En plena crisis del coronavirus y en un contexto de aguda desaceleración económica mundial, Arabia Saudí tomó ayer una decisión histórica: multiplicar su producción diaria de petróleo y desplomar el precio del crudo en un abrir y cerrar de ojos. El barril de brent se deja hoy un 30% de su valor respecto al viernes, en la mayor caída de los últimos 29 años.
Es un nuevo lunes negro. Uno que augura turbulencias globales.
¿Por qué? Las razones hay que encontrarlas parcialmente en el coronavirus. La epidemia ha ralentizado la economía mundial, hundiendo la producción industrial china a mínimos nunca vistos en los últimos quince años y reduciendo la demanda. En febrero, la Agencia Internacional de Energía estimaba un descenso del consumo de 435.000 barriles diarios.
La OPEP se mostraba más optimista, pero redundaba en la tendencia: la demanda se desplomaría un 19% en el primer trimestre del año.
Gravedad. Los países miembros de la OPEP se reunieron este fin de semana en Viena para tratar la cuestión. Su acuerdo preliminar fue claro: recortarían la producción unos 1,5 millones de barriles diarios para mantener el precio del barril. Cuando al día siguiente Rusia se sentó a la mesa el pacto saltó por los aires. Sus empresas seguirían extrayendo a plena capacidad, sin restricción alguna.
Reacción saudí. Arabia Saudí interpretó el órdago como una declaración de guerra, y anunció un repunte de su producción para hundir los precios y castigar a las explotaciones rusas. Aramco pasaría de producir 9 millones de barriles al día a 12 millones. La decisión ha reventado los mercados, y esboza sobre el horizonte un escenario antaño remoto: el barril a $20. Como explica un analista en NBC, el movimiento pone en aprietos a muchos productores.
Arabia Saudí en particular ha optado por una política de tierra quemada para lidiar con un problema crónico, el de la sobreproducción. Los saudíes son quienes extraen a menor coste, con mucha diferencia. Los demás productores afrontan un momento de ajuste, especialmente aquellas empresas operando en el mercado del fracking estadounidense.
Supervivientes. ¿Quién gana? La cuestión es quién tiene más capacidad para resistir un escenario donde todos pierden. Arabia Saudí es la mejor posicionada por sus amplios márgenes y costes de explotación más reducidos. Pero también Rusia, o al menos eso cree. Durante los últimos tres años había colaborado con la OPEP reduciendo su volumen, hundida en lo económico y muy dependiente del petróleo.
Ahora, con sus cuentas saneadas, Putin se puede permitir un barril más barato, de ahí su negativa a pactar otro recorte en la producción.
Fracking. Porque su objetivo es otro: sobrellevar la deflación y en el camino hundir la industria del fracking. Lo explica Bloomberg en esta pieza: los pequeños productores estadounidenses necesitan precios más elevados, en torno a $50 el barril, para que sus explotaciones sean rentables. Ahora afrontan un escenario similar al de 2014, cuando otro repunte de la producción arrasó con el sector.
Dos cálculos. Por un lado, Rusia y Arabia Saudí aspiran a amortiguar el desplome del precio vendiendo más, especialmente a China; por otro, Rusia cree que una guerra a la baja dañará las explotaciones estadounidenses. Son dos suposiciones arriesgadas. Especialmente la segunda: el fracking sufrió en 2014, pero logró capear el temporal y ser rentable. Muy rentable.
Entre tanto, sus economías sufrirán si el aumento en las exportaciones no neutraliza los bajos precios. Lo que tendrá un coste político.
Qué esperar. Por el momento, pánico en los mercados. Aramco cae un 10%. BP un 19%. Shell un 20%. Para los países importadores, como España, relativas buenas noticias; para los exportadores en vías de desarrollo, como Nigeria o Brasil, pésimas. Todo dependerá de la capacidad saudí de dmantener una guerra bajista. Quizá menor de lo que los propios dirigentes saudíes creen, como explica otro analista en Bloomberg:
El riesgo [de los agresivos recortes en el precio y el repunte de la producción de Arabia Saudí] es que Rusia y otros grandes productores de petróleo sean capaces de absorber los daños y resistir, empujando al reino a una larga guerra de precios que ninguno de ellos se puede permitir.
Imagen: Kremlin
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