A medida que aumenta la temperatura de la tierra y el dióxido de carbono se acumula en la atmósfera, los árboles crecen cada vez más rápido. Pero también se están muriendo antes y, en general, los bosques de todo el mundo pueden estar perdiendo su capacidad de almacenar carbono. Esta es la conclusión a la que ha llegado un nuevo estudio publicado en la revista científica Nature Communications.
En un mundo sin humanos, los bosques vivirían en equilibrio, absorbiendo de la atmósfera aproximadamente la misma cantidad de carbono que expulsan. Sin embargo, los humanos hemos perturbado dicho equilibrio mediante la combustión de carburantes fósiles. Como resultado, han aumentado los niveles de CO₂ en la atmósfera, con su correspondiente aumento de las temperaturas y de la fertilización en el crecimiento de las plantas.
Estos cambios han estimulado el crecimiento de los árboles durante las últimas décadas, incluso en bosques primarios intactos que no se han visto alterados por la presencia humana. Otra consecuencia es que los bosques están absorbiendo más dióxido de carbono del que liberan, lo que ha dado lugar a una gran acumulación de carbono en los bosques, lo que a menudo se denomina "sumidero de carbono".
Los geólogos nos solemos preguntar cuánto tiempo van a seguir los bosques pudiendo ser sumideros de carbono. Ese dióxido de carbono extra beneficiará a los árboles en todo el mundo y el aumento de las temperaturas les ayudará a crecer en las regiones más frías. Por lo tanto, cabe esperar que los bosques vayan a continuar absorbiendo gran parte de nuestras emisiones de dióxido de carbono y es lo que predicen la mayoría de los modelos del sistema terrestre.
Sin embargo, los posibles cambios en la vida de los árboles podrían ser en realidad un jarro de agua fría. Hace unos años, cuando analizamos los bosques primarios de la Amazonia, observamos que los incrementos iniciales en cuanto a la tasa de crecimiento de los árboles eran seguidos por un aumento de la mortalidad de los árboles. Llegamos a la conclusión de que podría deberse a que el crecimiento más rápido reduce la duración de la vida de los árboles. De ser cierto, significaría que las predicciones de que el sumidero de carbono seguirá existiendo pueden haber sido demasiado optimistas, puesto que no se han tenido en cuenta las compensaciones entre crecimiento y longevidad. Nuestros hallazgos aportan pruebas a esta hipótesis.
Para estudiar la relación entre el crecimiento de los árboles y la longevidad, utilizamos los anillos de los troncos. El ancho de cada anillo indica el ritmo de crecimiento del árbol, mientras que el número de anillos nos proporciona información sobre su edad y nos permite estimar su máxima esperanza de vida. Analizamos más de 210.000 registros de troncos de árboles pertenecientes a más de 80 especies diferentes en todo el mundo, un trabajo descomunal que ha sido posible gracias a décadas de trabajo de dendrocronólogos (los especialistas en los anillos de los árboles) de todo el mundo que han publicado sus datos en abierto.
La liebre y la tortuga
Nuestro análisis muestra que los árboles que crecen más rápido se mueren más pronto. Desde hace mucho tiempo ya se sabe que las especies con un crecimiento más rápido viven menos tiempo. Un árbol de balsa, por ejemplo, puede crecer rápidamente hasta alcanzar los 20 metros de altura o más, pero solamente vivirá unas pocas décadas, mientras que algunos pinos de púas llevan creciendo de forma muy lenta y constante durante casi 5.000 años.
Nos dimos cuenta de que no es algo que solamente se pueda aplicar a la hora de comparar diferentes especies, sino también a los árboles de la misma especie. Fue toda una sorpresa descubrir que es algo que se produce en casi todos los tipos de árboles y ecosistemas, desde los densos bosque tropicales hasta los árboles más resistentes de las regiones árticas. Un haya, por ejemplo, con un ritmo de crecimiento lento probablemente vaya a vivir más años que otras hayas que hayan crecido más rápido. Es muy parecido a la fábula de la liebre y la tortuga: los árboles que crecen lenta y constantemente son los más duraderos.
Para poder estudiar las implicaciones de esta teoría, comparamos cuánto carbono se acumularía en los dos modelos de simulación de árboles. Una simulación incluía dicha compensación de "cuánto más rápido crece, antes se muere" y la otra utilizaba un modelo en el que los árboles vivían al mismo tiempo, independientemente de su ritmo de crecimiento. Descubrimos que los árboles que crecían más rápido y morían más pronto en un principio causaban un aumento del nivel general de biomasa, pero también aumentaban la tasa de mortalidad de los árboles a largo plazo.
Por lo tanto, llega un momento en el que el bosque vuelve a perder biomasa y vuelve al mismo nivel inicial, pero con árboles de crecimiento más rápido y con una vida más corta. Nuestros modelos indican que un crecimiento más rápido supone una muerte más rápida de los árboles, sin que la cantidad de carbono almacenado aumente a largo plazo. Hay investigadores que ya lo predijeron hace mucho tiempo y nuestros resultados apoyan dichas hipótesis.
Estos modelos predictivos no solamente concuerdan con los cambios observados en la dinámica de los bosques en la Amazonia, sino también con un estudio reciente que pone en sobreaviso el aumento de la tasa de mortalidad de los árboles en todo el mundo.
¿Por qué las estrellas del rock se mueren jóvenes?
Resulta intrigante que los árboles de rápido crecimiento, las "estrellas del rock" de los bosques, vivan mucho menos tiempo. Todavía no contamos con una respuesta concluyente, pero hemos examinado algunos posibles mecanismos que expliquen este fenómeno. Por ejemplo, podría ser que las temperaturas más altas y otras variaciones ambientales que estimulan el crecimiento más rápido también reduzcan la esperanza vida de los árboles. Sin embargo, nos encontramos con que la reducción de la longevidad es más bien el resultado de un crecimiento más rápido en sí mismo.
Una hipótesis sencilla sería que los árboles se mueren una vez que alcanzan un determinado tamaño potencial máximo y cuanto antes alcance un árbol dicho tamaño, más joven se morirá. Otra posible explicación es que los árboles de crecimiento rápido simplemente producen madera más barata (en términos de gasto energético) e invierten menos recursos a la hora de luchar contra enfermedades y ataques de insectos, o son más vulnerables frente a la sequía. Cualquiera que sea la causa, es necesario incorporar dicho mecanismo en los modelos científicos si queremos que las predicciones de futuro sean realistas en cuanto al sumidero de carbono y, por ende, en cuanto a los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera.
Fotos: GioRetti
Autores: Roel Brienen, miembro de investigación de NERC por la Universidad de Leeds; Emanuel Gloor, profesor de Ciclos biogeoquímicos por la Universidad de Leeds.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
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