Lunes, 29 de febrero. Tan extraordinaria fecha se repite cada cuatro años, regalando 366 días a lo largo de doce meses frente a los 365 habituales. Estamos en año bisiesto, y eso permite entrever ya en el horizonte la celebración de una Eurocopa, de unas elecciones presidenciales en Estados Unidos, de unos Juegos Olímpicos... y de un puñado de discos que quizá engrosen los libros de historia. De forma habitual, año bisiesto ha sido sinónimo de excelente cosecha musical. Repasamos algunos de los hitos asociados, año a año.
Antes que nada, aquí tienes la playlist que hemos creado para estrenar nuestro perfil oficial en Spotify. Allí colgaremos listas periódicas con contenidos relacionados o no con lo que publiquemos en Magnet, siempre estrechamente ligados al mundo de la música, del que solemos hablar con cierta frecuencia. Puedes seguirnos aquí.
Y ahora, hablemos de los mejores discos bisiestos desde la década de los '60 hasta nuestros días. Tres por año, para acotar la selección. Lógicamente, muchos otros excelentes trabajos se han quedado fuera. Esta es sólo una muestra:
1960: el imperio afroamericano
Finalizaban los '50 y la eclosión del primer rock 'n roll, incapaz, aún, de eclipsar al género del momento a la altura de 1960: el jazz. John Coltrane publicaba una de sus obras maestras, Miles Davis homenajeaba a los inigualables Manuel de Falla y Joaquín Rodrigo en su no menos maravilloso Sketches of Spain y Etta James remataba el imperio afroamericano desde el soul y el rythm & blues. Those were the days.
1964: Dylan y Beatles, rumbo a la historia
Cuatro años después, dos de las figuras principales que explican, de forma obligatoria, la música popular moderna, comenzarían a eclosionar. Dylan aún pegado a su guitarra acústica y armónica en The Times They Are A-Changin', y The Beatles en un superventas global titulado A Hard Day's Night. Entre tanto, Stan Getgz y João Gilberto, en Brasil, moldeaban el canon de la música popular brasileira moderna con Getz / Gilberto.
1968: Davies y Cash en la cima
En 1968, Ray Davies, alma de The Kinks, se sentía abandonado a su suerte por las tiránicas listas de éxito británicas. Resignado a narrar en clave de music hall y pop conciso el estado de nostalgia continuo del inglés moderno, grababa una obra totémica titulada The Kinks Are the Village Green Preservation Society. En EEUU, entre tanto, Johnny Cash entregaba desde la cárcel At Folsom Prison, y The Band regalaban la que indiscutiblemente es una de las canciones más bellas de todos los tiempos: 'The Weight'.
1972: adiós Woodstock, vivan los setenta
Abandonado el sueño de Woodstock, ¿qué restaba al panorama musical de los setenta? La industria que pretende narrar Vinyl seguramente deje de lado el preciosista Pink Moon de Nick Drake, una obra esencial del folk contemporáneo, la cima compositiva de Caetano Veloso en Transa, mezclando música popular brasileña y psicodelia anglosajona, y el que es probablemente el LP más reconocido, celebrado y disfrutable de Bowie.
1976: nos vamos a los extremos
La década de los setenta también fue una década en la que casi todos los sonidos existentes se endurecieron para siempre. El glam rock de T. Rex, The New York Dolls y The Modern Lovers derivó en el primitivo punk de Ramones, cuyo debut en 1976 es insoslayable. El blues-hard-rock se convertía en un antecedente obvio del metal de la mano de Thin Lizzy en Jailbreak. Y la música popular jamaicana se lanzaba al punto de no retorno de su historia con Marley y Rastaman Vibration, antes de su revolución.
1980: nuevas formas, nuevos ritmos
En un abrir y cerrar de ojos el punk lo había puesto todo patas arriba y se había autodestruido en el camino. ¿Totalmente? No: luego llegaría el hardcore, pero aquella sería otra historia. En 1980, lo que quedaba de aquel halo era la experimentación oscura de Joy Division en Closer, la fusión de mil palos distintos de Talking Heads en Remain in Light y el pulso nervioso, involuntario y desnudado de The Feelies en Crazy Rythms.
1984: joven y fresco, triste y alegre
Para el caso del hardcore, nos vamos a detener en un grupo muy especial y sólo lateral al movimiento: The Replacements. Su Let It Be es millones de veces mejor que el homónimo de los Beatles, y contiene la dosis perfecta de agresividad desnortada y melodías pop adolescentes. Sobre esto último sabían algo más R.E.M., que enfilaban una trayectoria inmaculada en Reckoning. Mientras, en España, la fiesta de los maniquíes de la mano de Golpes Bajos y A Santa Compaña, un disco singularísimo.
1988: cánones y discos seminales
Dos discos que podrían perfectamente explicar todo el indie, tanto rock como pop: por un lado, el Daydream Nation de Sonic Youth, posiblemente el mejor trabajo de guitarras exasperadas de la década; por otro, el Today de Galaxie 500, posiblemente el mejor trabajo de guitarras deliciosas de la década. Ambos son intachables. Entre tanto, Bathory proto-inauguraba el Metal extremo desde Suecia con Blood Fire Death.
1992: sobre el caos, los márgenes
Bienvenida, nueva década, la década que empezó con el grunge y el shoegaze y terminó como el rosario de la aurora sin orden ni concierto. No nos fijamos ni en el uno ni en el otro. Nos vamos al esencial sludge metal de Neurosis en Souls at Zero, a la reinterpretación moderna del country de la mano de Uncle Tupelo en March 16-20, 1992 y a uno de los trabajos clásicos de la electrónica, Selected Ambient Works 85-92 de Aphex Twin.
1996: España reinventada
En pleno corazón de la década que observó la consolidación definitiva del hip hop como fenómeno de masas, optamos por aquel que despreciaba las letras y a los MCs: el de DJ Shadow, experimental y alucinante de principio a fin en Endtroducing..... En España, entre tanto, Morente y Lagartija Nick reinventaban el flamenco en Omega, un disco obligatorio, y El Niño Gusano se asomaban a todos los balcones de la genialidad-locura en El Efecto Lupa. Ambos discos, por cierto, interpretados en español, algo raro en los '90.
2000: títulos largos, obras esenciales
La fragmentación de tendencias nos dejó a las puertas del siglo XXI sin patrones ni escenas, al menos masivas, sólo con brotes de genialidad sectoriales. Es el caso de la obra cumbre de Godspeed You Black Emperor!: Lift Yr. Skinny Fists Like Antennas to Heaven!, novelas que son discos. El post-hardcore alcanzaba su canto de cisne de la mano de At the Drive-In, y Yo La Tengo rendían un sincero, bellísimo e imprescindible homenaje a la música en And Then Nothing Turned Itself Inside-Out.
2004: un delicioso cajón de sastre
Una década después, Isis recogía el testigo de los primitivos Neurosis aplicando las enseñanzas paisajísticas del post-rock, y se deleitaban en Panopticon, una bruta preciosidad de disco. Wilco, entre tanto, entregaban la continuación inspiradísima de su obra maestra, y se cubrían de gloria (siempre entristecida) en A Ghost is Born. En lo tocante al hip hop, Madvillain lo reventaba por los aires en Madvillainy.
2008: regresos que son estrenos
Nada menos que once años después, Portishead retomaban su carrera discográfica con el que quizá sea su mejor trabajo hasta la fecha, Third. En España, Espanto, uno de los grupos más singulares y exquisitos de nuestro tiempo, optaba por el costumbrismo folk y el espíritu de Vainica Doble en Ísimos. Y en Estados Unidos, Have a Nice Life debutaban con el oscuro y estremecedor Deathconsciousness para, al igual que Portishead, no volver hasta muchos años después. La genialidad es caprichosa.
2012: una década para comérsela
Segunda década del siglo XXI: quizá uno de los momentos de mayor creatividad de la historia de la música. El tiempo sabrá impartir justicia, creemos. Tres ejemplos de 2012: el hip hop extremadamente violento y creativo de Death Grips en The Money Store, la perfección psicodélica, folk y pop de Woods en Bend Beyond, una sonrisa al sol, y la delicadeza artesanal de Iñigo Ugarteburu en Back & Forth, una preciosidad.
2016
Y llegamos a 2016. Apenas dos meses después, podemos contar un puñado de discos apasionantes. El primero, el firmado por Jesu y Sun Kil Moon, una suerte de Red House Painters pasados por, bueno, por Jesu. El segundo, Salve Discordia, el cuarto trabajo de Triángulo de Amor Bizarro y la mejor colección de canciones pop en español que vamos a escuchar este año. Y el tercero, Malibu, de Anderson .Paak, una exquisita caja de sorpresas llena de soul, funk, hip hop y un puntito de jazz.
Y lo que nos queda.
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