Cuando mis amigos y yo planificamos el que sería por entonces nuestro segundo Interrail, en esta ocasión por el norte de Europa, teníamos claro que los fiordos noruegos eran una visita obligada.
Y entre mapas, guías y folletos, vimos una foto que nos llamó poderosamente la atención. En ella, una especie de roca enorme sobresaliendo de entre la montaña, con una forma de lo más peculiar. Parecía una especie de balcón a uno de los fiordos. Era el Preikestolen, y se había convertido en prioridad de nuestro viaje.
Stavanger, una ciudad al suroeste de Noruega, ya era otro de los destinos de nuestro trayecto –junto a Bergen, Estocolmo, Helsinki, Tallin y Copenhague–, para comenzar desde allí la excursión al Preikestolen. Fue precisamente la capital danesa nuestro punto de partida en el Interrail, y el lugar desde el cual llegamos a Stavanger.
Una vez encontramos el albergue, su dueño nos informó de la situación. El último ferry con destino a Oanes, al otro lado del fiordo, salía en algo menos de una hora. Y nosotros recién llegados, sin comer, sin apenas dormir, no tuvimos más remedio que ducharnos rápidamente y correr a por aquel ferry, ya que al día siguiente partiríamos rumbo a Bergen.
Tras un trayecto en ferry de aproximadamente media hora, toca coger un autobús que te lleva hasta el comienzo de la subida. No se trata de un trayecto especialmente duro. Al ritmo de cada uno, cualquiera puede llegar a la cima. De hecho, aquel día estaba repleto de familias con niños y abuelos realizando el camino.
En términos medios, necesitarás aproximadamente dos horas para subir, y una hora y media para bajar. Pero por supuesto, esto depende del ritmo que pueda y quiera llevar cada uno. Aunque mejor si no tienes prisa, porque el paisaje durante la ascensión es una maravilla. Incluso te encontrarás con algunos lagos donde, si el tiempo lo permite, la gente aprovecha para darse un baño.
Un camino perfectamente señalizado por el que es imposible perderse. Y si bien os decía que no es especialmente duro, sí que tiene algún tramo ligeramente peligroso. No estamos hablando del típico camino de tierra sin problemas, sino que buena parte de él son rocas de gran tamaño, por las que debes asegurar bien tus pasos e incluso saltar.
Sobra decir que el largo camino se ve gratamente recompensado al ver asomar el Preikestolen, también llamado ‘El Púlpito’. Son 600 metros sobre el nivel del mar, en el fiordo de Lysefjord, en el que si el tiempo te acompaña y no sufres de vértigo, podrás disfrutar de unas vistas sencillamente espectaculares.
Una superficie de 25×25 metros, en el que llama poderosamente la atención una enorme grieta que lo empieza a separar de la montaña. Sin embargo, todos los años es medida para comprobar que no sufre alteraciones, aunque desde un punto de vista geológico llegará el día en que terminará por ceder y caerá al fiordo. Por si las moscas… ¡corre a visitarlo!
Algunas imágenes asombrosas del Preikestolen
Foto | Stefan Krause, Aconcagua
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