Madrid puede ser definida en torno a numerosos elementos: su rica y muy castellana gastronomía, su vivaz legado cultural, su patrimonio histórico, sus paisajes serranos al norte, su crisol de gentes viviendo en comunión. También puede ser definida a través de su carácter interior y mesetario. Lo que casi nadie se atrevería a hacer es definir a Madrid por su relación con el mar. Y sin embargo, Cristina Cifuentes lo acaba de hacer.
¿Cómo? Deseando convertir a la capital española en un "puerto de entrada y salida" para cruceros. El proyecto tiene carácter formal, como atestigua la propia nota de prensa emitida por la Comunidad de Madrid, en la que se explica que hay más de 8 millones de turistas que utilizan los cruceros para concer las costas españolas y que, por qué no, Madrid podía sacar tajada de algunos de ellos gracias a sus excelentes comunicaciones. Nace así Madrid, la capital del crucero a 300 kilómetros de la costa.
🔝 Queremos atraer más turismo convirtiendo Madrid en “puerto de entrada y salida” para cruceros de lujo⛴☀🎭🎨 https://t.co/XCZpmwomGO
— Cristina Cifuentes (@ccifuentes) 27 de octubre de 2016
Dado que es un planteamiento serio, nosotros lo hemos analizado con seriedad.
¿Cómo de lejos está Madrid del mar?
Bastante lejos. Como un vistazo rápido a la geografía peninsular atestigua, un madrileño de pro tiene que pasar un mínimo de tres horas en el coche para llegar a su playa más cercana. En concreto, la capital española está a 311 kilómetros del mar, una distancia sin par en el interior de la península exceptuando Toledo, que es en realidad la capital de provincia más alejada de la costa (a más de 320 kilómetros).
Adjuntamos mapa explicativo del fenómeno:
Con todo, ninguna de las dos ciudades es de hecho el polo de inaccesibilidad de la península ibérica. Este se ubica en el término municipal de Otero, en la provincia de Toledo, cerca del pueblo que tradicionalmente ha sido considerado como el más alejado del mar en tierras hispanas, Nombela. Son 362 kilómetros, apenas un puñado más de los que separan a Madrid de una playa cualquiera. En términos planetarios, son pocos: el lugar de la Tierra más alejado del mar está en la provincia de Xinjiang, China, a más de 2.500 kilómetros.
¿Qué opciones tiene un barco de llegar a Madrid?
Escasas.
La ciudad cuenta con un río en proceso de renaturalización pero con muy poco caudal, el Manzanares, tributario primero del Jarama y más tarde del Tajo. Madrid, al contrario que otras grandes ciudades de Europa o de España, no nació al albur de un frondoso valle fluvial, sino en una loma de relativo difícil acceso. El Jarama y el Manzanares no son navegables, y el Tajo tampoco más allá de su curso bajo (es el río más largo de la península ibérica, pero no el más caudaloso; ese es el Ebro, con severos problemas de caudal).
Por el momento, no existe crucero capaz de llegar a Madrid. Quizá el Sillicon Valley madrileño dé con tan brillante hallazgo en el futuro.
¿Puede llegar un crucero a una ciudad sin mar?
Sí, pero no en España.
En Europa, de hecho, los cruceros fluviales son bastante habituales. Es posible navegar desde Moscú hasta San Petersburgo, pasando por todo el cauce del Volga y hasta por el Ladoga, el lago más grande del continente europeo, sin pisar una sola gota de agua salada. Lo mismo se puede decir del Rin, que es navegable en su totalidad desde Suiza hasta su desembocadura en Ámsterdam, remontando todo su valle a mitad de camino entre Francia y Alemania. Se ofertan numerosos cruceros turísticos en ambos ríos.
Europa, en el norte, es un continente llano y repleto de agua. Es técnicamente factible subirse a una embarcación en Rotterdam y aparecer en el Mar Negro, en la desembocadura del Danubio, Rumanía, sin haberse bajado de un barco.
Entonces, ¿cómo quiere Madrid ser un puerto?
"De entrada y de salida", como especifican desde el gobierno de la comunidad. En realidad, las palabras de Cifuentes son una forma de vender publicitariamente la iniciativa. Madrid quiere convertirse en el "primer" destino de los pasajeros del crucero, ofreciendo sus numerosas virtudes turísticas a través de la excelente red de comunicaciones que enlaza el Mediterráneo con la capital, ya sea por el aire o por las vías de alta velocidad.
Hasta qué punto le merezca la pena al turista que se dirige de Valencia a Santorini, es hoy un misterio.