Auschwitz-Birkenau es probablemente el mayor ejemplo del horror al que puede llegar el ser humano. Durante su pico de actividad, centenares de miles de personas se hacinaban en sus instalaciones esperando, en su gran mayoría, una muerte segura. Allí malcomían, dormían, convivían y trabajaban como mano de obra esclava. Y entre tanto escuchaban música.
Se sabe que los cuerpos de las SS utilizaban pequeñas orquestas musicales en el trasiego diario del campo de concentración. El alto mando nazi juzgaba positiva la utilización de pequeñas piezas para acelerar el ritmo de trabajo (o para acompañar los fusilamientos). Como en un sinfín de otras asuntos cotidianos, el personal alemán era manifiestamente insuficiente para realizar la tarea, por lo que empleaba a los propios prisioneros de Auschwitz.
Nunca tenían opción. La música también tenía una finalidad ociosa para el personal de las SS. A mediados de 1943, por ejemplo, la primera orquesta formal de Auschwitz compuso y comenzó a interpretar una pequeña pieza llamada "Die Schönste Zeit des Lebens" (El tiempo más maravilloso de la vida), basada en una canción de Franz Grothe, por aquel entonces un popular músico y director cinematográfico alemán.
El conjunto interpretaría la cándida composición los domingos, en un pequeño auditorio reservado para las autoridades nazis. La mayoría de los músicos eran polacos (prisioneros políticos, mejor considerados y tratados por los alemanes que los judíos). En algún momento de la historia, sin embargo, la partitura original se perdió, y "Die Schönste Zeit des Lebens" quedó enterrada en un cajón olvidado del museo de Auschwitz-Birkenau.
Hasta hoy. Hace algunos años, la investigadora y musicóloga estadounidense Patricia Hall viajó hasta Polonia empujada por las posibles joyas musicales guardadas en el archivo del campo de concentración. En su búsqueda se topó con un objeto del que había oído hablar, pero cuyo origen era ignoto: el manuscrito original de "Die Schönste Zeit des Lebens" creado por tres prisioneros: Antoni Gargul, soldado polaco; Maksymilian Pilat; y otra figura aún anónima.
Un bello foxtrot en el horror nazi
Tal y como se explica en Atlas Obscura, se sabe que los músicos de Auschwitz se las apañaron para tocar la partitura con los escasos instrumentos que encontraron a su alrededor. En teoría, la versión original disponía nueve violines, una viola, un trombón, dos clarinetes y una tuba. La recuperación del documento ha permitido a Hall y los músicos de la University of Michigan reconstruir el sonido de Auschwitz. La música surgida del horror.
De forma nada sorprendente, su sonido (es un foxtrot) es amable y preciosista. Aquella pieza, al contrario que otras polkas y ritmos utilizados por los nazis para amenizar el espantoso trabajo al que sometían a sus prisioneros, tenía como finalidad entretener al personal alemán allí reunido. El trabajo de Hall y de su equipo ha consistido en traducir la partitura antigua a un lenguaje musical contemporáneo, de tal modo que músicos de todo el mundo puedan tocarla.
Ellos lo hicieron por primera vez el pasado 30 de noviembre, un hito en el que la música de Auschwitz revivió. "Es lo más parecido a cómo sonaba en el campo de concentración en 1943", explica, ofreciendo otra de las muchas reconstrucciones históricas que se han hecho de tan espantoso rincón de Europa: la musical.
Pese a tener una presencia permamente en la red de campos nazis, no son muchas las grabaciones que sobrevivieron al fin de la Segunda Guerra Mundial. Como se cuenta aquí, había orquestas de todo tipo (en ocasiones compuestas únicamente por mujeres). Los músicos debían estar disponibles tanto para acompañar musicalmente las tareas forzadas como para arremangarse la camisa y trabajar como el resto de sus compañeros.
De aquellas bandas han sobrevivido testimonios (como la biografía de Helena Dunicz Niwińska, violinista en la orquesta femenina de Auschwitz), imágenes y diversos documentos, recuperados en su día por una exposición temporal del propio museo. Los primeros conciertos se iniciaron en 1941. La orquesta oficial creció poco a poco, sumando hasta cien músicos a mediados de 1942 (junto a otros tantos de la banda sinfónica). Muchos de sus intérpretes se contaban entre lo más granado de Europa.
Los dos compositores de "Die Schönste Zeit des Lebens" identificados por Hall vivieron para contarlo, por cierto. Uno de ellos, Pilat, terminaría en la Orquesta Filarmónica de Gdańsk.
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