostitución en la ciudad de París [1] de Duchatelet, el lesbianismo era considerado por muchos como algo ridículo, la misma Reina Victoria de Inglaterra se negó a promulgar leyes para castigarlo, precisamente porque no creía en su existencia (aunque hoy es objeto de debate). Muchos en París eran de la misma opinión, mientras los actos homosexuales eran aceptados como una práctica común, una mujer homosexual era algo inimaginable.
Si ya era indecoroso una mujer con impulsos sexuales propios, imaginemos los impulsos de dos mujeres.
Las lesbianas, según las teorías de la época, solo podían serlo las prostitutas, porque su proxeneta les pedía para disfrute masculino que lo fueran, por necesidad de afecto y porque eran de baja condición. En 1896 Toulouse Lautrec realiza una serie de litografías de gran belleza, Elles, y dónde en vez de retratar a las mujeres lesbianas y prostitutas que él conocía en poses sugerentes y eróticas, las muestra con miradas de mimo; y lugar de narrarnos momentos excitantes, nos enseña escenas llenas de intimidad mundana entre mujeres.
Mujeres que pasan de ser "las putas", a Cha-U-Kao y su pareja Gabrielle, Avril, Gilberte. Este portfolio que hoy es considerado como una auténtica obra maestra, con un estilo elegante deudor del japonismo, fue en la época un auténtico fracaso comercial para el editor de Toulouse-Lautrec que estaba especializado en obra erótica. En sus obras sobre estas mujeres Toulouse-Lautrec no solo desplaza la mirada masculina, y al voyeur lo elimina por completo.
Es bastante incomprensible como la historiografía no atiende a cuestiones bastante evidentes de la obra de Toulouse-Lautrec. Hasta hace muy poco tiempo, uno de los cuadros de la famosa serie El beso, era estudiado como un beso heterosexual. Hoy en día sabemos, pero ya se sabía entonces, que aquellas dos figuras que se miraban con ternura y se besaban sobre una cama, eran en realidad dos mujeres.
El lesbianismo, incluso la bisexualidad (no olvidemos que una mujer representada hasta la saciedad por Toulouse Lautrec como por Jane Avril era abiertamente bisexual) están presentes no solo en las pinturas de temática como Elles, o la serie realizada en el prostíbulo. La nueva mujer, la otra mujer esa que no es heterosexual, esa que neutraliza la mirada masculina, esa que se deleita con otras mujeres, esa que es de repente sujeto y espectáculo, esa es la mujer que representa Toulouse Lautrec.
Esa mujer nueva que había surgido de la comuna francesa aparece continuamente en la obra de Toulouse para neutralizar y marginalizar la mirada voyeurista del moderno flaneur. Pensemos por ejemplo en la obra La Goule entrando en el Moulin Rouge: aparece flanqueada por dos mujeres a las que agarra del brazo. Su mirada está llena de arrogancia y es distante, el hombre con sombrero situado al fondo, no se atreve ni a mirarla. Esto también sucede en la famosa litografía de Le Divan Japonais, Jane Avril da la espalda a la figura masculina para neutralizar su mirada y ser ella la que disfrute de Gilberte que está bailando en el escenario.
Toulouse fue aquel pintor que supo reconocer y representar el cambio que se estaba produciendo en la sociedad, muchas de sus figuras masculinas aparecen en la sombra y borrosas, también desplazadas por mujeres que ocupan ahora el papel de observadoras, mujeres que se deleitan con otras mujeres, mujeres que se dan placer porque así lo quieren. Toulouse-Lautrec incluso llegó a usar a Jane Avril como su alter-ego, algo insólito en la Historia del Arte, un pintor que se proyecta en la representación como una mujer bisexual capaz de burlar las convenciones sociales.
Dijo que él pintaba las cosas como las veía, no juzgaba, es precisamente su capacidad de observar lo que le llevo a representar cambios que muchos de sus contemporáneos ni siquiera pudieron imaginar.
[1] La publicación de 1836 del trabajo de Parent-Duchatelet primero contextualiza el lesbianismo como un fenómeno que solo existía en el ámbito de la prostitución. El lesbianismo en los burdeles era definido por dos cuestiones. Bien los encargados obligaban a las mujeres a realizar tableaux vivant y actos lésbicos para satisfacer a los clientes, o bien estas relaciones entre mujeres eran producto de un contexto social donde solo se tenían a ellas. Cualquier contacto entre prostitutas del burdel estaba estrictamente prohibido por la ley. De hecho, se les prohibió compartir cama, y se realizaron redadas policiales periódicamente para garantizar que se respetaran estas normas.
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